Lejos de Andalucía no se entiende cómo ha sido posible que Susana consiguiera en Andalucía más avales que votos reales. Sin embargo la respuesta es sencilla: los avales, que no son anónimos y requieren firma, se obtenían mediante presión directa y con el miedo funcionando, mientras que los votos eran anónimos y libres. Muchos socialistas, más de nueve mil de los que habían avalado a Susana cambiaron de bando al votar y se inclinaron por Pedro Sánchez, lo que ha constituido para Susana una humillación muy grave, que ha descubierto la cortina de miedo que domina las relaciones económicas y sociales en Andalucía y ha puesto en serio peligro la carrera política de la actual presidenta.
El socialismo andaluz lo controla todo y es dueño y señor de al menos la mitad de la economía autonómica. El control es directo en las grandes empresas de la Junta, casi directo en las grandes empresas de servicios e indirecto, a través de contratos, influencias, acuerdos, subvenciones y alianzas en numerosas empresas aparentemente libres, incluyendo a muchas fundaciones, asociaciones, colegios y cofradías pertenecientes al tercer sector, el sin ánimo de lucro.
Pero últimamente, una parte importante de la sociedad andaluza ha comenzado a rebelarse y a decir "Basta", causándole gran daño a la presidenta y a su agobiante socialismo andaluz. Las mareas blancas que lucharon con éxito para detener el declive de la sanidad andaluza, la rebelión ciudadana contra el atroz, antidemocrático, injusto y anticonstitucional impuesto de Sucesiones y Donaciones y otras protestas, todas justas y cargadas de razón, se han estrellado contra la arrogancia y la prepotencia de Susana y sus socialistas, algo inexplicable en democracia.
Quizás el varapalo sufrido en su propio partido le haga reflexionar y convencerse de que escuchar al pueblo, cuando tiene razón sobrada, no es debilidad sino decencia y justicia.
En Andalucía, mucha gente le tiene miedo a los socialistas, considerados por muchos como los nuevos caciques, sobre todo en los pueblos y zonas rurales, donde el control político de la población es más directo e intenso. Es un miedo que funciona en múltiples espacios, parecido al que se le tenía a los antiguos señoritos del mundo rural andaluz, a los que nadie se enfrentaba por temor a las represalias o a quedar arruinado o desplazado de la riqueza y la vida social. Para educadores, escritores, periodistas, empresarios, profesionales, banqueros, empleados y hasta para campesinos, hablar mal de la Junta o enfrentarse abiertamente a los políticos socialistas puede ser suicida y convertirte en un proscrito.
Ese mundo de dominio y miedo no tiene sitio al norte de Despeñaperros, ni en la Europa Comunitaria, ni en el mundo democrático.
Hay otras muchas cosas que Susana y los socialistas andaluces deben aprender con urgencia, si quieren seguir vivos en política. La principal de todas es "qué es la democracia". Muchas veces en el pasado, cuando he reprochado a socialistas andaluces su escaso respeto a las reglas de la democracia, que exigen libertad, protagonismo del ciudadano, participación del pueblo en la política, una sociedad civil libre, una prensa crítica y otras muchas reglas, todas ignoradas en Andalucía, ellos me respondían que "lo importante no es la democracia, sino gobernar bien", con lo que justificaban de un plumazo su estilo de gobierno en Andalucía, paternalista y sin otra interferencia o influencia que la del todopoderoso partido.
Además de adquirir respeto a las reglas de la democracia, tienen que ser menos arrogantes, combatir de verdad la corrupción, contar con los ciudadanos a la hora de opinar y participar en la vida política, valorar la inteligencia, abandonar el saqueo de la sociedad a través de los impuestos, ser transparentes, renunciar al clientelismo y muchas otras tareas, entre las que destaca la urgente necesidad de permitir a la sociedad civil, a la educación, a las vida económica y a la cultura, sectores y actividades ocupados férreamente por el partido, ser libres y desarrollarse al margen del poder político.
Cuando aprendan a ser demócratas y en lugar de someter al pueblo con miedo y poder consigan su adhesión sincera y sentimientos de respeto, admiración y reconocimiento, entonces serán admitidos y reclamados como líderes. Mientras tanto, ese rechazo a las tesis oficiales de los políticos que se ha manifestado con toda crudeza en Francia, Estados Unidos, Inglaterra y otros países en los que los pueblos exigen libertad, justicia y limpieza, irá creciendo en Andalucía hasta expulsarlos del poder y cerrarles las puertas del futuro.
Francisco Rubiales
El socialismo andaluz lo controla todo y es dueño y señor de al menos la mitad de la economía autonómica. El control es directo en las grandes empresas de la Junta, casi directo en las grandes empresas de servicios e indirecto, a través de contratos, influencias, acuerdos, subvenciones y alianzas en numerosas empresas aparentemente libres, incluyendo a muchas fundaciones, asociaciones, colegios y cofradías pertenecientes al tercer sector, el sin ánimo de lucro.
Pero últimamente, una parte importante de la sociedad andaluza ha comenzado a rebelarse y a decir "Basta", causándole gran daño a la presidenta y a su agobiante socialismo andaluz. Las mareas blancas que lucharon con éxito para detener el declive de la sanidad andaluza, la rebelión ciudadana contra el atroz, antidemocrático, injusto y anticonstitucional impuesto de Sucesiones y Donaciones y otras protestas, todas justas y cargadas de razón, se han estrellado contra la arrogancia y la prepotencia de Susana y sus socialistas, algo inexplicable en democracia.
Quizás el varapalo sufrido en su propio partido le haga reflexionar y convencerse de que escuchar al pueblo, cuando tiene razón sobrada, no es debilidad sino decencia y justicia.
En Andalucía, mucha gente le tiene miedo a los socialistas, considerados por muchos como los nuevos caciques, sobre todo en los pueblos y zonas rurales, donde el control político de la población es más directo e intenso. Es un miedo que funciona en múltiples espacios, parecido al que se le tenía a los antiguos señoritos del mundo rural andaluz, a los que nadie se enfrentaba por temor a las represalias o a quedar arruinado o desplazado de la riqueza y la vida social. Para educadores, escritores, periodistas, empresarios, profesionales, banqueros, empleados y hasta para campesinos, hablar mal de la Junta o enfrentarse abiertamente a los políticos socialistas puede ser suicida y convertirte en un proscrito.
Ese mundo de dominio y miedo no tiene sitio al norte de Despeñaperros, ni en la Europa Comunitaria, ni en el mundo democrático.
Hay otras muchas cosas que Susana y los socialistas andaluces deben aprender con urgencia, si quieren seguir vivos en política. La principal de todas es "qué es la democracia". Muchas veces en el pasado, cuando he reprochado a socialistas andaluces su escaso respeto a las reglas de la democracia, que exigen libertad, protagonismo del ciudadano, participación del pueblo en la política, una sociedad civil libre, una prensa crítica y otras muchas reglas, todas ignoradas en Andalucía, ellos me respondían que "lo importante no es la democracia, sino gobernar bien", con lo que justificaban de un plumazo su estilo de gobierno en Andalucía, paternalista y sin otra interferencia o influencia que la del todopoderoso partido.
Además de adquirir respeto a las reglas de la democracia, tienen que ser menos arrogantes, combatir de verdad la corrupción, contar con los ciudadanos a la hora de opinar y participar en la vida política, valorar la inteligencia, abandonar el saqueo de la sociedad a través de los impuestos, ser transparentes, renunciar al clientelismo y muchas otras tareas, entre las que destaca la urgente necesidad de permitir a la sociedad civil, a la educación, a las vida económica y a la cultura, sectores y actividades ocupados férreamente por el partido, ser libres y desarrollarse al margen del poder político.
Cuando aprendan a ser demócratas y en lugar de someter al pueblo con miedo y poder consigan su adhesión sincera y sentimientos de respeto, admiración y reconocimiento, entonces serán admitidos y reclamados como líderes. Mientras tanto, ese rechazo a las tesis oficiales de los políticos que se ha manifestado con toda crudeza en Francia, Estados Unidos, Inglaterra y otros países en los que los pueblos exigen libertad, justicia y limpieza, irá creciendo en Andalucía hasta expulsarlos del poder y cerrarles las puertas del futuro.
Francisco Rubiales