Reaparece Alfonso Guerra en la política española aportando cordura y sentido común al caos zapateril, difundiendo verdades sobre el Estado y alertando ante errores y peligros que se gestan en los bordes del actual gobierno socialista.
Sus opiniones de rechazo al radicalismo con que se está gestando el estatuto de Cataluña no pueden ser más oportunas y la advertencia a los nacionalistas y a su propio partido de que primero se reivindica el concepto de "nación" y después se argumenta que "una nación exige un Estado", no pueden ser más cuerda y premonitoria.
Rubalcaba, ejerciendo de "comisario político", se ha atrevido a reprimir a Guerra, pero éste ha invocado la libertad de expresión, un criterio impecable en democracia pero inservible en la vida interna de los partidos, que se han transformado en organizaciones verticales y autoritarias.
Hay algunos analistas y observadores que se atreven a afirmar en privado que, en asuntos territoriales, en la concepción del Estado y en algunos otros de alta sensabilidad, Alfonso Guerra está hoy más cerca del PP que de algunos de sus correligionarios socialistas.
En Voto en Blanco somos de esa opinión, pero matizamos que lo que le ocurre a Alfonso Guerra es que ha vivido tiempos políticos que forjaron un sentido del Estado y de la unidad de España que hoy está lamentablemente ausente de la cosmología personal de Zapatero y de su hornada de dirigentes pragmáticos y desideologizados, cuya única gran obsesión es ganar, conservar y expandir el poder.
No le vendría nada mal a ZP incorporar a su frivolizado equipo de politicos profesionales obsesionados por el control del poder a personas como Alfonso Guerra, capaces de aportar cordura, sensatez, cierta ideología y bastante sentido del Estado.
Lo admite en su comentario Justino Sinova, que agradece a Guerra que ponga un "punto de sensatez" en el llamado debate territorial: "Si Zapatero pensará sólo en la estabilidad del Estado, atendería las objeciones de Alfonso Guerra y haría un favor a la mayoría de la nación española".
Sus opiniones de rechazo al radicalismo con que se está gestando el estatuto de Cataluña no pueden ser más oportunas y la advertencia a los nacionalistas y a su propio partido de que primero se reivindica el concepto de "nación" y después se argumenta que "una nación exige un Estado", no pueden ser más cuerda y premonitoria.
Rubalcaba, ejerciendo de "comisario político", se ha atrevido a reprimir a Guerra, pero éste ha invocado la libertad de expresión, un criterio impecable en democracia pero inservible en la vida interna de los partidos, que se han transformado en organizaciones verticales y autoritarias.
Hay algunos analistas y observadores que se atreven a afirmar en privado que, en asuntos territoriales, en la concepción del Estado y en algunos otros de alta sensabilidad, Alfonso Guerra está hoy más cerca del PP que de algunos de sus correligionarios socialistas.
En Voto en Blanco somos de esa opinión, pero matizamos que lo que le ocurre a Alfonso Guerra es que ha vivido tiempos políticos que forjaron un sentido del Estado y de la unidad de España que hoy está lamentablemente ausente de la cosmología personal de Zapatero y de su hornada de dirigentes pragmáticos y desideologizados, cuya única gran obsesión es ganar, conservar y expandir el poder.
No le vendría nada mal a ZP incorporar a su frivolizado equipo de politicos profesionales obsesionados por el control del poder a personas como Alfonso Guerra, capaces de aportar cordura, sensatez, cierta ideología y bastante sentido del Estado.
Lo admite en su comentario Justino Sinova, que agradece a Guerra que ponga un "punto de sensatez" en el llamado debate territorial: "Si Zapatero pensará sólo en la estabilidad del Estado, atendería las objeciones de Alfonso Guerra y haría un favor a la mayoría de la nación española".