Información y Opinión

África volverá a empezar en los Pirineos



Las medidas de rescate y la subida de las garantías para los depósitos bancarios no detienen las caídas de las bolsas ni frenan la crisis, que sigue avanzando imparable y perfilándose como peor que la de 1929 y la más grave de la era capitalista.
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Lo peor de esta crisis es que se llevará por delante la prosperidad de España y África volverá a empezar en los Pirineos. No es pesimismo sino análisis sin miedo y sin peajes. Sin una industria competitiva, con un Estado hipertrofiado donde sobran más de dos millones de funcionarios, asesores, enchufados y compañeros colocados del partido, con una formación inedecuada de los jóvenes, minada por el mal gobierno y presa de la corrupción y de la caída de los valores, España no es viable como país próspero y avanzado.

Las crisis son procesos dolorosos que sirven también para hacer limpieza y colocar a cada uno en su sitio. De esta crisis, con esfuerzo y cambios profundos, saldrán adelante los países que tengan las bases sanas, pero no los que están enfermos. España, sin otra riqueza real y competitiva que su turismo e infectada de males tan terribles como el despilfarro público, la insoportable obesidad del Estado, la corrupción, la caída de los valores, la pérdida del sentido del esfuerzo, la degradación de la democracia y el mal gobierno, es un país sin sitio en la prosperidad.

Nuestras credenciales reales son tan preocupantes como vergonzosas: primer consumidor y distribuidor de drogas en Europa; primer consumidor de alcohol; número uno en prostitución; los índices de delincuencia, inseguridad, fracaso escolar y retraso en innovación, disparados; primer puesto en decepción ciudadana frente a la política y víctima de un Estado insaciable que cobra impuestos de manera ciega y arrebata a los ciudadanos el 37 por ciento del PIB.

Si a eso se agrega que los políticos han incrementado su poder constantemente, a costa del ciudadano, que ha sido relegado de todo proceso de toma de decisiones, que la democracia ha sido traicionada por los partidos políticos y transformada en una sucia oligocracia, que el costo de una administración obesa y plagada de reyezuelos nacionales, autonómicos, provinciales y locales es insoportable, no es posible que esta España noqueada y débil pueda levantarse de la lona cuando la crisis cierre sus puertas.

Para escapar a la guadaña de la crisis, España debería realizar proezas que los poderosos no van a permitir porque para ellos significaría perder poder y privilegios. Deberá adelgazar la administración del Estado al menos en un 50 por ciento, lo que significa licenciar a más de millón y medio de funcionarios y enchufados de todo tipo, tan innecesarios como improductivos. Deberá también mimar a sus empresas, único sector del país relativamente libre de parásitos, que ha demostrado que funciona y crea riqueza. Tendrá que devolver al ciudadano el puesto de protagonismo que le corresponde en democracia y que le ha sido arrebatado por los políticos. No tendrá más remedio que reformar drásticamente la enseñanza, volviendo a instaurar el esfuerzo y el sacrificio en el corazón del sistema educativo. Deberá también reconstruir la destrozada escala de valores, recuperando la honradez, el respeto, el apoyo mutuo y la decencia. Tendrá España que reformar a su clase política, ineficiente e infectada, y recuperar conceptos perdidos en el liderazgo como el ejemplo, el servicio, la austeridad y la solvencia moral e intelectual. Tendremos que ganarnos el respeto internacional perdido en los últimos años. Será vital reconstruir la sociedad civil, ocupada y esquilmada por los políticos, que la han colocado en estado de coma. Habrá que ser implacables con los delincuentes y con los corruptos. Los partidos políticos tendrán que perder poder y dejar de ser los monstruos incontrolados que hoy son, además de haberse convertidos en el principal obstáculo para que funcione la democracia, la justicia, la igualdad y la decencia.

Cuando hayamos conseguido todo eso, con altas dosis de esfuerzo y sacrifico, tal vez consigamos entonces que la frontera de África se mantenga en el Estrecho de Gibraltar y no en los Pirineos, a donde la está llevando nuestro fracaso como sociedad y como nación.


   
Miércoles, 8 de Octubre 2008
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