La presidenta de Chile, Michelle Bachelet ha declarado que nadie, ya sea persona o país, tiene derecho a derrocar por la vía violenta a un presidente legítimamente electo, en alusión a las graves protestas que vive Venezuela contra las políticas de su presidente, Nicolás Maduro. "Jamás aceptaremos que nadie, ni persona, ni país, incite a través de mecanismos violentos a derrocar un presidente legítimamente electo", recalcó Bachelet en declaraciones al diario El Mercurio.
¿Y si el presidente en cuestión es un canalla asesino? Bachelet niega de ese modo uno de los mas antiguos y sagrados derechos del ser humano: el de levantarse contra la tiranía si el tirano traspasa los límites de la decencia y de los derechos humanos. No es fácil discernir si la afirmación de Bachelet es un lapsus o un reconocimiento explícito de que los políticos están blindados y decididos a defenderse y protegerse unos a otros contra sus pueblos, incluso cuando el político en cuestión es una bestia inmunda y asesina.
La presidenta chilena se refería al presidente Nicolás Maduro, de Venezuela, al que varias organizaciones de derechos humanos denuncian como impulsor de tortura y violación a las libertades y derechos humanos.
Bachelet debería recordar que tiranos como Adolf Hitler fueron elegidos "democráticamente" y que una rebelión de su pueblo contra aquel canalla habría evitado millones de muertos y grandes males para la Humanidad.
Bachelet desvirtúa la esencia de la política cuando parece mas interesada en proteger el blindaje de sus colegas políticos que a la ciudadanía. Debería saber que la rebelión contra los tiranos ha sido la parte mas digna y decente de la Historia humana. Lo importante no es que un presidente haya sido elegido en las urnas, sino que sea decente, cumpla la ley y respete los derechos humanos y las normas fundamentales de la democracia. Si no lo hace y es un corrupto sádico y asesino, aunque haya sido votado, es todo un canalla y merece ser castigado por la Justicia y si la Justicia no actúa, expulsado del poder por el pueblo soberano en rebeldía.
Venezuela sufre desde el 12 de febrero una oleada de protestas diarias contra las políticas de Maduro que en algunos casos han degenerado en hechos de violencia con un saldo de al menos 28 muertos y 350 heridos, según las cifras oficiales.
En el Art. 35a de la Declaración Francesa de 1793 se dice: "Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es, para el pueblo y para cada porción del pueblo, el más sagrado de los derechos y el más indispensable de los deberes."
La encíclica Pacem in Terris, 1963, del Papa Juan XXIII, afirma que las "leyes contrarias a los derechos humanos fundamentales no son válidas y pueden ser desobedecidas".
Mas clara todavía es la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América: "Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma que a su juicio ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad."
Todo ese derecho a la rebelión contra los gobiernos inicuos es la que Bachelet, actuando como portavoz de la actual clase política mundial, quiere enterrar y suprimir.
¿Y si el presidente en cuestión es un canalla asesino? Bachelet niega de ese modo uno de los mas antiguos y sagrados derechos del ser humano: el de levantarse contra la tiranía si el tirano traspasa los límites de la decencia y de los derechos humanos. No es fácil discernir si la afirmación de Bachelet es un lapsus o un reconocimiento explícito de que los políticos están blindados y decididos a defenderse y protegerse unos a otros contra sus pueblos, incluso cuando el político en cuestión es una bestia inmunda y asesina.
La presidenta chilena se refería al presidente Nicolás Maduro, de Venezuela, al que varias organizaciones de derechos humanos denuncian como impulsor de tortura y violación a las libertades y derechos humanos.
Bachelet debería recordar que tiranos como Adolf Hitler fueron elegidos "democráticamente" y que una rebelión de su pueblo contra aquel canalla habría evitado millones de muertos y grandes males para la Humanidad.
Bachelet desvirtúa la esencia de la política cuando parece mas interesada en proteger el blindaje de sus colegas políticos que a la ciudadanía. Debería saber que la rebelión contra los tiranos ha sido la parte mas digna y decente de la Historia humana. Lo importante no es que un presidente haya sido elegido en las urnas, sino que sea decente, cumpla la ley y respete los derechos humanos y las normas fundamentales de la democracia. Si no lo hace y es un corrupto sádico y asesino, aunque haya sido votado, es todo un canalla y merece ser castigado por la Justicia y si la Justicia no actúa, expulsado del poder por el pueblo soberano en rebeldía.
Venezuela sufre desde el 12 de febrero una oleada de protestas diarias contra las políticas de Maduro que en algunos casos han degenerado en hechos de violencia con un saldo de al menos 28 muertos y 350 heridos, según las cifras oficiales.
En el Art. 35a de la Declaración Francesa de 1793 se dice: "Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es, para el pueblo y para cada porción del pueblo, el más sagrado de los derechos y el más indispensable de los deberes."
La encíclica Pacem in Terris, 1963, del Papa Juan XXIII, afirma que las "leyes contrarias a los derechos humanos fundamentales no son válidas y pueden ser desobedecidas".
Mas clara todavía es la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América: "Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma que a su juicio ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad."
Todo ese derecho a la rebelión contra los gobiernos inicuos es la que Bachelet, actuando como portavoz de la actual clase política mundial, quiere enterrar y suprimir.