Cuando recriminabas a un recaudador político que te pidiera dinero a cambio de que ganaras un contrato público, éste decía que "el dinero es para el partido" y con eso creía justificar su comportamiento delictivo y corrupto. Después, ni ganabas el concurso ni te llamaban más para que participaras en otros porque, al recriminarles su corrupción, habías entrado a formar parte de la lista negra de los enemigos.
Durante décadas, esa moral pervertida y miserable que permitía recuadar, extorsionar, robar y hasta aniquilar en nombre del partido, ha estado vigente, tolerada por los militantes y por millones de cobardes que nunca se atrevieron a denunciar lo que era y es una aberración inmoral, antidemocrática, injusta y delictiva.
Esos pervertidos ignoraban que es la sociedad y no el partido la que exige y tiene derecho a la lealtad y que cualquier ciudadano tiene tanto o mas derecho que el mismísimo secretario general a que los militantes de un partido le sean fieles y leales.
Pedro Sánchez es ahora un subversivo dentro del PSOE que pretende viajar por todo el territorio nacional provocando una rebelión en aras de una moral perversa, según la cual los militantes socialistas le deben a él lealtad, cuando es a España a quien únicamente se la deben. Los principios se han trastocado, los valores se han perdido y las conciencias se han hecho una esponja impregnada de orines y excrementos, todos ellos procedentes de las letrinas de los partidos políticos.
Te decían que "los trapos sucios se lavan dentro de casa" y se quedaban tan frescos, ignorando que la democracia es verdad y transparencia. Te decían que "el que se mueva no sale en la foto", cortando de raíz todo atisbo de crítica o cuestionamiento, cuando la democracia exige que los partidos practiquen el debate libre y decidan en libertad. Te decían que "al enemigo ni agua" o que "nunca hay que dejar heridos" en política, sentencias llenas de bajeza y envilecidas que reflejan una concepción miserable y corrupta de la política que no debería tolerarse ni siquiera en países tan destrozados como Mali o Niger.
Durante décadas, los dos grandes partidos políticos españoles, el PP y el PSOE, junto con el nacionalismo catalán, han creado una moral delictiva y antidemocrática que ha conducido a esos partidos y al país hasta donde hoy nos encontramos, sumergidos en un mal de corrupción, abuso y miseria, en el que los militantes se enfrentan a los dirigentes, los dirigentes al secretario general y los ciudadanos a esos partidos-basura que están conduciendo a España hasta el matadero y el fracaso.
La izquierda siempre ha adorado al partido, pero la derecha española le sigue los pasos y también antepone el partido a la nación y la propia conveniencia al interés general.
Acabamos de vivir dos dramas llenos de indecencia: El primero fue la pelea de medio PSOE contra el otro medio, unos defendiendo a Pedro Sánchez y otros queriéndolo aplastar; el segundo ha sido la elección de Rajoy como presidente, a pesar de que su pasado demuestra que incumple sus promesas, engaña, convive con la corrupción y no es un buen gobernante, ni un político ejemplar, solo porque es el menos malo en el negro panorama de la baja política española.
Dos ejemplos que son el más fiel reflejo de la podredumbre reinante en la partitocracia española y las pruebas más convincentes de que de esa gente, habituada ya a vivir en la corrupción, sin valores y anteponiendo, una y otra vez, los propios intereses al bien común, jamás podrá llegar la dignidad, la regeneración y la decencia.
Francisco Rubiales
Durante décadas, esa moral pervertida y miserable que permitía recuadar, extorsionar, robar y hasta aniquilar en nombre del partido, ha estado vigente, tolerada por los militantes y por millones de cobardes que nunca se atrevieron a denunciar lo que era y es una aberración inmoral, antidemocrática, injusta y delictiva.
Esos pervertidos ignoraban que es la sociedad y no el partido la que exige y tiene derecho a la lealtad y que cualquier ciudadano tiene tanto o mas derecho que el mismísimo secretario general a que los militantes de un partido le sean fieles y leales.
Pedro Sánchez es ahora un subversivo dentro del PSOE que pretende viajar por todo el territorio nacional provocando una rebelión en aras de una moral perversa, según la cual los militantes socialistas le deben a él lealtad, cuando es a España a quien únicamente se la deben. Los principios se han trastocado, los valores se han perdido y las conciencias se han hecho una esponja impregnada de orines y excrementos, todos ellos procedentes de las letrinas de los partidos políticos.
Te decían que "los trapos sucios se lavan dentro de casa" y se quedaban tan frescos, ignorando que la democracia es verdad y transparencia. Te decían que "el que se mueva no sale en la foto", cortando de raíz todo atisbo de crítica o cuestionamiento, cuando la democracia exige que los partidos practiquen el debate libre y decidan en libertad. Te decían que "al enemigo ni agua" o que "nunca hay que dejar heridos" en política, sentencias llenas de bajeza y envilecidas que reflejan una concepción miserable y corrupta de la política que no debería tolerarse ni siquiera en países tan destrozados como Mali o Niger.
Durante décadas, los dos grandes partidos políticos españoles, el PP y el PSOE, junto con el nacionalismo catalán, han creado una moral delictiva y antidemocrática que ha conducido a esos partidos y al país hasta donde hoy nos encontramos, sumergidos en un mal de corrupción, abuso y miseria, en el que los militantes se enfrentan a los dirigentes, los dirigentes al secretario general y los ciudadanos a esos partidos-basura que están conduciendo a España hasta el matadero y el fracaso.
La izquierda siempre ha adorado al partido, pero la derecha española le sigue los pasos y también antepone el partido a la nación y la propia conveniencia al interés general.
Acabamos de vivir dos dramas llenos de indecencia: El primero fue la pelea de medio PSOE contra el otro medio, unos defendiendo a Pedro Sánchez y otros queriéndolo aplastar; el segundo ha sido la elección de Rajoy como presidente, a pesar de que su pasado demuestra que incumple sus promesas, engaña, convive con la corrupción y no es un buen gobernante, ni un político ejemplar, solo porque es el menos malo en el negro panorama de la baja política española.
Dos ejemplos que son el más fiel reflejo de la podredumbre reinante en la partitocracia española y las pruebas más convincentes de que de esa gente, habituada ya a vivir en la corrupción, sin valores y anteponiendo, una y otra vez, los propios intereses al bien común, jamás podrá llegar la dignidad, la regeneración y la decencia.
Francisco Rubiales