Los transportistas, como muchos otros españoles, están siendo maltratados por Pedro Sánchez y sus secuaces. Ellos saben que son la espina dorsal de la economía de consumo y que pueden estrangular el país con una huelga. Pero lo que no saben es que al gobierno parece no importarle demasiado que el país quede estrangulado porque no le tiene miedo a que se incremente la pobreza y el Estado del país arruinado se convierta en el repartidor de limosnas para los cada día más numerosos españoles pobres y desvalidos.
El sanchismo legisla y gobierna para acabar con las clases medias y la prosperidad porque sabe que sólo los pobres y los desvalidos, receptores de ayudas públicas, pueden votarles. El socialismo cumple de ese modo la sentencia mundialmente conocida que "funciona hasta que el dinero de los demás se acaba". Entonces, llega la tiranía de un Estado que alimenta a los pobres como si fueran gallinas de una granja.
El hundimiento de España avanza y lo hace bajo una lluvia de impuestos que convierten a España en el único país de Europa que los está subiendo, cuando los demás los bajan para estimular la economía.
¿Por qué el gobierno de España sube los impuestos cuando los demás los bajan y los expertos aconsejan, con rara unanimidad, reducirlos para que las economías florezcan? La única respuesta es que mientras los gobiernos europeos buscan el crecimiento y la prosperidad, el de España parece querer avanzar hacia la pobreza y el atraso, consciente de que sólo pueden votar socialismo las masas pobres y sin futuro, dependientes de las limosnas públicas.
Es trágico y canalla, pero muchos creen que es así.
El Comité Nacional del Transporte ha anunciado la convocatoria de un paro de tres días, entre el 20 y el 22 de diciembre en protesta por el “abandono” que afirman sufrir por parte del Gobierno. La huelga, comunicada tras una reunión con el director general de Transporte Terrestre, Jaime Moreno, responde, sobre todo, a las “subidas desorbitadas” en el coste del gasóleo que “han dado la puntilla a un sector muy tocado desde antes de la pandemia”. El diésel supone alrededor de la tercera parte de los costes del gremio.
El último paro nacional del sector se produjo en junio de 2008, en los albores de la crisis económica, y provocó fuertes atascos y desabastecimiento de combustible.
El encarecimiento del gasóleo este año ha sido la gota que ha colmado un vaso, el de los transportistas, que estaba lleno desde hace tiempo. Ellos son conscientes de que la mitad del precio de los combustibles se los lleva el gobierno en impuestos y creen que Sánchez y los suyos deben reducir su parte de la tarta para ayudar a sectores atribulados y en crisis extrema, como el del transporte.
En el comunicado en el que anuncian el paro, los representantes del colectivo aluden también a los “varios años” de negociación en torno a asuntos espinosos, como la prohibición de que los conductores realicen la carga y descarga de los tráilers, la euroviñeta —una forma de peaje—, la revisión automática de las tarifas para reflejar el alza del combustible —que, a su juicio, no se está cumpliendo— o la construcción de áreas de descanso seguras.
Las amenazas de nuevos impuestos, como el pago por circular por las carreteras, pesa mucho en la decisión de ir a la huelga porque los camioneros saben que los impuestos abusivos y la codicia desenfrenada del gobierno son sus enemigos.
Una huelga de transportes en la ya "tocada" y débil España actual sería de extrema gravedad por sus efectos en la economía y el abastecimiento de productos. Además, encarecería muchos productos, incrementaría la inflación y generaría más angustia y desasosiego en la ya maltratada y en declive sociedad española, que es, probablemente, una de las peor gobernadas del mundo.
Francisco Rubiales
El sanchismo legisla y gobierna para acabar con las clases medias y la prosperidad porque sabe que sólo los pobres y los desvalidos, receptores de ayudas públicas, pueden votarles. El socialismo cumple de ese modo la sentencia mundialmente conocida que "funciona hasta que el dinero de los demás se acaba". Entonces, llega la tiranía de un Estado que alimenta a los pobres como si fueran gallinas de una granja.
El hundimiento de España avanza y lo hace bajo una lluvia de impuestos que convierten a España en el único país de Europa que los está subiendo, cuando los demás los bajan para estimular la economía.
¿Por qué el gobierno de España sube los impuestos cuando los demás los bajan y los expertos aconsejan, con rara unanimidad, reducirlos para que las economías florezcan? La única respuesta es que mientras los gobiernos europeos buscan el crecimiento y la prosperidad, el de España parece querer avanzar hacia la pobreza y el atraso, consciente de que sólo pueden votar socialismo las masas pobres y sin futuro, dependientes de las limosnas públicas.
Es trágico y canalla, pero muchos creen que es así.
El Comité Nacional del Transporte ha anunciado la convocatoria de un paro de tres días, entre el 20 y el 22 de diciembre en protesta por el “abandono” que afirman sufrir por parte del Gobierno. La huelga, comunicada tras una reunión con el director general de Transporte Terrestre, Jaime Moreno, responde, sobre todo, a las “subidas desorbitadas” en el coste del gasóleo que “han dado la puntilla a un sector muy tocado desde antes de la pandemia”. El diésel supone alrededor de la tercera parte de los costes del gremio.
El último paro nacional del sector se produjo en junio de 2008, en los albores de la crisis económica, y provocó fuertes atascos y desabastecimiento de combustible.
El encarecimiento del gasóleo este año ha sido la gota que ha colmado un vaso, el de los transportistas, que estaba lleno desde hace tiempo. Ellos son conscientes de que la mitad del precio de los combustibles se los lleva el gobierno en impuestos y creen que Sánchez y los suyos deben reducir su parte de la tarta para ayudar a sectores atribulados y en crisis extrema, como el del transporte.
En el comunicado en el que anuncian el paro, los representantes del colectivo aluden también a los “varios años” de negociación en torno a asuntos espinosos, como la prohibición de que los conductores realicen la carga y descarga de los tráilers, la euroviñeta —una forma de peaje—, la revisión automática de las tarifas para reflejar el alza del combustible —que, a su juicio, no se está cumpliendo— o la construcción de áreas de descanso seguras.
Las amenazas de nuevos impuestos, como el pago por circular por las carreteras, pesa mucho en la decisión de ir a la huelga porque los camioneros saben que los impuestos abusivos y la codicia desenfrenada del gobierno son sus enemigos.
Una huelga de transportes en la ya "tocada" y débil España actual sería de extrema gravedad por sus efectos en la economía y el abastecimiento de productos. Además, encarecería muchos productos, incrementaría la inflación y generaría más angustia y desasosiego en la ya maltratada y en declive sociedad española, que es, probablemente, una de las peor gobernadas del mundo.
Francisco Rubiales