África se agota y muere. Es una historia de ruina, intereses y ambiciones. Cada uno de los que allí fueron, llegaron en conquista, colonización y aprovechamiento. Iban a sacar y extraer, nunca a dar y cooperar.
La ONG, Oxfam, cuyo personal, trabajando día y noche, está al límite de sus fuerzas, comunica que 100.000 personas se quedarán sin agua potable en el Este del Chad, si no consigue más combustible y personal suficiente para operar las bombas. Los combates, en Yamena, han cortado el suministro de agua a los 470.000 refugiados y desplazados, que dependen de la ayuda humanitaria: "Pedimos a la ONU y a otros donantes que organicen un puente aéreo desde Camerún y una línea segura de suministro de alimentos y carburante que nos permita seguir llevando agua limpia y ayuda humanitaria a esos damnificados", en su mayoría, procedentes del conflicto de Darfur.
La organización advierte que le quedan víveres solamente para veinte días; si no mejora la situación y la seguridad, se verán expuestos a la escasez de fondos, carburante y alimentos en las tres próximas semanas. Las luchas han aislado la región oriental del resto del país y del mundo desde hace una semana.
A su vez, Cáritas de Camerún ha movilizado a cuatrocientos voluntarios y cuarenta técnicos, para apoyar el plan de respuesta humanitaria que ha puesto en marcha para atender a los más de 50.000 refugiados chadianos que han cruzado la frontera en los últimos días huyendo de los enfrentamientos armados (Informa la agencia EFE).
El drama humano es ingente; no lo detiene la ayuda humanitaria ni los planes de damnificados. El hambre no entiende de fronteras, busca el silencio de los odios y de las armas y calmar las iras del estómago. La tierra y sus productos se han hecho para todo hombre. La raíz está en el injusto reparto, en la ambición y explotación y en la rapiña. Escritores de este drama terrible son los países colonizadores que sólo fueron a lo suyo, las naciones ricas que sólo piensan en dominar y acumular riqueza y sus propios gobiernos que los tiranizan, mientras engordan sus negras panzas. Unos y otros no fueron ni van a llevarles la justicia y libertad, a enseñarlos a producir, a extraer los bienes de la tierra y a leer. Han ido y van a esquilmarlos, a someterlos y a dejarlos enzarzados en luchas intestinas y, curiosamente, pertrechados de armas, cuyo uso sí que les enseñaron; era necesario, para sangrarlos luego, con su venta y seguir amasando pingües fortunas. No llevaron el arado y el tractor, no sustituyeron las pateras por las redes de pesca, no les proporcionaron las semillas ni abrieron pozos. Sólo pusieron la pistola y la metralla, el reguero de sangre y el mordisco hiriente de la hambruna extrema.
Así, mordidos por el horror y el hambre nos llegan en riadas esos inmigrantes africanos, en su travesía oscura y tenebrosa, extenuados bajo un sol de furia entre las olas; hacinados en los barquillos traen quemaduras en el alma, heridas infectadas de sed y angustia, pero risueños. Vienen con la mirada perdida, desorientados, ateridos, pero contentos y se echan al suelo y abrazan la tierra que es Europa.
África precisa colaboración y desarrollo, justicia y fraternidad.
Camilo Valverde
La ONG, Oxfam, cuyo personal, trabajando día y noche, está al límite de sus fuerzas, comunica que 100.000 personas se quedarán sin agua potable en el Este del Chad, si no consigue más combustible y personal suficiente para operar las bombas. Los combates, en Yamena, han cortado el suministro de agua a los 470.000 refugiados y desplazados, que dependen de la ayuda humanitaria: "Pedimos a la ONU y a otros donantes que organicen un puente aéreo desde Camerún y una línea segura de suministro de alimentos y carburante que nos permita seguir llevando agua limpia y ayuda humanitaria a esos damnificados", en su mayoría, procedentes del conflicto de Darfur.
La organización advierte que le quedan víveres solamente para veinte días; si no mejora la situación y la seguridad, se verán expuestos a la escasez de fondos, carburante y alimentos en las tres próximas semanas. Las luchas han aislado la región oriental del resto del país y del mundo desde hace una semana.
A su vez, Cáritas de Camerún ha movilizado a cuatrocientos voluntarios y cuarenta técnicos, para apoyar el plan de respuesta humanitaria que ha puesto en marcha para atender a los más de 50.000 refugiados chadianos que han cruzado la frontera en los últimos días huyendo de los enfrentamientos armados (Informa la agencia EFE).
El drama humano es ingente; no lo detiene la ayuda humanitaria ni los planes de damnificados. El hambre no entiende de fronteras, busca el silencio de los odios y de las armas y calmar las iras del estómago. La tierra y sus productos se han hecho para todo hombre. La raíz está en el injusto reparto, en la ambición y explotación y en la rapiña. Escritores de este drama terrible son los países colonizadores que sólo fueron a lo suyo, las naciones ricas que sólo piensan en dominar y acumular riqueza y sus propios gobiernos que los tiranizan, mientras engordan sus negras panzas. Unos y otros no fueron ni van a llevarles la justicia y libertad, a enseñarlos a producir, a extraer los bienes de la tierra y a leer. Han ido y van a esquilmarlos, a someterlos y a dejarlos enzarzados en luchas intestinas y, curiosamente, pertrechados de armas, cuyo uso sí que les enseñaron; era necesario, para sangrarlos luego, con su venta y seguir amasando pingües fortunas. No llevaron el arado y el tractor, no sustituyeron las pateras por las redes de pesca, no les proporcionaron las semillas ni abrieron pozos. Sólo pusieron la pistola y la metralla, el reguero de sangre y el mordisco hiriente de la hambruna extrema.
Así, mordidos por el horror y el hambre nos llegan en riadas esos inmigrantes africanos, en su travesía oscura y tenebrosa, extenuados bajo un sol de furia entre las olas; hacinados en los barquillos traen quemaduras en el alma, heridas infectadas de sed y angustia, pero risueños. Vienen con la mirada perdida, desorientados, ateridos, pero contentos y se echan al suelo y abrazan la tierra que es Europa.
África precisa colaboración y desarrollo, justicia y fraternidad.
Camilo Valverde