El paro camina imparable hacia la fatídica cifra de los tres millones; y este Gobierno, que se dice socialista, sigue, salvo sus tímidas y frágiles medidas, sin atajar seriamente esta crisis económica. Hasta los neófitos en economía vieron y advirtieron ya, a principios del 07, que se avecinaban las vacas flacas, a causa, es cierto, de la situación internacional, pero, sin duda, por la desastrosa gestión gubernamental, el despilfarro y, en especial, por la inopia y pasividad de los responsables del área económica. No se puede soportar impasiblemente la caída en el pozo del desempleo a tantas criaturas cada día, que no alcanzarán a llevar el pan a su mesa. España registra el mayor incremento y se convierte en el país de mayor tasa de paro de la UE. El 25% de los jóvenes españoles está en paro.
En lugar de zafarse de esa gente inútil, y consultar y estudiar con expertos el modo de solventar el problema y aplicar los remedios necesarios y contundentes, llaman al ínclito juez, para hurgar y listar los muertos y a una pléyade de amiguetes proclives al aborto, exterminio de la vida naciente, para distraer y ocultar la terrible crisis. Y el colmo de la cuestión está, en que a pesar de que los socialistas estuvieron antes trece años, en el poder y, ahora cinco, culpan, en su bífido talante lenguaraz, a los gobiernos del PP, de que hayan aumentado las mujeres y las clínicas que practican el aborto. “España, ha dicho G. Pons, está en una profunda crisis y al Gobierno sólo se le ocurre el suicidio”. Pero quédense tranquilos, con estos debates, carentes de urgencia, consenso y necesidad social, no van a poder solapar la crisis.
Significativamente, retumba, por las esquinas, alarmante, el silencio de los tan vocingleros sindicatos, así como el de aquellos grupúsculos de los autodenominados “intelectuales” tan callados y escondidos ahora al abrigo de beneficios. A la sombra de la dádiva, unos y otros sestean inmunes su enmudecida algarabía.
Zapatero, en su total inoperancia, no es consciente del grave azote de la crisis que despunta una gran inestabilidad política; y, como siempre, se recluye tras sus cortinas de humo en vez de fajarse y adoptar prontos y vitalizantes antídotos. España siempre ha vivido la tragedia de la división, de la confrontación y del enfrentamiento; remover esa herida supone difundir el hediondo olor de la historia española. Ya dijo Américo Castro que España necesita “vacunas que inmunicen contra el cainismo y la autodestrucción”
Es preciso, dicen voces autorizadas, limitar el gasto público, imponer la austeridad, planificar el ahorro energético público, reducir “costes excesivos”, suprimir los altos cargos “superfluos”, y disminuir el sueldo de diputados, senadores y altos cargos del Gobierno, de CCAA y grandes municipios. Esto de las Autonomías es una sangría costosísima e innecesaria, que había que cortar por lo sano; véase la que traen con la reforma del modelo de financiación autonómica. Se ha de incentivar el crecimiento y la creación de empleo mediante una reforma fiscal que incremente la deducción por vivienda habitual, un aumento de la base de deducción y la reducción del tipo impositivo del impuesto de sociedades a las pymes. En cuanto a la loca subida de los precios, se debe aumentar la competencia, garantizar la unidad de mercado creando un marco institucional para su vigilancia y liberar el sector servicios, aumentar la competitividad y recuperar los incentivos fiscales.
Ahora, cuando se exige ahorro y contención, en una irresponsabilidad sin límites, echan mano de los fondos de reserva de la Seguridad Social, que son intangibles y un despilfarro que esquilma las arcas del Estado.
C. V. Mudarra
En lugar de zafarse de esa gente inútil, y consultar y estudiar con expertos el modo de solventar el problema y aplicar los remedios necesarios y contundentes, llaman al ínclito juez, para hurgar y listar los muertos y a una pléyade de amiguetes proclives al aborto, exterminio de la vida naciente, para distraer y ocultar la terrible crisis. Y el colmo de la cuestión está, en que a pesar de que los socialistas estuvieron antes trece años, en el poder y, ahora cinco, culpan, en su bífido talante lenguaraz, a los gobiernos del PP, de que hayan aumentado las mujeres y las clínicas que practican el aborto. “España, ha dicho G. Pons, está en una profunda crisis y al Gobierno sólo se le ocurre el suicidio”. Pero quédense tranquilos, con estos debates, carentes de urgencia, consenso y necesidad social, no van a poder solapar la crisis.
Significativamente, retumba, por las esquinas, alarmante, el silencio de los tan vocingleros sindicatos, así como el de aquellos grupúsculos de los autodenominados “intelectuales” tan callados y escondidos ahora al abrigo de beneficios. A la sombra de la dádiva, unos y otros sestean inmunes su enmudecida algarabía.
Zapatero, en su total inoperancia, no es consciente del grave azote de la crisis que despunta una gran inestabilidad política; y, como siempre, se recluye tras sus cortinas de humo en vez de fajarse y adoptar prontos y vitalizantes antídotos. España siempre ha vivido la tragedia de la división, de la confrontación y del enfrentamiento; remover esa herida supone difundir el hediondo olor de la historia española. Ya dijo Américo Castro que España necesita “vacunas que inmunicen contra el cainismo y la autodestrucción”
Es preciso, dicen voces autorizadas, limitar el gasto público, imponer la austeridad, planificar el ahorro energético público, reducir “costes excesivos”, suprimir los altos cargos “superfluos”, y disminuir el sueldo de diputados, senadores y altos cargos del Gobierno, de CCAA y grandes municipios. Esto de las Autonomías es una sangría costosísima e innecesaria, que había que cortar por lo sano; véase la que traen con la reforma del modelo de financiación autonómica. Se ha de incentivar el crecimiento y la creación de empleo mediante una reforma fiscal que incremente la deducción por vivienda habitual, un aumento de la base de deducción y la reducción del tipo impositivo del impuesto de sociedades a las pymes. En cuanto a la loca subida de los precios, se debe aumentar la competencia, garantizar la unidad de mercado creando un marco institucional para su vigilancia y liberar el sector servicios, aumentar la competitividad y recuperar los incentivos fiscales.
Ahora, cuando se exige ahorro y contención, en una irresponsabilidad sin límites, echan mano de los fondos de reserva de la Seguridad Social, que son intangibles y un despilfarro que esquilma las arcas del Estado.
C. V. Mudarra