Tampoco abundan en los despachos de Génova informes que recomienden al PP la única terapia que puede salvarlos: resetear el partido, cambiarlo de nombre, expulsar de la dirección a las momias del pasado y a todo el que haya tenido poder en los tiempos oscuros de la corrupción, pedir perdón a los españoles por sus errores y daños causados y adoptar la decencia y la democracia como cimientos de su ideología, que debe ser liberal y defender las libertades frente al asalto liberticida de los estalistas y los casi totalitarios de la izquierda, enemigos de las libertades individuales.
El gran error de Casado ha sido no regenerar el PP y someterlo únicamente a una ligera sesión de cosmética, sin darse cuenta de que lo que recibía de Rajoy no era un partido sino un manojo de despojos lleno de fracaso.
La derecha en España ha sido tan torpe y estúpida que se ha suicidado. Si hubiera gobernado bien, ahora estaría en el poder y tendría asegurado el control de España durante décadas, pero la torpeza y la arrogancia les han llevado hasta el precipicio y ha convertido al ruinoso PSOE en un partido ganador.
Después de Felipe González, el socialismo estaba hacho trizas por el fracaso económico y la corrupción, pero Aznar logró lo que parecía imposible: resucitar al enfermo terminal, que finalmente logró arrebatarle el gobierno a la derecha, aunque tuviera que hacerlo sobre el pedestal de los cadáveres y la histeria colectiva de los atentados de Atocha. Una vez más, la izquierda, después del terrible fracaso de Zapatero, estaba noqueada y el PSOE en peligro de desaparecer, pero llegó Rajoy y actúo como salvavidas del socialismo. Condecoró a Zapatero, dejó intactas sus leyes, desde la pésima ley de educación hasta la nefasta ley de Memoria Histórica, y siguió mimando a los catalanes y vascos, cebando el nacionalismo, que ya se estaba haciendo separatista y golpista.
El pueblo español entregó a Rajoy una generosa mayoría absoluta para que recondujera al país y lo salvara de los desastres del zapaterismo, pero Rajoy no hizo nada y se dedicó a acumular cobardías, errores y suciedades, hasta enterrar a su partido en el cieno: logró lo que parecía imposible, que el PP superara al PSOE en corrupción y abuso de poder; despreció a los ciudadanos y se alejó de ellos, pervirtió la democracia, que en España ya estaba en ruinas, permitió al avaro Montoro esquilmar a los españoles con impuestos, cuando había prometido bajarlos, arruinó la caja de las pensiones, endeudó al país hasta la locura, engordó un Estado que ya estaba gravemente enfermo de obesidad mórbida y era insostenible, huyó del liberalismo, ideología propia de las derechas, y se arrojó en brazos de la socialdemocracia, una ideología que en el resto del mundo estaba en bancarrota, gestionó como un becerro aturdido la crisis catalana, ayudó de manera suicida a la prensa de izquierdas y abandonó a los medios conservadores, acosó a las clases medias en lugar de fortalecerlas y convirtió a su gobierno en una máquina de decir mentiras.
Mas que para fortalecer a la derecha, el gobierno de Rajoy trabajó para inyectar oxígeno y vida a un socialismo que estaba noqueado y que, cuando recuperó el fuelle y se sintió fuerte, le clavó el cuchillo con una moción de censura ante la que Rajoy y su partido reaccionaron como idiotas.
Ante los errores y fracasos de la derecha, los españoles sintieron la necesidad de huir del PP y de refugiarse en otras opciones más limpias y esperanzadoras, como Ciudadanos y VOX.
La Historia no considerará a Rajoy un cobarde sino un inútil, lo que es mucho más grave. Al cobarde se le comprende y se le perdona, pero el inútil no tiene cura y se le desecha.
En el siglo XXI, el mal gobierno se paga y el PP lo está pagando hoy con dureza.
Francisco Rubiales
El gran error de Casado ha sido no regenerar el PP y someterlo únicamente a una ligera sesión de cosmética, sin darse cuenta de que lo que recibía de Rajoy no era un partido sino un manojo de despojos lleno de fracaso.
La derecha en España ha sido tan torpe y estúpida que se ha suicidado. Si hubiera gobernado bien, ahora estaría en el poder y tendría asegurado el control de España durante décadas, pero la torpeza y la arrogancia les han llevado hasta el precipicio y ha convertido al ruinoso PSOE en un partido ganador.
Después de Felipe González, el socialismo estaba hacho trizas por el fracaso económico y la corrupción, pero Aznar logró lo que parecía imposible: resucitar al enfermo terminal, que finalmente logró arrebatarle el gobierno a la derecha, aunque tuviera que hacerlo sobre el pedestal de los cadáveres y la histeria colectiva de los atentados de Atocha. Una vez más, la izquierda, después del terrible fracaso de Zapatero, estaba noqueada y el PSOE en peligro de desaparecer, pero llegó Rajoy y actúo como salvavidas del socialismo. Condecoró a Zapatero, dejó intactas sus leyes, desde la pésima ley de educación hasta la nefasta ley de Memoria Histórica, y siguió mimando a los catalanes y vascos, cebando el nacionalismo, que ya se estaba haciendo separatista y golpista.
El pueblo español entregó a Rajoy una generosa mayoría absoluta para que recondujera al país y lo salvara de los desastres del zapaterismo, pero Rajoy no hizo nada y se dedicó a acumular cobardías, errores y suciedades, hasta enterrar a su partido en el cieno: logró lo que parecía imposible, que el PP superara al PSOE en corrupción y abuso de poder; despreció a los ciudadanos y se alejó de ellos, pervirtió la democracia, que en España ya estaba en ruinas, permitió al avaro Montoro esquilmar a los españoles con impuestos, cuando había prometido bajarlos, arruinó la caja de las pensiones, endeudó al país hasta la locura, engordó un Estado que ya estaba gravemente enfermo de obesidad mórbida y era insostenible, huyó del liberalismo, ideología propia de las derechas, y se arrojó en brazos de la socialdemocracia, una ideología que en el resto del mundo estaba en bancarrota, gestionó como un becerro aturdido la crisis catalana, ayudó de manera suicida a la prensa de izquierdas y abandonó a los medios conservadores, acosó a las clases medias en lugar de fortalecerlas y convirtió a su gobierno en una máquina de decir mentiras.
Mas que para fortalecer a la derecha, el gobierno de Rajoy trabajó para inyectar oxígeno y vida a un socialismo que estaba noqueado y que, cuando recuperó el fuelle y se sintió fuerte, le clavó el cuchillo con una moción de censura ante la que Rajoy y su partido reaccionaron como idiotas.
Ante los errores y fracasos de la derecha, los españoles sintieron la necesidad de huir del PP y de refugiarse en otras opciones más limpias y esperanzadoras, como Ciudadanos y VOX.
La Historia no considerará a Rajoy un cobarde sino un inútil, lo que es mucho más grave. Al cobarde se le comprende y se le perdona, pero el inútil no tiene cura y se le desecha.
En el siglo XXI, el mal gobierno se paga y el PP lo está pagando hoy con dureza.
Francisco Rubiales