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A VECES, EL SILENCIO ES LA PEOR MENTIRA (Unamuno)



Reproducimos hoy un valioso comentario firmado por Albatros, activo lector de Voto en Blanco, convertido en post por su calidad e interés:
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Es un enigma para mí el por qué nos resulta inaudible el grito de los parados, como lo es también el enmudecimiento de los sindicatos, la práctica imperceptibilidad de la oposición, o el clamoroso silencio de un tejido social, que aguanta casi todo.

Hay quien dice que las subvenciones gubernamentales, al más puro estilo cortijero andaluz, con su toma y daca, y la economía sumergida, con sus pluri-negri-sueldos, explicarían muchos, muchísimos silencios… Y quizás no les falte razón.

Pero lo cierto es que hay un silencio “estruendoso” en nuestra España, que contrasta vivamente con la situación extrema que vive y el grado de deterioro en el que se encuentra.

Creo que fue el trompetista de jazz Miles Davis quien afirmó que “el silencio es el ruido más fuerte, quizás el más fuerte de los ruidos”; y ciertamente, su clamor, el clamor de ese silencio (no sé si cómplice) se deja oir de manera estrepitosa en la España de Zapatero.

Y es que es tal el clamor que, en mi opinión, no podría explicarse si no encerrase en sí mismo el más profundo desprecio hacia el poder y sus resortes.

Fue Vicente Gar Mar quien afirmó que “cuesta más responder con gracia y mansedumbre, que callar con desprecio. El silencio es a veces una mala respuesta, una respuesta amarguísima”. Y es que, como decía nuestro universal Miguel de Unamuno: “A veces, el silencio es la peor mentira”.

Ándense, pues, con ojo nuestros gobernantes. Se creen inalcanzables, invulnerables, invencibles, sirviéndose de todos los resortes del poder y disponiendo de los recursos del Estado a su exclusivo servicio. Piensan los políticos que pueden hacer y deshacer a su antojo, en la más absoluta impunidad; y obvian el sentir de un pueblo que ve, sufridamente, cómo se desangra su nación, y cómo se entierra, en el putrefacto fango de la corrupción generalizada, de la utilización política partidista descarada, y del abuso continuado de un poder que detentan bajo el disfraz de demócratas, la escasa decencia y dignidad que le queda como pueblo.

El optimismo antropológico zapaterino esparce el mensaje que Maurice Maeterlinck sintetizó en una frase: “A veces, mejor que combatir o querer salir de una desgracia, es intentar ser feliz dentro de ella, aceptándola”.

Pero, ¡qué más quisieran que calase hasta el tuétano tal aberración!

Uno de mis filósofos preferidos, François de la Rochefoucauld, decía que “el silencio es el partido más seguro para el que desconfía de sí mismo”. Y quizás ésa sea la raíz del problema que aqueja a nuestra maltrecha nación; quizás es más que importante, por necesario y urgente, que la sociedad española confíe en sí misma y en su capacidad de regeneración, para limpiar, antes de que sea demasiado tarde, si acaso no lo fuese ya, los parásitos que hoy pueblan su carcomida “piel de toro”.

No debemos olvidar que “cuando la voz de un enemigo acusa, el silencio de un amigo condena”, como bien dejó dicho Ana de Austria (la reina francesa, madre de Luis XIV, no la reina española, esposa de Felipe II). Y es que ¡ya está bien de agachar la cabeza y pasar desapercibidos!, ¡basta ya de humillaciones y vejaciones a nuestra nación y a los ciudadanos que pretenden ser y opinar libremente!

Ya en el siglo XX, ante la evolución de los acontecimientos en tan convulsos tiempos, el genial Albert Einstein afirmaba: “caracteriza, en mi opinión, a nuestra época, la perfección de medios y la confusión de fines”. ¡Qué diría en estos tiempos!

A lo peor, es que nos pasa a todos lo que decía Mark Twain cuando preguntaba: ¿por qué nos alegramos en la bodas y lloramos en los funerales?... a lo que él mismo respondía diciendo: “pues porque no somos la persona involucrada”.

Da qué pensar... sí señor.

Albatros

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Lunes, 21 de Septiembre 2009
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