Todo quisque, o sea, cualquier hijo de vecino o ciudadano de a pie, debería de saber que en la Comunidad Autónoma Vasca (CAV) y la Foral de Navarra, en los albores del siglo XXI, a día de hoy, la sociedad vasconavarra, adulta (y si adulterada, en todo caso, por la culpa y pésima influencia de ETA) y cuerda, no precisa que nadie la redima de nada, ni tolera que nadie la tutele; tampoco está dispuesta a que le hagan la vida imposible, quiero decir que no consiente en que le hagan comulgar con las gigantescas aspas de los modernos aerogeneradores (que pueden observarse por doquier; aquí y allá; en buena parte de los territorios forales donde Eolo sopla), sobre todo, cuando la (des)banda(da) terrorista, que vuelve a postularse, una vez más (y van... ni se sabe), como salvadora de la patria, pretende autojustificar sus “atentadetillos” (por tal nombre se conocen los avisos de que “o pagas o te pegamos un susto con mayor disgusto”) o “atentadetazos”, sus gestas indigestas.
Y es que, hoy en día, ya no se lleva nada (porque carece de todo predicamento) la “neolengua” de los etarras, la monserga, plagada de eufemismos, de las (er)ratas.
José Beola, el propietario de la discoteca “Bordatxo” (que saltó por los aires, hecha trizas), de Doneztebe/Santesteban, Navarra, motejado por ETA en un reciente comunicado de “salikari” (chivato o confidente, en euskera), ha tenido los dídimos y la dignidad de hacer frente a los terroristas y de tratarles de lo que, otrosí, son, mendaces. ETA atentó contra la discoteca del susodicho, José Beola, porque éste se negó a pagar los más de 45.000 euros que le exigían los desalmados en concepto de “impuesto revolucionario”, expresión tan acéfala como ápoda.
Ángel Sáez García
Y es que, hoy en día, ya no se lleva nada (porque carece de todo predicamento) la “neolengua” de los etarras, la monserga, plagada de eufemismos, de las (er)ratas.
José Beola, el propietario de la discoteca “Bordatxo” (que saltó por los aires, hecha trizas), de Doneztebe/Santesteban, Navarra, motejado por ETA en un reciente comunicado de “salikari” (chivato o confidente, en euskera), ha tenido los dídimos y la dignidad de hacer frente a los terroristas y de tratarles de lo que, otrosí, son, mendaces. ETA atentó contra la discoteca del susodicho, José Beola, porque éste se negó a pagar los más de 45.000 euros que le exigían los desalmados en concepto de “impuesto revolucionario”, expresión tan acéfala como ápoda.
Ángel Sáez García