Ayer, tras conocerse y trascender los datos definitivos que arrojaron los comicios municipales y autonómicos (en 13 de las 17 CC AA), quienes más han trabajado mentalmente en todos los partidos políticos que concurrieron a las citadas elecciones y obtuvieron representantes han sido, sin ninguna duda, sus respectivos perillanes, esos tipos mañosos y sagaces, expertos en cazar al vuelo y/o pescar sin anzuelo aquellos datos singulares que tienen la rara capacidad o disfrutan de la doble condición de beneficiar al máximo y perjudicar lo mínimo.
Seguramente, usted, desocupado lector, habrá leído y escuchado en las últimas horas varios razonamientos ideados por los susodichos perillanes. Así, teniendo (y aun sin tener –o tomar en consideración-) en cuenta lo afirmado durante la campaña electoral por el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero (que ganaría los comicios el partido que obtuviera más votos en las elecciones), el PP ha ganado los comicios del 27-M. Por apenas 150.000 sufragios, pero los ha ganado. Tanto la verdad como la victoria son incuestionables. Además, son los mejores resultados obtenidos por el PP en toda su Historia en unas municipales y autonómicas. Ahora bien, una vez urdido lo incontestable y habiendo dejado constancia de lo precipuo, es posible poner muchas pegas o peros a dicha victoria, hacer innumerables salvedades. Verbigracia, podemos insistir en la idea de que el PP ha ganado, porque ha sacado más votos y más alcaldes, pero el PSOE ha cosechado más concejales y, seguramente, va a tener más cuota de poder de la que ya disponía.
Tomando siempre los resultados ciertos, ciertísimos, dependiendo de los planteamientos que hagamos, o sea, de las prótasis que coloquemos o usemos (por ejemplo ésta, aireada por el secretario de Organización del PSOE, José Blanco, según la cual, si obviamos lo ocurrido en Madrid –no sé si se dio cuenta de la puya sutil que le lanzó a Sebastián e, incluso, yendo un poco más lejos, al propio Zapatero, por ser el diseñador o responsable último del desaguisado-, el PSOE ha obtenido 250.000 votos más que el PP en el resto), las apódosis son más beneficiosas para los “hunos” y más perjudiciales para los “hotros”.
Está claro, cristalino, que en bastantes ayuntamientos y varias CC AA los partidos que han ganado, seguramente, no van (porque otros formarán mayoría) a gobernar.
En Navarra, UPN ha ganado los comicios; incluso ha subido un punto (del 41 al 42) su porcentaje, pero ha merecido, por el democrático y ciertamente caprichoso reparto de la ley, método o sistema d´Hondt (en homenaje u honor del político belga Victor d´Hondt) un diputado autonómico menos. Si el resto de formaciones se coaligan, UPN perderá el poder foral. Lo propio puede ocurrir en el ayuntamiento de Pamplona.
En Baleares, mutatis mutandis, al partido liderado por Jaime Matas puede sucederle tres cuartas partes o lo mismo que a la formación dirigida por Miguel Sanz.
El PP ha ganado de calle, arrasando o vapuleando en Madrid, Valencia, Murcia, Castilla y León y La Rioja. El PSOE ha salido airoso del compromiso electoral en Asturias, Aragón, Extremadura, Castilla-La Mancha.
Si en Canarias la apuesta personal de José Luis Rodríguez Zapatero, proponiendo al ex ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar, como candidato, ha salido bien (al ser el PSOE el partido más votado en el archipiélago afortunado, aunque eso no le asegura que vaya a ostentar el poder), quiero decir que es la cara; en Madrid, su candidato, Miguel Sebastián (acaso se lo haya ganado a pulso, por su comportamiento torpe –prefiero pensar esto a que sea malévolo-) ha cosechado un clamoroso fracaso, su cruz.
A los “hunos” y a los “hotros” me gustaría decirles que convendría no echar las campanas al vuelo ni dormirse en los laureles, porque, que hasta ahora el partido que ha ganado en votos las municipales ganaba también las generales no es una ley, sino una simple estadística o tendencia. Y ya se sabe, las estadísticas están para romperlas.
Ignoro si lo expuesto ha quedado meridiano, pero, básicamente, he pretendido sostener la misma tesis que defendió Epicteto de Frigia in illo témpore, y que él logró concentrar en estas pocas palabras: “Todos los asuntos tienen dos asas: por una son manejables, por la otra no”.
E. S. O., un andoba de Cornago
Seguramente, usted, desocupado lector, habrá leído y escuchado en las últimas horas varios razonamientos ideados por los susodichos perillanes. Así, teniendo (y aun sin tener –o tomar en consideración-) en cuenta lo afirmado durante la campaña electoral por el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero (que ganaría los comicios el partido que obtuviera más votos en las elecciones), el PP ha ganado los comicios del 27-M. Por apenas 150.000 sufragios, pero los ha ganado. Tanto la verdad como la victoria son incuestionables. Además, son los mejores resultados obtenidos por el PP en toda su Historia en unas municipales y autonómicas. Ahora bien, una vez urdido lo incontestable y habiendo dejado constancia de lo precipuo, es posible poner muchas pegas o peros a dicha victoria, hacer innumerables salvedades. Verbigracia, podemos insistir en la idea de que el PP ha ganado, porque ha sacado más votos y más alcaldes, pero el PSOE ha cosechado más concejales y, seguramente, va a tener más cuota de poder de la que ya disponía.
Tomando siempre los resultados ciertos, ciertísimos, dependiendo de los planteamientos que hagamos, o sea, de las prótasis que coloquemos o usemos (por ejemplo ésta, aireada por el secretario de Organización del PSOE, José Blanco, según la cual, si obviamos lo ocurrido en Madrid –no sé si se dio cuenta de la puya sutil que le lanzó a Sebastián e, incluso, yendo un poco más lejos, al propio Zapatero, por ser el diseñador o responsable último del desaguisado-, el PSOE ha obtenido 250.000 votos más que el PP en el resto), las apódosis son más beneficiosas para los “hunos” y más perjudiciales para los “hotros”.
Está claro, cristalino, que en bastantes ayuntamientos y varias CC AA los partidos que han ganado, seguramente, no van (porque otros formarán mayoría) a gobernar.
En Navarra, UPN ha ganado los comicios; incluso ha subido un punto (del 41 al 42) su porcentaje, pero ha merecido, por el democrático y ciertamente caprichoso reparto de la ley, método o sistema d´Hondt (en homenaje u honor del político belga Victor d´Hondt) un diputado autonómico menos. Si el resto de formaciones se coaligan, UPN perderá el poder foral. Lo propio puede ocurrir en el ayuntamiento de Pamplona.
En Baleares, mutatis mutandis, al partido liderado por Jaime Matas puede sucederle tres cuartas partes o lo mismo que a la formación dirigida por Miguel Sanz.
El PP ha ganado de calle, arrasando o vapuleando en Madrid, Valencia, Murcia, Castilla y León y La Rioja. El PSOE ha salido airoso del compromiso electoral en Asturias, Aragón, Extremadura, Castilla-La Mancha.
Si en Canarias la apuesta personal de José Luis Rodríguez Zapatero, proponiendo al ex ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar, como candidato, ha salido bien (al ser el PSOE el partido más votado en el archipiélago afortunado, aunque eso no le asegura que vaya a ostentar el poder), quiero decir que es la cara; en Madrid, su candidato, Miguel Sebastián (acaso se lo haya ganado a pulso, por su comportamiento torpe –prefiero pensar esto a que sea malévolo-) ha cosechado un clamoroso fracaso, su cruz.
A los “hunos” y a los “hotros” me gustaría decirles que convendría no echar las campanas al vuelo ni dormirse en los laureles, porque, que hasta ahora el partido que ha ganado en votos las municipales ganaba también las generales no es una ley, sino una simple estadística o tendencia. Y ya se sabe, las estadísticas están para romperlas.
Ignoro si lo expuesto ha quedado meridiano, pero, básicamente, he pretendido sostener la misma tesis que defendió Epicteto de Frigia in illo témpore, y que él logró concentrar en estas pocas palabras: “Todos los asuntos tienen dos asas: por una son manejables, por la otra no”.
E. S. O., un andoba de Cornago