El año 2008 ha muerto dejando una herencia amarga y de fracaso a un país que, víctima del mal gobierno, retrocede y se hunde. Para España, el 2008 ha sido "el año de las patrañas".
Las patrañas las ha dicho el rey en su discurso de Navidad, hablando de pamplinas mientras olvidaba los dramas que acosan a los españoles, desde la pobreza que galopa hasta el déficit democrático, sin olvidar la corrupción y los abusos del nacionalismo mimado por el gobierno. También han dicho patrañas casi todos los ministros del gobierno, con Solbes, Bermejo y Magdalena Álvarez en dura competencia por el liderazgo. Las ha dicho la oposición y miles de politicuchos de todos los rangos desde cualquier rincón de España, pero las ha dicho, sobre todo, el presidente Zapatero, campeón absoluto de la disciplina del engaño, que más que un fiel seguidor de la moderna doctrina del "storytelling" (contador de historias), gobierna como un "lietelling" (contador de mentiras).
La confianza de los españoles se ha ido en 2008 por las cañerías, huyendo de una manada de dirigentes engañabobos que no han tenido escrúpulos al utilizar la mentira para gobernar y mantener su dominio. Nos dijeron que serían austeros, pero han comprado demasiados coches de lujo, se han subido los sueldos demasiadas veces y han multiplicado el número de asesores y enchufados en la nómina del Estado; nos dijeron que no subirían los impuestos, pero no sólo los suben sino que han disparado el despilfarro y no les ha temblado el pulso a la hora de endeudar a las tres próximas generaciones de españoles; nos dijeron que la economía española era más fuerte que las demás, que la crisis viene de Estados Unidos, que garantizarían nuestros ahorros, que en el 2009 comenzará la recuperación, que los bancos españoles no tienen problemas y que, aunque aumente el desempleo, el Estado nos cuidará.
Patrañas...
El ciudadano español ha sido en este año aciago el sufrido receptor de las patrañas del poder y la mayor víctima del pésimo liderazgo político, mentiras y engaños avalados y repetidos hasta la saciedad por la prensa sometida al poder.
Pero la verdadera víctima del peor año desde la muerte de Franco ha sido España, una nación vapuleada por sus políticos hasta hacerla retroceder en el tiempo, a la que han arrebatado la democracia que creía poseer, la convivencia que quería construir y gran parte de los valores que sostenían su estructura como proyecto común.
A España, sus políticos le han arrebatado durante 2008 valores y logros que garantizaba la Constitución, como la unidad nacional, que se ha resquebrajado, la cohesión, llena de grietas, la igualdad, martilleada por prácticas demenciales de gobierno, leyes y estatutos, como el de Cataluña, paradigma de la asimetría y de los privilegios para las regiones ricas, la Justicia, politizada y manoseada por los políticos y sus partidos y el mismo concepto de la democracia, prostituida por una partitocracia que, a traición y con alevosía, la ha transformado en una oligocracia de partidos plagada de privilegios, despilfarro y corrupciones.
Nuestros políticos nos han mentido hasta humillarnos y lo han hecho sin pudor, únicamente para ganar votos y poder. De manera inmoral, amparándose en la autoridad y capacidad prescriptora que posee el poder, han negado la existencia de la crisis, incluso cuando sus estragos ya eran visibles. Millones de españoles mentalmente débiles, manipulados y adormecidos, han creído las mentiras de los políticos, incluso cuando han pasado a engrosar las filas del desempleo y la pobreza.
La oposición no ha sido mucho mejor que el gobierno porque ha cambiado y traicionado los postulados y principios con los que se presentó a las elecciones. Para parecerse más al PSOE, ha relegado o tirado por la borda a sus dirigentes más íntegros y a valores que defendió siempre, mientras elevaba al máximo rango a perdedores contumaces, con el propio Mariano Rajoy al frente. La estrategia nueva es esperar, sin hacer ruido, a que el gobierno se desgaste y les toque mandar a ellos. Más que una estrategia es una estafa a ciudadanos que esperan de la oposición un programa distinto y capacidad para convocar la ilusión, el esfuerzo colectivo, la moralidad, la verdad y la dignidad, valores escasos en el torcido mundo de Zapatero.
El fin del 2008 ha sorprendido a España con la conciencia sucia, con una masa creciente de ciudadanos plenamente conscientes ya de que su democracia es una cloaca y que su país está gobernado por una partitocracia cuyas injusticias y abusos quedan sin castigar porque la ley actual, en muchos casos arbitraria y antidemocrática, está hecha y funciona para beneficiar al poder.
Quizás lo mejor del año que hemos enterrado haya sido su poder terapéutico, el haber enseñado a muchos ciudadanos, a través de decepciones, frustraciones y desilusiones, que España no es una democracia, ni nada que se le parezca, sino un sistema oligárquico monopolizado por unos partidos y unos políticos que anteponen sus intereses y privilegios al bien común. Aunque lenta y penosamente, los españoles empezamos a comprender que las patrañas de nuestra clase política nos llevan directamente al retroceso, al derrumbe de la convivencia, a la ruina de los viejos valores y a los comedores de Cáritas.
Y 2008 nos trajo también algunas esperanzas, pequeñas pero con una luz brillante que concitan la ilusión: aumentan la conciencia ciudadana, el ansia de libertad, el deseo de limpieza y el desprecio al mal gobierno y a los malos políticos: , nacen y crecen algunos partidos políticos nuevos, como UPyD y Ciudadanos, empeñados en ser honrados y fieles a la democracia y decididos a no parecerse en nada a los dos monstruos que nos empujan hacia el pozo: el PSOE y el PP.
Las patrañas las ha dicho el rey en su discurso de Navidad, hablando de pamplinas mientras olvidaba los dramas que acosan a los españoles, desde la pobreza que galopa hasta el déficit democrático, sin olvidar la corrupción y los abusos del nacionalismo mimado por el gobierno. También han dicho patrañas casi todos los ministros del gobierno, con Solbes, Bermejo y Magdalena Álvarez en dura competencia por el liderazgo. Las ha dicho la oposición y miles de politicuchos de todos los rangos desde cualquier rincón de España, pero las ha dicho, sobre todo, el presidente Zapatero, campeón absoluto de la disciplina del engaño, que más que un fiel seguidor de la moderna doctrina del "storytelling" (contador de historias), gobierna como un "lietelling" (contador de mentiras).
La confianza de los españoles se ha ido en 2008 por las cañerías, huyendo de una manada de dirigentes engañabobos que no han tenido escrúpulos al utilizar la mentira para gobernar y mantener su dominio. Nos dijeron que serían austeros, pero han comprado demasiados coches de lujo, se han subido los sueldos demasiadas veces y han multiplicado el número de asesores y enchufados en la nómina del Estado; nos dijeron que no subirían los impuestos, pero no sólo los suben sino que han disparado el despilfarro y no les ha temblado el pulso a la hora de endeudar a las tres próximas generaciones de españoles; nos dijeron que la economía española era más fuerte que las demás, que la crisis viene de Estados Unidos, que garantizarían nuestros ahorros, que en el 2009 comenzará la recuperación, que los bancos españoles no tienen problemas y que, aunque aumente el desempleo, el Estado nos cuidará.
Patrañas...
El ciudadano español ha sido en este año aciago el sufrido receptor de las patrañas del poder y la mayor víctima del pésimo liderazgo político, mentiras y engaños avalados y repetidos hasta la saciedad por la prensa sometida al poder.
Pero la verdadera víctima del peor año desde la muerte de Franco ha sido España, una nación vapuleada por sus políticos hasta hacerla retroceder en el tiempo, a la que han arrebatado la democracia que creía poseer, la convivencia que quería construir y gran parte de los valores que sostenían su estructura como proyecto común.
A España, sus políticos le han arrebatado durante 2008 valores y logros que garantizaba la Constitución, como la unidad nacional, que se ha resquebrajado, la cohesión, llena de grietas, la igualdad, martilleada por prácticas demenciales de gobierno, leyes y estatutos, como el de Cataluña, paradigma de la asimetría y de los privilegios para las regiones ricas, la Justicia, politizada y manoseada por los políticos y sus partidos y el mismo concepto de la democracia, prostituida por una partitocracia que, a traición y con alevosía, la ha transformado en una oligocracia de partidos plagada de privilegios, despilfarro y corrupciones.
Nuestros políticos nos han mentido hasta humillarnos y lo han hecho sin pudor, únicamente para ganar votos y poder. De manera inmoral, amparándose en la autoridad y capacidad prescriptora que posee el poder, han negado la existencia de la crisis, incluso cuando sus estragos ya eran visibles. Millones de españoles mentalmente débiles, manipulados y adormecidos, han creído las mentiras de los políticos, incluso cuando han pasado a engrosar las filas del desempleo y la pobreza.
La oposición no ha sido mucho mejor que el gobierno porque ha cambiado y traicionado los postulados y principios con los que se presentó a las elecciones. Para parecerse más al PSOE, ha relegado o tirado por la borda a sus dirigentes más íntegros y a valores que defendió siempre, mientras elevaba al máximo rango a perdedores contumaces, con el propio Mariano Rajoy al frente. La estrategia nueva es esperar, sin hacer ruido, a que el gobierno se desgaste y les toque mandar a ellos. Más que una estrategia es una estafa a ciudadanos que esperan de la oposición un programa distinto y capacidad para convocar la ilusión, el esfuerzo colectivo, la moralidad, la verdad y la dignidad, valores escasos en el torcido mundo de Zapatero.
El fin del 2008 ha sorprendido a España con la conciencia sucia, con una masa creciente de ciudadanos plenamente conscientes ya de que su democracia es una cloaca y que su país está gobernado por una partitocracia cuyas injusticias y abusos quedan sin castigar porque la ley actual, en muchos casos arbitraria y antidemocrática, está hecha y funciona para beneficiar al poder.
Quizás lo mejor del año que hemos enterrado haya sido su poder terapéutico, el haber enseñado a muchos ciudadanos, a través de decepciones, frustraciones y desilusiones, que España no es una democracia, ni nada que se le parezca, sino un sistema oligárquico monopolizado por unos partidos y unos políticos que anteponen sus intereses y privilegios al bien común. Aunque lenta y penosamente, los españoles empezamos a comprender que las patrañas de nuestra clase política nos llevan directamente al retroceso, al derrumbe de la convivencia, a la ruina de los viejos valores y a los comedores de Cáritas.
Y 2008 nos trajo también algunas esperanzas, pequeñas pero con una luz brillante que concitan la ilusión: aumentan la conciencia ciudadana, el ansia de libertad, el deseo de limpieza y el desprecio al mal gobierno y a los malos políticos: , nacen y crecen algunos partidos políticos nuevos, como UPyD y Ciudadanos, empeñados en ser honrados y fieles a la democracia y decididos a no parecerse en nada a los dos monstruos que nos empujan hacia el pozo: el PSOE y el PP.