Ayer, jueves 23 de diciembre, proyectaron en un canal de pago español la inolvidable película de aventuras "Robin Hood: Príncipe de los ladrones" (Robin Hood: Prince of Thieves), dirigida en 1991 por Kevin Reynolds y protagonizada por Kevin Costner. Estoy seguro de que, al verla, muchos españoles pensaron en la paradoja protagonizada por Zapatero, que se presentó ante los ciudadanos con la atractiva imagen de Robin Hood y que termina su terribles días de poder político con la del odiado sheriff de Nottingham.
Al igual que ocurría en aquella Inglaterra medieval del rey Juan sin Tierra, en la España de Zapatero se ha creado un divorcio profundo entre el pueblo y los que le gobiernan, entre los ciudadanos que sufren y un poder político elitista, privilegiado y millonario, que acosa cada día al pueblo con nuevos impuestos, desahucios, embargos, subidas de precios y represiones. El rechazo popular al poder político es igualmente semejante porque en la España de Zapatero no para de crecer y es ya más del 80 por ciento de la ciudadanía la que se distancia de su líder y lo condena abiertamente.
Las últimas "fechorías" de Zapatero y los suyos (subidas de impuestos, congelación de pensiones, reducción de salarios, desahucios, supresión de conquistas y derechos sociales, subida de la luz, confiscación de coches y el por ahora frustrado cierre de páginas de Internet) recuerdan, de manera fiel, la política desplegada en la película por el trio déspota del sheriff de Nottingham (Alan Rickman), ayudado por su primo Guy de Gisborne (Michael Wincott) y la bruja Morgana, que recuerdan de manera lamentable a personajes tan reales de la sufrida España actual como el propio Zapatero, Rubalcaba y Leire Pajín.
La España de Zapatero terminará el año 2010 con casi cinco millones de parados sin trabajo, con casi diez millones de pobres, con más de medio millón de viviendas arrebatadas a ciudadanos, cuya pobreza les impide pagar las hipotecas, con casi la mitad de sus jóvenes sin esperanza de poder trabajar, con insoportables subidas de impuestos y de precios (la luz) y con nuevas leyes represivas, como la confiscación, por parte del gobierno, del coche de los infractores graves y la por el momento frustrada Ley Sinde, con la que el gobierno de Zapatero quiere reprimir libertades y derechos en Internet.
La comparación de España actual con la desgraciada Inglaterra del efímero rey Juan sin Tierra es tan inevitable como dolorosa. José Luis Rodríguez Zapatero asumió el poder en 2004 presentándose ante los ciudadanos como un Robin Hood defensor del pueblo y capaz de ampliar las libertades frente al autoritario Aznar, de repartir riqueza entre los necesitados y de proteger a los débiles, pero hoy, al final de su segundo mandato, la sociedad española asiste aterrada ante su transformación y, tras haber traicionado su programa y sus promesas, ahora se parece más al déspota sheriff de Nottingham que al querido príncipe de los ladrones.
Si no lo creen, vean la película y descubrirán cómo Zapatero nos recuerda, sorprendentemente, al sheriff, cómo Rubalcaba se asemeja a Guy de Gisborne y como la bruja Morgana nos evoca a Leire Pajín, la niña preferida del nuevo e implacable "Zapaterismo".
La mayor diferencia entre la pobre España actual y aquella triste e injusta Inglaterra es que en España no aparece por ninguna la figura de Robin Hood, un líder capaz de reunir en su entorno al frustrado y sufrido pueblo para devolverle la esperanza y la ilusión.
Al igual que ocurría en aquella Inglaterra medieval del rey Juan sin Tierra, en la España de Zapatero se ha creado un divorcio profundo entre el pueblo y los que le gobiernan, entre los ciudadanos que sufren y un poder político elitista, privilegiado y millonario, que acosa cada día al pueblo con nuevos impuestos, desahucios, embargos, subidas de precios y represiones. El rechazo popular al poder político es igualmente semejante porque en la España de Zapatero no para de crecer y es ya más del 80 por ciento de la ciudadanía la que se distancia de su líder y lo condena abiertamente.
Las últimas "fechorías" de Zapatero y los suyos (subidas de impuestos, congelación de pensiones, reducción de salarios, desahucios, supresión de conquistas y derechos sociales, subida de la luz, confiscación de coches y el por ahora frustrado cierre de páginas de Internet) recuerdan, de manera fiel, la política desplegada en la película por el trio déspota del sheriff de Nottingham (Alan Rickman), ayudado por su primo Guy de Gisborne (Michael Wincott) y la bruja Morgana, que recuerdan de manera lamentable a personajes tan reales de la sufrida España actual como el propio Zapatero, Rubalcaba y Leire Pajín.
La España de Zapatero terminará el año 2010 con casi cinco millones de parados sin trabajo, con casi diez millones de pobres, con más de medio millón de viviendas arrebatadas a ciudadanos, cuya pobreza les impide pagar las hipotecas, con casi la mitad de sus jóvenes sin esperanza de poder trabajar, con insoportables subidas de impuestos y de precios (la luz) y con nuevas leyes represivas, como la confiscación, por parte del gobierno, del coche de los infractores graves y la por el momento frustrada Ley Sinde, con la que el gobierno de Zapatero quiere reprimir libertades y derechos en Internet.
La comparación de España actual con la desgraciada Inglaterra del efímero rey Juan sin Tierra es tan inevitable como dolorosa. José Luis Rodríguez Zapatero asumió el poder en 2004 presentándose ante los ciudadanos como un Robin Hood defensor del pueblo y capaz de ampliar las libertades frente al autoritario Aznar, de repartir riqueza entre los necesitados y de proteger a los débiles, pero hoy, al final de su segundo mandato, la sociedad española asiste aterrada ante su transformación y, tras haber traicionado su programa y sus promesas, ahora se parece más al déspota sheriff de Nottingham que al querido príncipe de los ladrones.
Si no lo creen, vean la película y descubrirán cómo Zapatero nos recuerda, sorprendentemente, al sheriff, cómo Rubalcaba se asemeja a Guy de Gisborne y como la bruja Morgana nos evoca a Leire Pajín, la niña preferida del nuevo e implacable "Zapaterismo".
La mayor diferencia entre la pobre España actual y aquella triste e injusta Inglaterra es que en España no aparece por ninguna la figura de Robin Hood, un líder capaz de reunir en su entorno al frustrado y sufrido pueblo para devolverle la esperanza y la ilusión.
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