Estaba blindado frente al desgaste por los ciudadanos, que le agradecían así su estilo dialogante, cordial y sonriente (talante) y llegó a conseguir una ventaja de casi diez puntos sobre sus rivales políticos de derecha, que estaban desmoralizados tras su inesperada derrota del 14 de marzo de 2004, pero el propio Zapatero, con sus errores y desatinos reiterados, algunos de principiante y otros insoportables por una sociedad avanzada, ha dilapidado ese capital y hoy cae en picado.
Su patrocinio personal del Estatuto catalán fue el inicio de su caída, un error tan insoportable para la opinión pública española que los ciudadanos reaccionaron retirándole el blindaje protector. Posteriormente, llegaron nuevos errores. Al ser interrogado en una rueda de prensa sobre la “españolidad” de Ceuta y Melilla, bebió agua y callo. Lo hizo ante las máximos representantes del gobierno de Marruecos y la opinión pública consideró su gesto como una inadmisible cobardía.
Pero su verdadera tumba política está siendo la negociación con ETA para alcanzar el fin del terrorismo, una negociación claudicante y débil que, en lugar de proporcionarle los réditos políticos que él y sus asesores esperaban, se está convirtiendo en su calvario, quizás por culpa de la arrogancia de la banda terrorista, que no ha cedido un ápice: ni ha pedido perdón, ni se ha arrepentido, ni ha destruido su armas, mientras sigue robando, reabasteciendo sus arsenales, extorsionando a los empresarios y cultivando la violencia con la kale borroka.
De pronto, los ciudadanos han descubierto que el sonriente y esperanzador Zapatero fue capaz de impulsar personalmente un Estatuto catalán que ha resultado ser un ejemplo de insolidaridad y anticonstitucionalidad. Toda una desagradable sorpresa para el electorado español.
Tras la caída de su blindaje, el personaje se ha vuelto vulnerable y exhibe todas sus carencias: débil en su trato con los nacionalismos extremos vasco y catalán; débil en las nuevas relaciones internacionales de España, en las que ha sustituido las alianzas con lás grandes democracias por una sorprendente amistad con dictadores y sátrapas como los que dominan Cuba, Venezuela, Bolivia, Iran, Siria y otros; débil en la negociación con ETA; relación tormentosa con las víctimas del terrorismo; debilidad frente a Marruecos; incapacidad para mejorar las relaciones con Estados Unidos y otros socios atlánticos; debilidad de la posición española en Europa; incomprensible apoyo al insolidario y elitista Estatuto de Cataluña; relación de dependencia ante un personaje como Carod Rovira, que exaspera a la ciudadanía española y al que se le entregó más poder del que le correspondería por sus votos; indecisión e ineficiencia en la política de inmigración; incomprensible silencio a la hora de reafirmar la españolidad de Ceuta y Melilla, dos ciudades españolas del norte de África; debilidad general ante los brotes insolidarios de las autonomías españolas, como los manifestados con motivo del Plan Hidrológico, etc., etc.
Zapatero, poco a poco, al ir destruyendo su buena imagen, adquiere rasgos que quitarían el sueño a cualquier politólogo. El principal de esos rasgos es que da la impresión de que carece de ideología y de principios estables y de que es capaz de pactar, para controlar el poder, con cualquier grupo político, incluso con aquellos como ERC que tienen una concepción distinta del Estado y que se han declarado dispuestos a dinamitar la unidad de España.
Voto en Blanco
Su patrocinio personal del Estatuto catalán fue el inicio de su caída, un error tan insoportable para la opinión pública española que los ciudadanos reaccionaron retirándole el blindaje protector. Posteriormente, llegaron nuevos errores. Al ser interrogado en una rueda de prensa sobre la “españolidad” de Ceuta y Melilla, bebió agua y callo. Lo hizo ante las máximos representantes del gobierno de Marruecos y la opinión pública consideró su gesto como una inadmisible cobardía.
Pero su verdadera tumba política está siendo la negociación con ETA para alcanzar el fin del terrorismo, una negociación claudicante y débil que, en lugar de proporcionarle los réditos políticos que él y sus asesores esperaban, se está convirtiendo en su calvario, quizás por culpa de la arrogancia de la banda terrorista, que no ha cedido un ápice: ni ha pedido perdón, ni se ha arrepentido, ni ha destruido su armas, mientras sigue robando, reabasteciendo sus arsenales, extorsionando a los empresarios y cultivando la violencia con la kale borroka.
De pronto, los ciudadanos han descubierto que el sonriente y esperanzador Zapatero fue capaz de impulsar personalmente un Estatuto catalán que ha resultado ser un ejemplo de insolidaridad y anticonstitucionalidad. Toda una desagradable sorpresa para el electorado español.
Tras la caída de su blindaje, el personaje se ha vuelto vulnerable y exhibe todas sus carencias: débil en su trato con los nacionalismos extremos vasco y catalán; débil en las nuevas relaciones internacionales de España, en las que ha sustituido las alianzas con lás grandes democracias por una sorprendente amistad con dictadores y sátrapas como los que dominan Cuba, Venezuela, Bolivia, Iran, Siria y otros; débil en la negociación con ETA; relación tormentosa con las víctimas del terrorismo; debilidad frente a Marruecos; incapacidad para mejorar las relaciones con Estados Unidos y otros socios atlánticos; debilidad de la posición española en Europa; incomprensible apoyo al insolidario y elitista Estatuto de Cataluña; relación de dependencia ante un personaje como Carod Rovira, que exaspera a la ciudadanía española y al que se le entregó más poder del que le correspondería por sus votos; indecisión e ineficiencia en la política de inmigración; incomprensible silencio a la hora de reafirmar la españolidad de Ceuta y Melilla, dos ciudades españolas del norte de África; debilidad general ante los brotes insolidarios de las autonomías españolas, como los manifestados con motivo del Plan Hidrológico, etc., etc.
Zapatero, poco a poco, al ir destruyendo su buena imagen, adquiere rasgos que quitarían el sueño a cualquier politólogo. El principal de esos rasgos es que da la impresión de que carece de ideología y de principios estables y de que es capaz de pactar, para controlar el poder, con cualquier grupo político, incluso con aquellos como ERC que tienen una concepción distinta del Estado y que se han declarado dispuestos a dinamitar la unidad de España.
Voto en Blanco
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