Cuando las encuestas revelan que casi ocho de cada diez españoles le rechazan y le exigen las elecciones anticipadas que él se niega a convocar, José Luis Rodríguez Zapatero, inconsecuente y descarado, se permite el lujo de exigir a su colega egipcio Hosni Mubarak que responda con "reformas y democracia" a las demandas de su pueblo. Zapatero, además, ha expresado su deseo de que “las aspiraciones democráticas de una gran parte de la sociedad (egipcia) lleguen a culminarse cuanto antes”.
¿Y qué pasa con las aspiraciones del pueblo español, que, al igual que ocurre en Egipto, le exige también a él, masivamente, que abandone el poder?¿Por qué no responde él a lo que el pueblo españoles le está demandando? ¿Únicamente porque los españoles no hemos salido a las calles y plazas a gritarle que se marche?
Muchas de las razones que esgrimen los egipcios para rechazar a Mubarak, el cual, por cierto, también es socialista, se dan en la España de Zapatero: rechazo masivo de los ciudadanos, rechazo a la corrupción, desempleo masivo, sobre todo de los jóvenes, desconfianza en el gobierno, desigualdad, avance de la pobreza, etc.
Zapatero ha trasladado este mensaje en la rueda de prensa ofrecida el jueves en el Palacio de la Moncloa con el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, quien se ha sumado a la petición de que esta etapa transitoria sea "verdaderamente democrática".
¿Cómo puede exigir democracia para Egipto cuando la democracia española es una de las de más baja calidad en todo el mundo desarrollado? Sólo el descaro y la inconsecuencia explican esa postura arrogante y alienada, ajena a la realidad de una España donde los políticos nombran a los altos magistrados, donde la separación de poderes está hecha trizas, donde la sociedad civil ha sido ocupada y maniatada por el poder político, donde su utiliza el dinero público para comprar votos, silenciar a medios de comunicación y doblegar la disidencia, donde el Estado esta plagado de enchufados, amigos y familiares del poder y donde el gobierno miente con frecuencia, manipula la información, oculta la verdad y se niega a dimitir, a pesar de que lo público está plagado de escándalos que revelan unos niveles de corrupción nauseabundos e incompatibles con la democracia.
¿Y qué pasa con las aspiraciones del pueblo español, que, al igual que ocurre en Egipto, le exige también a él, masivamente, que abandone el poder?¿Por qué no responde él a lo que el pueblo españoles le está demandando? ¿Únicamente porque los españoles no hemos salido a las calles y plazas a gritarle que se marche?
Muchas de las razones que esgrimen los egipcios para rechazar a Mubarak, el cual, por cierto, también es socialista, se dan en la España de Zapatero: rechazo masivo de los ciudadanos, rechazo a la corrupción, desempleo masivo, sobre todo de los jóvenes, desconfianza en el gobierno, desigualdad, avance de la pobreza, etc.
Zapatero ha trasladado este mensaje en la rueda de prensa ofrecida el jueves en el Palacio de la Moncloa con el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, quien se ha sumado a la petición de que esta etapa transitoria sea "verdaderamente democrática".
¿Cómo puede exigir democracia para Egipto cuando la democracia española es una de las de más baja calidad en todo el mundo desarrollado? Sólo el descaro y la inconsecuencia explican esa postura arrogante y alienada, ajena a la realidad de una España donde los políticos nombran a los altos magistrados, donde la separación de poderes está hecha trizas, donde la sociedad civil ha sido ocupada y maniatada por el poder político, donde su utiliza el dinero público para comprar votos, silenciar a medios de comunicación y doblegar la disidencia, donde el Estado esta plagado de enchufados, amigos y familiares del poder y donde el gobierno miente con frecuencia, manipula la información, oculta la verdad y se niega a dimitir, a pesar de que lo público está plagado de escándalos que revelan unos niveles de corrupción nauseabundos e incompatibles con la democracia.
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