Los pulsos contra la nación no están permitidos en democracia, pero Zapatero los mantiene con frecuencia. En estos días se niega tercamente a adelgazar el Estado, a pesar de que se lo demanda más del 80 por ciento de los ciudadanos y el Congreso de los Diputados, que de nuevo ha aprobado por mayoría la supresión de ministerios inútiles y superfluos.
Ese comportamiento de Zapatero, por su gravedad y porque lo hace de manera terca y reiterada, es más propio de tiranos que de demócratas.
Zapatero ha mantenido pulsos con su pueblo en otros asuntos de gran importancia: cuando negoció con ETA en contra de la voluntad de la mayoría, cuando negó la existencia de la crisis y se negó también a tomar medidas para atajarla, cuando amplió la ley del aborto, cuando ha optado por subir los impuestos y ahora, cuando ha preferido golpear con su plan de ahorro a los más débiles, mientras se niega a suprimir ministerios que no sirven para nada, empresas públicas y cargos públicos, muchos de los cuales son inútiles y han sido creados solo para colocar a amigos del partido y familiares.
El comportamiento tiránico de Zapatero no se limita a sus pulsos con los ciudadanos y las instituciones, sino que también se plasma en otras actuaciones democráticamente deleznables, como la mentira reiterada, la compra de votos y voluntades con dinero público, los pactos con partidos políticos de ideología opuesta, cerrados únicamente para mantener el poder, y su sucia costumbre de legislar y gobernar en contra del criterio de las mayorías, como ha hecho en numerosas ocasiones.
Pero el comportamiento más antidemocrático y tiránico del actual presidente del gobierno español es su actual negativa a dimitir y a anticipar las elecciones, una demanda que se ha convertido en clamor y que él se niega a aceptar, imponiendo su voluntad sobre la voluntad popular mayoritaria y negándose a admitir el sólido principio de que quien ha llevado a la nación hasta la ruina y la derrota no puede ser el mismo que lidere el resurgimiento.
Su actitud obstruccionista y antidemocrática de apalancamiento en el poder, a pesar del rechazo general a su persona, no sólo es una burla a la democracia y a la decencia, sino que causa un gran daño a España, un país que, al borde del precipicio, necesita un nuevo liderazgo que sea fiable, que genere confianza y que sea capaz de liderar a la sociedad por las obligadas rutas del esfuerzo, el sacrificio y las privaciones.
Cuando esta etapa termine, la sociedad española, postrada, humillada y empobrecida por el mal gobierno de Zapatero, sentirá rabia y sentirá también la necesidad vital de castigar a quien le causo tanto daño innecesario y tanto mal gratuíto. Hasta que no lo consiga, se sentirá traicionada y frustrada y deambulará perdida por la Historia .
Ese comportamiento de Zapatero, por su gravedad y porque lo hace de manera terca y reiterada, es más propio de tiranos que de demócratas.
Zapatero ha mantenido pulsos con su pueblo en otros asuntos de gran importancia: cuando negoció con ETA en contra de la voluntad de la mayoría, cuando negó la existencia de la crisis y se negó también a tomar medidas para atajarla, cuando amplió la ley del aborto, cuando ha optado por subir los impuestos y ahora, cuando ha preferido golpear con su plan de ahorro a los más débiles, mientras se niega a suprimir ministerios que no sirven para nada, empresas públicas y cargos públicos, muchos de los cuales son inútiles y han sido creados solo para colocar a amigos del partido y familiares.
El comportamiento tiránico de Zapatero no se limita a sus pulsos con los ciudadanos y las instituciones, sino que también se plasma en otras actuaciones democráticamente deleznables, como la mentira reiterada, la compra de votos y voluntades con dinero público, los pactos con partidos políticos de ideología opuesta, cerrados únicamente para mantener el poder, y su sucia costumbre de legislar y gobernar en contra del criterio de las mayorías, como ha hecho en numerosas ocasiones.
Pero el comportamiento más antidemocrático y tiránico del actual presidente del gobierno español es su actual negativa a dimitir y a anticipar las elecciones, una demanda que se ha convertido en clamor y que él se niega a aceptar, imponiendo su voluntad sobre la voluntad popular mayoritaria y negándose a admitir el sólido principio de que quien ha llevado a la nación hasta la ruina y la derrota no puede ser el mismo que lidere el resurgimiento.
Su actitud obstruccionista y antidemocrática de apalancamiento en el poder, a pesar del rechazo general a su persona, no sólo es una burla a la democracia y a la decencia, sino que causa un gran daño a España, un país que, al borde del precipicio, necesita un nuevo liderazgo que sea fiable, que genere confianza y que sea capaz de liderar a la sociedad por las obligadas rutas del esfuerzo, el sacrificio y las privaciones.
Cuando esta etapa termine, la sociedad española, postrada, humillada y empobrecida por el mal gobierno de Zapatero, sentirá rabia y sentirá también la necesidad vital de castigar a quien le causo tanto daño innecesario y tanto mal gratuíto. Hasta que no lo consiga, se sentirá traicionada y frustrada y deambulará perdida por la Historia .
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