Eres obrero, no empresario. No me importa. Solo una cosa me interesa ¿Tú construyes o destruyes? Eres ateo, no creyente. No me importa. Solo una cosa me interesa ¿Tú construyes o destruyes? Eres homosexual, no hetero. No me importa. Solo una cosa me interesa ¿Tú construyes o destruyes? Eres de color, no blanco. No me importa. Solo una cosa me interesa ¿Tú construyes o destruyes?
En este mundo solo cabe separar a las personas en dos grupos. Los que construyen y los que destruyen. El resto de diferencias son falaces invenciones. Lo positivo lo aportan los que construyen, lo negativo los destructores. El bien y el mal no son sino sinónimos de lo anterior. Cuando prejuzgamos a una persona por otros atributos que no sean éstos erramos. De hecho, el simple ejercicio de someter a un semejante a un juicio de valor diferente a éste nos convierte en destructores. Actuamos con prejuicios equivocados con quienes nos rodean. Ponderamos su religión, sus tendencias sexuales, su profesión, sus posiciones políticas, su raza, su procedencia y hasta su forma de vestir. Lo pasamos por el cedazo de nuestras quimeras, odios, incertidumbres, convicciones o estereotipos adquiridos o inducidos. Y dictamos inapelable sentencia, sin que jamás nos preguntemos si, a pesar de lo circunstancial, se trata de un constructor o de un destructor.
Fáciles de reconocer, el constructor y el destructor conviven en lo que supone la única y verdadera pugna del ser humano. Y tienen su propia e inconfundible huella, sus acciones. Poderosos o miserables, los destructores son generadores de odio, calamidades, infelicidad, sufrimiento, pobreza y frustración. Viven solo para y por ellos mismos, no tienen escrúpulos y utilizan los métodos más repugnantes para lograr sus objetivos. La mentira y la manipulación son sus libros de cabecera. Ven al resto de personas solo como meros instrumentos para sus propósitos y no creen en nada que no les reporte beneficio o satisfacción individual. Los constructores son corredores de fondo, acostumbrados al esfuerzo y al sacrificio. No buscan el reconocimiento ni los honores. Actúan sin promesa de remuneración y tienen grandes dosis de inteligencia emocional. Su mayor satisfacción es crear utilidad a la sociedad, a sus congéneres, y se emocionan con ver su obra bien construída, perdurable y util. Son los motores de la auténtica evolución de la sociedad y de sus componentes. Generan riqueza para el grupo o la distribuyen. Aportan confianza y felicidad y anteponen la verdad a los intereses de unos pocos.
Resulta obvio que la pugna actualmente se inclina del lado de quienes destruyen. Y todos somos coadyuvantes en mayor o menor medida. Nuestras acciones nos delatan. Elegimos a gobernantes destructores. Apoyamos tendencias excluyentes. Fomentamos las diferencias y la desunión. Actuamos con desprecio hacia los demás por no compartir sus propuestas, sus credos, sus tendencias o su estética externa. Hacemos de nuestros prejuicios bandera de nuestras actuaciones.
Mañana volveremos a nuestra rutina habitual. Tomaremos decisiones y actuaremos en consecuencia. Nos sentiremos asqueados por la realidad que nos circunda y clamaremos al sistema en demanda de cambios y soluciones. Mas nada hemos de esperar del sistema, salvo continuidad en la destrucción, porque destructores son quienes lo controlan. Y nada cambiará hasta que nuestras acciones no sean consecuencia del único juicio de valor sobre los demás que importa: Si se trata de un constructor o de un destructor, simple y llanamente.
Pero también se exige el mismo juicio de valor primero sobre uno mismo. Así que ¿Y tú… construyes o destruyes?
Colaboraciones
¿Y TÚ... CONSTRUYES O DESTRUYES?
Nota
Luís Candelas
Sábado, 4 de Junio 2011
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