El sistema político español es tan corrupto e indecente que está preparado para burlarse de la voluntad popular y seguir vivo a pesar de que una marea ciudadana de votos en blanco, votos nulos y abstención masiva lo deslegitime. Son tan golfos e insensibles los grandes partidos políticos españoles que serían capaces de repartirse el poder y continuar como si no pasara nada si tan solo les votara el 10 por ciento del electorado. Su dureza de corazón y su profundo déficit ético y democrático les capacitan para seguir gobernando incluso si la protesta, plasmada en una abstención masiva y una lluvia de votos nulos y en blanco superara el 90 por ciento del electorado.
Esa profunda escasez de ética democrática de la clase política española está empujando a muchos defensores del voto en blanco y la abstención a replantearse la estrategia ante las próximas citas electorales. Algunos tradicionales defensores de la protesta electoral, ya sea mediante el abstencionismo activo o el voto en blanco, ya han decidido votar a partidos emergentes con capacidad de ganar escaños y con solvencia democrática y ética.
Cada día son mas numerosos los estrategas que recomiendan el voto a partidos pequeños o emergentes que no hayan participado en el gran festín de la corrupción y en el sacrificio de España, perpetrado desde la muerte de Franco hasta el presente, en el que los partidos y los políticos profesionales han pervertido la democracia, convirtiéndola en una sucia dictadura de partidos sin participación ciudadana y sin valores ni principios éticos.
De ese modo, promocionando con el voto a nuevos partidos, se lograría, en primer lugar, acabar con el bipartidismo o casi monopolio del poder que han disfrutado hasta ahora el PSOE y el PP, como representantes de la izquierda y la derecha en España. Pero también se conseguirían otros objetivos como llenar el Congreso de representantes críticos con la dramática injusticia reinante y con la obligación de cambiar sustancialmente un sistema que ha demostrado con creces su indignidad y capacidad para generar división, injusticia e indecencia.
Si alguien cree que una marea de abstenciones va a cambiar algo en España está equivocado porque la indignidad de los partidos actuales es de tal envergadura que serían capaces de proclamar la victoria y de gobernar incluso si hubieran cosechado un pequeño manojo de votos, sin que les impida el acceso al poder la voluntad masiva de los españoles.
La abstención masiva ya ha triunfado en algunos países y ocasiones sin que los desvergonzados políticos sientan el mas mínimo respeto ante esa protesta. En Chile, la abstención en las recientes elecciones presidenciales fue casi del 60 por ciento y menos de un tercio del electorado ha respaldado con su voto la elección de la presidenta Bachelet, lo que no le impidió proclamar a bombo y platillo su victoria en las urnas. En Cataluña, solo uno de cada tres catalanes apoyó el actual "Estatuto", impulsado por Zapatero y sustento del presente auge independentista, sin que ningún gerifalte nacionalista haya admitido que ese documento está deslegitimado por su ridículo apoyo popular.
Desde hace mucho, los políticos están preparados para resistir los embates de la protesta popular. La mas genuina forma de protestar ante la iniquidad del poder, que es la abstención masiva y consciente de los votantes, suele ser interpretada por los indecentes políticos como "desidia" o "escaso interés" del ciudadano por la democracia y los asuntos públicos, argumentos que les sirven para desacreditar a los que les rechazan y para presentarse ante la opinión pública como defensores de una democracia inexistente y pervertida, en la que ni siquiera tienen vigencia la esencia de un proceso electoral libre y el respeto a la voluntad popular.
Esa profunda escasez de ética democrática de la clase política española está empujando a muchos defensores del voto en blanco y la abstención a replantearse la estrategia ante las próximas citas electorales. Algunos tradicionales defensores de la protesta electoral, ya sea mediante el abstencionismo activo o el voto en blanco, ya han decidido votar a partidos emergentes con capacidad de ganar escaños y con solvencia democrática y ética.
Cada día son mas numerosos los estrategas que recomiendan el voto a partidos pequeños o emergentes que no hayan participado en el gran festín de la corrupción y en el sacrificio de España, perpetrado desde la muerte de Franco hasta el presente, en el que los partidos y los políticos profesionales han pervertido la democracia, convirtiéndola en una sucia dictadura de partidos sin participación ciudadana y sin valores ni principios éticos.
De ese modo, promocionando con el voto a nuevos partidos, se lograría, en primer lugar, acabar con el bipartidismo o casi monopolio del poder que han disfrutado hasta ahora el PSOE y el PP, como representantes de la izquierda y la derecha en España. Pero también se conseguirían otros objetivos como llenar el Congreso de representantes críticos con la dramática injusticia reinante y con la obligación de cambiar sustancialmente un sistema que ha demostrado con creces su indignidad y capacidad para generar división, injusticia e indecencia.
Si alguien cree que una marea de abstenciones va a cambiar algo en España está equivocado porque la indignidad de los partidos actuales es de tal envergadura que serían capaces de proclamar la victoria y de gobernar incluso si hubieran cosechado un pequeño manojo de votos, sin que les impida el acceso al poder la voluntad masiva de los españoles.
La abstención masiva ya ha triunfado en algunos países y ocasiones sin que los desvergonzados políticos sientan el mas mínimo respeto ante esa protesta. En Chile, la abstención en las recientes elecciones presidenciales fue casi del 60 por ciento y menos de un tercio del electorado ha respaldado con su voto la elección de la presidenta Bachelet, lo que no le impidió proclamar a bombo y platillo su victoria en las urnas. En Cataluña, solo uno de cada tres catalanes apoyó el actual "Estatuto", impulsado por Zapatero y sustento del presente auge independentista, sin que ningún gerifalte nacionalista haya admitido que ese documento está deslegitimado por su ridículo apoyo popular.
Desde hace mucho, los políticos están preparados para resistir los embates de la protesta popular. La mas genuina forma de protestar ante la iniquidad del poder, que es la abstención masiva y consciente de los votantes, suele ser interpretada por los indecentes políticos como "desidia" o "escaso interés" del ciudadano por la democracia y los asuntos públicos, argumentos que les sirven para desacreditar a los que les rechazan y para presentarse ante la opinión pública como defensores de una democracia inexistente y pervertida, en la que ni siquiera tienen vigencia la esencia de un proceso electoral libre y el respeto a la voluntad popular.
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