Las cosas han llegado a un extremo que es ya lícito y justo llamar "corruptos" a todos los políticos españoles, pues el que no lo es por acción lo es por omisión y el que no ha robado y abusado del poder se ha convertido en cómplice porque todo servidor público tiene la obligación de denunciar a la Justicia el delito que conocen y los políticos viven inmersos en un terrible océano de delincuencia política e institucional.
La única manera que tiene un político español de dejar de ser corrupto es denunciando ante la Justicia la corrupción que fluye como un ácido en su entorno, protagonizando de ese modo un acto valiente de limpieza y de regeneración que le reconcilia con la democracia y los ciudadanos.
La situación de la patria es tan grave que los que, por cobardía y por conservar su carrera política, guardan un silencio cobarde y bastardo, tienen que abandonar semejante postura, inicua y dañina para la democracia, denunciando la putrefacción que rodea su existencia y los desmanes de sus colegas y jefes. Y si no denuncian, que se les aplique la ley y queden inhabilitados.
España necesita una gran operación de limpieza y una transfusión severa de ética que la salven de morir podrida.
Los ciudadanos, cuando estamos al borde del abismo, desprestigiados ante el mundo y bañados de corrupción, exigimos ya que se abandone la hipocresía, que se antepongan de una vez los intereses de la nación sobre los bastardos intereses de los partidos, que se aclaren las posiciones y que la gente diga si está por la regeneración o por la basura, si es que quiere conservar un espacio en el futuro de esta nación atribulada y víctima de sus dirigentes políticos.
Pero, si quieren ser perdonados y útiles para la Historia, no solo tienen que denunciar lo que ha ocurrido en el siniestro interior de los partidos y en las instituciones mas sagradas de la democracia degradada, sino también denunciar a los culpables del desastre y ponerse al servicio de la regeneración, único camino para recuperar a España.
Tendrán que hablar de los sobresueldos cobrados en dinero negro, del reparto de dinero entre los dirigentes, del cobro generalizado de comisiones, de la venta de contratos públicos, subvenciones y concesiones, de la compra de voluntades, de la compra de votos, del uso sucio que se ha hecho del dinero público, de cómo han convertido el urbanismo en una mina de dinero canalla, del despilfarro, de la contratación ilegal, de la falsificación de expedientes, de la discriminación en los cobros, del abuso de poder en todas sus facetas, del control inmoral de los jueces y de mil barbaridades y suciedades mas, todas ellas germinadas, promovidas y patrocinadas por esos partidos políticos que se han convertido en asociaciones para el delito.
La única manera que tiene un político español de dejar de ser corrupto es denunciando ante la Justicia la corrupción que fluye como un ácido en su entorno, protagonizando de ese modo un acto valiente de limpieza y de regeneración que le reconcilia con la democracia y los ciudadanos.
La situación de la patria es tan grave que los que, por cobardía y por conservar su carrera política, guardan un silencio cobarde y bastardo, tienen que abandonar semejante postura, inicua y dañina para la democracia, denunciando la putrefacción que rodea su existencia y los desmanes de sus colegas y jefes. Y si no denuncian, que se les aplique la ley y queden inhabilitados.
España necesita una gran operación de limpieza y una transfusión severa de ética que la salven de morir podrida.
Los ciudadanos, cuando estamos al borde del abismo, desprestigiados ante el mundo y bañados de corrupción, exigimos ya que se abandone la hipocresía, que se antepongan de una vez los intereses de la nación sobre los bastardos intereses de los partidos, que se aclaren las posiciones y que la gente diga si está por la regeneración o por la basura, si es que quiere conservar un espacio en el futuro de esta nación atribulada y víctima de sus dirigentes políticos.
Pero, si quieren ser perdonados y útiles para la Historia, no solo tienen que denunciar lo que ha ocurrido en el siniestro interior de los partidos y en las instituciones mas sagradas de la democracia degradada, sino también denunciar a los culpables del desastre y ponerse al servicio de la regeneración, único camino para recuperar a España.
Tendrán que hablar de los sobresueldos cobrados en dinero negro, del reparto de dinero entre los dirigentes, del cobro generalizado de comisiones, de la venta de contratos públicos, subvenciones y concesiones, de la compra de voluntades, de la compra de votos, del uso sucio que se ha hecho del dinero público, de cómo han convertido el urbanismo en una mina de dinero canalla, del despilfarro, de la contratación ilegal, de la falsificación de expedientes, de la discriminación en los cobros, del abuso de poder en todas sus facetas, del control inmoral de los jueces y de mil barbaridades y suciedades mas, todas ellas germinadas, promovidas y patrocinadas por esos partidos políticos que se han convertido en asociaciones para el delito.
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