Tarde o temprano, el papa Francisco tendrá que afrontar el gran reto de su pontificado, que no será otro que la condena de una forma de liderazgo político y financiero mundial abusivo y alejado de los grandes valores, que está convirtiendo el planeta en un vertedero dominado por el egoísmo, la injusticia, la desigualdad y el sufrimiento de los humildes.
Su inevitable enfrentamiento con la casta política mundial que está apostando por la injusticia y la maldad es la consecuencia directa de su manera de entender la fe. El papa Francisco predica la recuperación de la esperanza y la dignidad suprema de los seres humanos, que son hijos de Dios, pero esas tesis son incompatibles con el sometimiento a la dictadura de la ignominia y de lo injusto, patrocinada por la mayoría de los líderes políticos mundiales, que están construyendo un mundo sin valores y sin respeto a un ser humano al que aplastan, humillan y hasta asesinan, sin tener en cuenta su altísima dignidad como hijos del Creador.
En el fondo, lo que el papa Francisco afronta es la esencia de la Teología de la Liberación, una forma de entender la fe que predica no el viejo sometimiento en espera de ser premiados en el cielo, sino la rebelión de los cristianos contra lo injusto y la necesidad de luchar por un mundo mejor.
El primer ensayo de esa relación entre el papa y los políticos indecentes, que será, con toda seguridad, una de las grandes líneas de su pontificado, tuvo lugar en El Vaticano, lunes 18 de marzo, cuando recibió a la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner, mandataria con la que ya mantuvo discrepancias en el pasado, cuando él era arzobispo de Buenos Aires.
El papa Francisco dijo a la presidenta "Para que vaya pescando lo que piensan los obispos…", mientras le entregaba un documento de la Iglesia que advierte sobre la corrupción, el clientelismo y la “nueva pobreza”. Francisco puso en manos de la presidenta un ejemplar del Documento Conclusivo de la V Consejo Episcopal Latinoamericano y del Caribe (CELAM), reunido en mayo de 2007 en Aparecida, Brasil, un texto que refleja algo más que “lo que piensan los obispos” del CELAM porque resume perfectamente el pensamiento del nuevo papa y las que serán las bases teológicas, humanas y sociales de su papado.
El documento de Aparecida pone especial acento en la opción preferencial por los pobres de la Iglesia, que el flamante Papa ha enarbolado como bandera; cuestiona el uso clientelar de esa pobreza por parte de los poderes terrenales; objeta el autoritarismo, contrario “a la visión cristiana del hombre y de la sociedad” y pone a la corrupción, a la que califica como un mal endémico, como origen de la violencia, y de la injusticia ”, entre otros muchos males del continente.
Las 270 páginas del documento son una guía para los “discípulos y misioneros de Jesucristo”. “La Iglesia –advierte el documento– es abogada de la justicia y de los pobres precisamente al no identificarse con los políticos ni con los intereses de partido”. Pero más adelante señala: “Pensemos cuán necesaria es la integridad moral en los políticos. Muchos de los países latinoamericanos y caribeños, pero también en otros continentes, viven en la miseria por problemas endémicos de corrupción. Se necesita mucha fuerza y mucha perseverancia para conservar la honestidad que debe surgir de una nueva educación que rompa el círculo vicioso de la corrupción imperante”.
También alerta sobre la falta de participación política de los jóvenes, “debido a la desconfianza que generan las situaciones de corrupción, el desprestigio de los políticos y la búsqueda de intereses personales frente al bien común” y sobre el “recrudecimiento de la corrupción en la sociedad y en el Estado, que involucra a los poderes legislativos y ejecutivos en todos sus niveles, y alcanza también al sistema judicial que, a menudo, inclina su juicio a favor de los poderosos y genera impunidad, lo que pone en serio riesgo la credibilidad de las instituciones públicas y aumenta la desconfianza del pueblo” El documento que el Papa Francisco puso en manos de la Presidente, celebra los progresos democráticos en América latina sin dejar de hacer notar lo que considera una inquietante tendencia: “Constatamos un cierto progreso democrático que se demuestra en diversos procesos electorales. Sin embargo, vemos con preocupación el acelerado avance de diversas formas de regresión autoritaria por vía democrática que, en ciertas ocasiones, derivan en regímenes de corte neopopulista. Esto indica que no basta una democracia puramente formal, fundada en la limpieza de los procedimientos electorales, sino que es necesaria una democracia participativa y basada en la promoción y respeto de los derechos humanos. Una democracia sin valores, como los mencionados, se vuelve fácilmente una dictadura y termina traicionando al pueblo”. Y agrega: “Especialmente entre los jóvenes, crece el desencanto por la política y por la democracia”.
El Documento del CELAM pone especial énfasis en los pobres: casi no hay página en la que no se haga mención a los desamparados, a los que la Iglesia ve iguales al “Cristo que se hizo pobre para andar entre nosotros”. Con algunas evocaciones al liminar documento de la II Conferencia del CELAM de 1968, que abrió en Medellín el entonces papa Paulo VI, el testimonio de los obispos de 2007 señala: “Conducida por una tendencia que privilegia el lucro y estimula la competencia, la globalización sigue una dinámica de concentración de poder y de riquezas en manos de pocos, no sólo de los recursos físicos y monetarios, sino sobre todo de la información y de los recursos humanos, lo que produce la exclusión de todos aquellos no suficientemente capacitados e informados, aumentando las desigualdades que marcan tristemente nuestro continente”. Y recomienda: “Por eso, es necesario que los empresarios asuman su responsabilidad de crear más fuentes de trabajo y de invertir en la superación de esta nueva pobreza”.
El gesto de la entrega del papa del documento del CELAM a la presidenta argentina ha pasado casi inadvertido para los observadores y comentaristas políticos y religiosos del mundo desarrollado, demasiado dependientes del poder políticos y abducidos por esas entidades malignas y depredadoras que son los partidos políticos. Por fortuna, el nuevo papa lo tiene claro y, según el texto del documento, piensa igual que la mayoría de los ciudadanos del mundo, víctimas de una clase política deplorable y cargada de miseria, culpable en primer grado de la maldad y la injusticia que arrasa el planeta. Al igual que los ciudadanos, el nuevo papa cree que los políticos son los grandes artífices del fracaso de la convivencia, del naufragio de la decencia y del asesinato de la justicia en nuestro mundo. Y cree también que contra eso hay que rebelarse, con toda la fuerza de la fe y la dignidad de los hijos de Dios.
Su inevitable enfrentamiento con la casta política mundial que está apostando por la injusticia y la maldad es la consecuencia directa de su manera de entender la fe. El papa Francisco predica la recuperación de la esperanza y la dignidad suprema de los seres humanos, que son hijos de Dios, pero esas tesis son incompatibles con el sometimiento a la dictadura de la ignominia y de lo injusto, patrocinada por la mayoría de los líderes políticos mundiales, que están construyendo un mundo sin valores y sin respeto a un ser humano al que aplastan, humillan y hasta asesinan, sin tener en cuenta su altísima dignidad como hijos del Creador.
En el fondo, lo que el papa Francisco afronta es la esencia de la Teología de la Liberación, una forma de entender la fe que predica no el viejo sometimiento en espera de ser premiados en el cielo, sino la rebelión de los cristianos contra lo injusto y la necesidad de luchar por un mundo mejor.
El primer ensayo de esa relación entre el papa y los políticos indecentes, que será, con toda seguridad, una de las grandes líneas de su pontificado, tuvo lugar en El Vaticano, lunes 18 de marzo, cuando recibió a la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner, mandataria con la que ya mantuvo discrepancias en el pasado, cuando él era arzobispo de Buenos Aires.
El papa Francisco dijo a la presidenta "Para que vaya pescando lo que piensan los obispos…", mientras le entregaba un documento de la Iglesia que advierte sobre la corrupción, el clientelismo y la “nueva pobreza”. Francisco puso en manos de la presidenta un ejemplar del Documento Conclusivo de la V Consejo Episcopal Latinoamericano y del Caribe (CELAM), reunido en mayo de 2007 en Aparecida, Brasil, un texto que refleja algo más que “lo que piensan los obispos” del CELAM porque resume perfectamente el pensamiento del nuevo papa y las que serán las bases teológicas, humanas y sociales de su papado.
El documento de Aparecida pone especial acento en la opción preferencial por los pobres de la Iglesia, que el flamante Papa ha enarbolado como bandera; cuestiona el uso clientelar de esa pobreza por parte de los poderes terrenales; objeta el autoritarismo, contrario “a la visión cristiana del hombre y de la sociedad” y pone a la corrupción, a la que califica como un mal endémico, como origen de la violencia, y de la injusticia ”, entre otros muchos males del continente.
Las 270 páginas del documento son una guía para los “discípulos y misioneros de Jesucristo”. “La Iglesia –advierte el documento– es abogada de la justicia y de los pobres precisamente al no identificarse con los políticos ni con los intereses de partido”. Pero más adelante señala: “Pensemos cuán necesaria es la integridad moral en los políticos. Muchos de los países latinoamericanos y caribeños, pero también en otros continentes, viven en la miseria por problemas endémicos de corrupción. Se necesita mucha fuerza y mucha perseverancia para conservar la honestidad que debe surgir de una nueva educación que rompa el círculo vicioso de la corrupción imperante”.
También alerta sobre la falta de participación política de los jóvenes, “debido a la desconfianza que generan las situaciones de corrupción, el desprestigio de los políticos y la búsqueda de intereses personales frente al bien común” y sobre el “recrudecimiento de la corrupción en la sociedad y en el Estado, que involucra a los poderes legislativos y ejecutivos en todos sus niveles, y alcanza también al sistema judicial que, a menudo, inclina su juicio a favor de los poderosos y genera impunidad, lo que pone en serio riesgo la credibilidad de las instituciones públicas y aumenta la desconfianza del pueblo” El documento que el Papa Francisco puso en manos de la Presidente, celebra los progresos democráticos en América latina sin dejar de hacer notar lo que considera una inquietante tendencia: “Constatamos un cierto progreso democrático que se demuestra en diversos procesos electorales. Sin embargo, vemos con preocupación el acelerado avance de diversas formas de regresión autoritaria por vía democrática que, en ciertas ocasiones, derivan en regímenes de corte neopopulista. Esto indica que no basta una democracia puramente formal, fundada en la limpieza de los procedimientos electorales, sino que es necesaria una democracia participativa y basada en la promoción y respeto de los derechos humanos. Una democracia sin valores, como los mencionados, se vuelve fácilmente una dictadura y termina traicionando al pueblo”. Y agrega: “Especialmente entre los jóvenes, crece el desencanto por la política y por la democracia”.
El Documento del CELAM pone especial énfasis en los pobres: casi no hay página en la que no se haga mención a los desamparados, a los que la Iglesia ve iguales al “Cristo que se hizo pobre para andar entre nosotros”. Con algunas evocaciones al liminar documento de la II Conferencia del CELAM de 1968, que abrió en Medellín el entonces papa Paulo VI, el testimonio de los obispos de 2007 señala: “Conducida por una tendencia que privilegia el lucro y estimula la competencia, la globalización sigue una dinámica de concentración de poder y de riquezas en manos de pocos, no sólo de los recursos físicos y monetarios, sino sobre todo de la información y de los recursos humanos, lo que produce la exclusión de todos aquellos no suficientemente capacitados e informados, aumentando las desigualdades que marcan tristemente nuestro continente”. Y recomienda: “Por eso, es necesario que los empresarios asuman su responsabilidad de crear más fuentes de trabajo y de invertir en la superación de esta nueva pobreza”.
El gesto de la entrega del papa del documento del CELAM a la presidenta argentina ha pasado casi inadvertido para los observadores y comentaristas políticos y religiosos del mundo desarrollado, demasiado dependientes del poder políticos y abducidos por esas entidades malignas y depredadoras que son los partidos políticos. Por fortuna, el nuevo papa lo tiene claro y, según el texto del documento, piensa igual que la mayoría de los ciudadanos del mundo, víctimas de una clase política deplorable y cargada de miseria, culpable en primer grado de la maldad y la injusticia que arrasa el planeta. Al igual que los ciudadanos, el nuevo papa cree que los políticos son los grandes artífices del fracaso de la convivencia, del naufragio de la decencia y del asesinato de la justicia en nuestro mundo. Y cree también que contra eso hay que rebelarse, con toda la fuerza de la fe y la dignidad de los hijos de Dios.
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