Han tenido que morir aplastadas cuatro niñas en el Madrid Arena para que el ayuntamiento de la capital de España, asustado ante la reacción popular, deje de alquilar espacios públicos que incumplen las leyes y normas, demostrando así su ineptitud, frivolidad y nula preparación para gobernar. Van a suprimir ahora muchos coches oficiales y a reducir puestos de trabajo en la Administración, pero no lo hacen por principios democráticos sino por miedo a la furia del pueblo, que reclama el fin de esos privilegios y abusos. Parece regeneración, pero es solo una postura forzada por el miedo al pueblo indignado. Si hubiera sido una cuestión de principios,lo habrían hecho antes. Llevan décadas mandando y solo los suprimen ahora, cuando el grito de la sociedad se torna amenazador. Con los desahucios ocurre lo mismo: PSOE y PP se ponen de acuerdo para cambiar la ley sólo después de que Europa los considere ilegales y de que millones de españoles hayan protestado por esa injusticia lacerante. Todavía no han cerrado ni una televisión pública, a pesar de que reducen derechos y conquistas sociales cada día y esquilman a los ciudadanos con una catarata de impuestos y tasas insoportables. Nuestros partidos políticos carecen de sentido de la justicia y únicamente responden a una sucia dinámica de poder y de dominio.
El caso del PSOE es especialmente lamentable y despreciable. Estuvo durante años gobernando y no hizo nada por evitar los desahucios, a pesar de que durante el mandato de Zapatero se produjeron más de 300.000. Ahora sí están dispuestos a cambiar la ley, pero sólo porque necesitan votos. No hay ni chispa de valor o principios en su posicionamiento presente, como lo demuestra su inexplicable oposición a la supresión de coches oficiales planteada por el PP, que a los socialistas les parece "poco relevante".
Pero nadie demuestra mejor que los partidos nacionalistas que el sistema está podrido y es incapaz de regenerarse. El independentismo catalán es un edificio de barro forjado sobre la mentira, la tergiversación y un cúmulo de información falsa y mentiras dirigidas a manipular al ciudadano, provocandole odio a España y sueños imposibles. Es un mundo de cartón piedra levantado por las tribus nacionalistas para poder robar más y sin testigos, aunque también como reacción indignada ante la incapacidad de los gobiernos españoles, pero, sobre todo, para tapar las miserias y carencias de los gobiernos catalanes, mas despilfarradores, ineptos y corruptos que los de la misma nación.
Los partidos políticos son el problema y del problema nunca puede surgir la solución. Todos los grandes dramas presentes son obra de los dos principales partidos políticos, desde el auge del independentismo, estimulado por Zapatero al apoyar un nuevo Estatuto Catalán que es insolidario, desigual, injusto y producto del odio a España, hasta la pésima distribución de la riqueza, sin olvidar la pérdida de la prosperidad, de los valores y de la decencia, además de haber construido un país que ejerce liderazgo mundial en casi todo lo deleznable: trata de blancas, blanqueo de dinero, tráfico y consumo de drogas, baja calidad de la enseñanza, deterioro de la democracia, corrupción y un larguísimo etcétera.
Nadie ha visto a los políticos del PSOE o del PP pedir perdón por haber convertido España en un basurero. Siguen mandando, cargados de arrogancia y disfrutando de privilegios que no merecen, tras haberse apropiado del Estado, del que han expulsado al ciudadano.
Luchan entre ellos por alcanzar el liderazgo, como si fueran machos alfa dominando la manada, pero no son más que mediocres que han alcanzado fuerza asociándose con otros mediocres en sus respectivos partidos. Solos, uno por uno, son pobres diablos impotentes, que en una vida igualitaria y competitiva nunca triunfarían. Griñán quiere suceder a Rubalcaba y algunos empujan a Esperanza Aguirre para que suplante al frente del PP al lánguido y acobardado Rajoy, pero todos ignoran que los ciudadanos ya no los quieren, que ellos, impregnados de fracaso e implicados en el actual drama de España, no tienen nada que ofrecer a la ciudadanía, necesitada de gente nueva y decente, que crea en la democracia y sea ejemplar, gente que posea una escala de valores digna y que anteponga el bien común al interés propio, justo lo contrario de lo que han venido haciendo los gobiernos y partidos desde la muerte del dictador.
En España hay mucha gente preparada y decente capaz de ejercer un liderazgo democrático y eficaz, pero la conjura de los mediocres, encabezada por los grandes partidos políticos, les cierran el paso. Los ciudadanos tienen la palabra, pues son los únicos que pueden limpiar la pocilga y desterrar a los cerdos dominantes.
El caso del PSOE es especialmente lamentable y despreciable. Estuvo durante años gobernando y no hizo nada por evitar los desahucios, a pesar de que durante el mandato de Zapatero se produjeron más de 300.000. Ahora sí están dispuestos a cambiar la ley, pero sólo porque necesitan votos. No hay ni chispa de valor o principios en su posicionamiento presente, como lo demuestra su inexplicable oposición a la supresión de coches oficiales planteada por el PP, que a los socialistas les parece "poco relevante".
Pero nadie demuestra mejor que los partidos nacionalistas que el sistema está podrido y es incapaz de regenerarse. El independentismo catalán es un edificio de barro forjado sobre la mentira, la tergiversación y un cúmulo de información falsa y mentiras dirigidas a manipular al ciudadano, provocandole odio a España y sueños imposibles. Es un mundo de cartón piedra levantado por las tribus nacionalistas para poder robar más y sin testigos, aunque también como reacción indignada ante la incapacidad de los gobiernos españoles, pero, sobre todo, para tapar las miserias y carencias de los gobiernos catalanes, mas despilfarradores, ineptos y corruptos que los de la misma nación.
Los partidos políticos son el problema y del problema nunca puede surgir la solución. Todos los grandes dramas presentes son obra de los dos principales partidos políticos, desde el auge del independentismo, estimulado por Zapatero al apoyar un nuevo Estatuto Catalán que es insolidario, desigual, injusto y producto del odio a España, hasta la pésima distribución de la riqueza, sin olvidar la pérdida de la prosperidad, de los valores y de la decencia, además de haber construido un país que ejerce liderazgo mundial en casi todo lo deleznable: trata de blancas, blanqueo de dinero, tráfico y consumo de drogas, baja calidad de la enseñanza, deterioro de la democracia, corrupción y un larguísimo etcétera.
Nadie ha visto a los políticos del PSOE o del PP pedir perdón por haber convertido España en un basurero. Siguen mandando, cargados de arrogancia y disfrutando de privilegios que no merecen, tras haberse apropiado del Estado, del que han expulsado al ciudadano.
Luchan entre ellos por alcanzar el liderazgo, como si fueran machos alfa dominando la manada, pero no son más que mediocres que han alcanzado fuerza asociándose con otros mediocres en sus respectivos partidos. Solos, uno por uno, son pobres diablos impotentes, que en una vida igualitaria y competitiva nunca triunfarían. Griñán quiere suceder a Rubalcaba y algunos empujan a Esperanza Aguirre para que suplante al frente del PP al lánguido y acobardado Rajoy, pero todos ignoran que los ciudadanos ya no los quieren, que ellos, impregnados de fracaso e implicados en el actual drama de España, no tienen nada que ofrecer a la ciudadanía, necesitada de gente nueva y decente, que crea en la democracia y sea ejemplar, gente que posea una escala de valores digna y que anteponga el bien común al interés propio, justo lo contrario de lo que han venido haciendo los gobiernos y partidos desde la muerte del dictador.
En España hay mucha gente preparada y decente capaz de ejercer un liderazgo democrático y eficaz, pero la conjura de los mediocres, encabezada por los grandes partidos políticos, les cierran el paso. Los ciudadanos tienen la palabra, pues son los únicos que pueden limpiar la pocilga y desterrar a los cerdos dominantes.
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