En Turquía también se producen ya enfrentamientos extraordinariamente violentos entre los ciudadanos y el gobierno, lo que constituye una nueva batalla dentro de la III Guerra Mundial, la que enfrenta en todo el mundo a ciudadanos que quieren ser mas libres, demócratas y decentes con gobiernos corruptos y abusivos, que entienden que gobernar carece de límites y permite imponer la voluntad de las élites sobre los ciudadanos y la sociedad.
Las protestas y enfrentamientos en Turquía aumentan en intensidad y violencia, después de cuatro jornadas de lucha, en la que los manifestantes se enfrentan al gobierno de Recep Tayyip Erdogan, ocupando la plaza Taksim de Estambul, mientras que en la capital, Ankara, y en otras ciudades estallaban nuevos incidentes. Nadie se cree la versión de que Turquía ha explotado porque se van a talar 20 árboles. La verdad es que, como en muchos otros países, la gente está harta de soportar a políticos ajenos al pueblo y a la democracia.
Los enfrentamientos de Turquía, como los ocurridos antes en otros países árabes y los larvados y pacíficos que todavía se gestan en países como España, Italia, Grecia, Portugal y otros muchos, no son otra cosa que escenarios de la III Guerra Mundial, un conflicto que ocupará todo el siglo XXI y que se desarrollará en múltiples escenarios, enfrentado a los pueblos con sus gobiernos, ocupados por políticos que muchas veces son corruptos y ajenos a la decencia, a la ética y a la democracia, que generan injusticia y que creen que el poder les pertenece y que gobernar significa usar un cheque en blanco e imponer su voluntad sobre los criterios ciudadanos, sojuzgando la voluntad popular.
Detrás del inmenso conflicto está la concepción mafiosa y errónea del poder que tienen los actuales políticos de casi todo el mundo, que, amparados por los grandes consorcios financieros y las organizaciones opacas del poder mundial, han abandonado la democracia y la han sustituido por un sistema de partidos que imponen su voluntad a los pueblos, sin contar con los ciudadanos, una vez que ganan las elecciones. En algunos países donde el hedor corrupto se hace irrespirable, como en España, los ciudadanos cada día están mas asqueados y desconcertados ante los escándalos de corrupción que estallan y los sucios secretos del poder que se filtran: cobros de sobresueldos en dinero negro, saqueo de los fondos reservados, privilegios ocultos de los políticos, ventas de explosivos a los terroristas por los propios servicios de inteligencia, robos y corrupción dentro de la familia real, etc. Y quedan cientos de dramas y asquerosidades por descubrirse.
Los gobiernos dominados por ese tipo de sinvergüenzas y antidemócratas suelen tener rasgos comunes: carecen de controles ciudadanos, obligatorios en democracia, suelen ser partitocracias descontroladas y casi impunes, marginan a la ciudadanía, no respetan la separación de los poderes básicos del Estado, desprecian el principio de igualdad ante la ley y suelen aplastar a la ciudadanía con impuestos, obligaciones y privaciones que nunca afectan a las élites poderosas.
En todos los países donde se han producido escenarios violentos, dentro de la nueva Gran Guerra, los ciudadanos siempre acusan a sus políticos de arrogancia, abuso de poder, corrupción y una actitud autoritaria y ajena al juego democrático que impide que los ciudadanos puedan controlar a los gobernantes y que el poder tenga en cuenta los criterios de la ciudadanía.
Esa forma de gobernar, que en países como España hace posibles canalladas y abusos como el saqueo impune de las cajas de ahorros, el enriquecimiento ilícito, sin que la Justicia intervenga con contundencia, de miles de miembros de la casta política, el despilfarro de los políticos y del Estado mientras los ciudadanos son obligados a pagar impuestos abusivos y a soportar durísimas políticas de austeridad y otros abusos y canalladas, es ampliamente rechazada por el pueblo, que cada día se siente más lejos de sus dirigentes y mas enfrentados a una política inmoral e injusta, a la que los gobiernos y sus partidos llaman, sin serlo, "democracia".
La III Guerra Mundial es una lucha por la libertad y por los derechos ciudadanos casi en estado puro, aunque disimulada y diluida por las mentiras del poder, la manipulación de la información y las acusaciones falsas contra los ciudadanos, a los que el poder, con la ayuda de los muchos medios de comunicación que controla, presenta como terroristas o "antisistemas". Esa lucha es de alcance mundial pero se desarrolla con distinta intensidad, según el arrojo de la ciudadanía y el grado de indecencia e injusticia que reinan en cada escenario.
Ser "antisistemas" en un mundo donde el sistema ha caído en la ignominia y donde el Estado, como ha ocurrido en España, se ha hecho padrino de lo injusto y cómplice de estafas masivas a los ciudadanos como la de las participaciones preferentes, que ha arrebatado a los ahorradores, en su mayoría ancianos jubilados, mas de 30.000 millones de euros, es un deber y un orgullo para cualquier demócrata, aunque el poder político lance contra los rebeldes que piden libertad, justicia y democracia, todos sus recursos, desde la policía hasta la prensa sometida, para desacreditar la lucha y estigmatizar el bando ciudadano.
Los gobiernos hace tiempo que han previsto esta lucha y llevan años armando y entrenando mas a las policías que a los ejércitos, lo que refleja que los políticos inmersos en la corrupción y el abuso de poder tienen claro que sus enemigos no son los ejércitos extranjeros, como ocurría en el pasado, sino sus propios ciudadanos, cansados de soportar abusos, injusticias, marginaciones y privilegios inmerecidos de una casta que lo que realmente merece es la derrota y sus sustitución por una clase política decente, humanizada, verdaderamente democrática y al servicio del bien común y del pueblo, no como ahora, que está al servicio de sus partidos políticos y de sus propios intereses, olvidando el bien común y el interés general.
Las protestas y enfrentamientos en Turquía aumentan en intensidad y violencia, después de cuatro jornadas de lucha, en la que los manifestantes se enfrentan al gobierno de Recep Tayyip Erdogan, ocupando la plaza Taksim de Estambul, mientras que en la capital, Ankara, y en otras ciudades estallaban nuevos incidentes. Nadie se cree la versión de que Turquía ha explotado porque se van a talar 20 árboles. La verdad es que, como en muchos otros países, la gente está harta de soportar a políticos ajenos al pueblo y a la democracia.
Los enfrentamientos de Turquía, como los ocurridos antes en otros países árabes y los larvados y pacíficos que todavía se gestan en países como España, Italia, Grecia, Portugal y otros muchos, no son otra cosa que escenarios de la III Guerra Mundial, un conflicto que ocupará todo el siglo XXI y que se desarrollará en múltiples escenarios, enfrentado a los pueblos con sus gobiernos, ocupados por políticos que muchas veces son corruptos y ajenos a la decencia, a la ética y a la democracia, que generan injusticia y que creen que el poder les pertenece y que gobernar significa usar un cheque en blanco e imponer su voluntad sobre los criterios ciudadanos, sojuzgando la voluntad popular.
Detrás del inmenso conflicto está la concepción mafiosa y errónea del poder que tienen los actuales políticos de casi todo el mundo, que, amparados por los grandes consorcios financieros y las organizaciones opacas del poder mundial, han abandonado la democracia y la han sustituido por un sistema de partidos que imponen su voluntad a los pueblos, sin contar con los ciudadanos, una vez que ganan las elecciones. En algunos países donde el hedor corrupto se hace irrespirable, como en España, los ciudadanos cada día están mas asqueados y desconcertados ante los escándalos de corrupción que estallan y los sucios secretos del poder que se filtran: cobros de sobresueldos en dinero negro, saqueo de los fondos reservados, privilegios ocultos de los políticos, ventas de explosivos a los terroristas por los propios servicios de inteligencia, robos y corrupción dentro de la familia real, etc. Y quedan cientos de dramas y asquerosidades por descubrirse.
Los gobiernos dominados por ese tipo de sinvergüenzas y antidemócratas suelen tener rasgos comunes: carecen de controles ciudadanos, obligatorios en democracia, suelen ser partitocracias descontroladas y casi impunes, marginan a la ciudadanía, no respetan la separación de los poderes básicos del Estado, desprecian el principio de igualdad ante la ley y suelen aplastar a la ciudadanía con impuestos, obligaciones y privaciones que nunca afectan a las élites poderosas.
En todos los países donde se han producido escenarios violentos, dentro de la nueva Gran Guerra, los ciudadanos siempre acusan a sus políticos de arrogancia, abuso de poder, corrupción y una actitud autoritaria y ajena al juego democrático que impide que los ciudadanos puedan controlar a los gobernantes y que el poder tenga en cuenta los criterios de la ciudadanía.
Esa forma de gobernar, que en países como España hace posibles canalladas y abusos como el saqueo impune de las cajas de ahorros, el enriquecimiento ilícito, sin que la Justicia intervenga con contundencia, de miles de miembros de la casta política, el despilfarro de los políticos y del Estado mientras los ciudadanos son obligados a pagar impuestos abusivos y a soportar durísimas políticas de austeridad y otros abusos y canalladas, es ampliamente rechazada por el pueblo, que cada día se siente más lejos de sus dirigentes y mas enfrentados a una política inmoral e injusta, a la que los gobiernos y sus partidos llaman, sin serlo, "democracia".
La III Guerra Mundial es una lucha por la libertad y por los derechos ciudadanos casi en estado puro, aunque disimulada y diluida por las mentiras del poder, la manipulación de la información y las acusaciones falsas contra los ciudadanos, a los que el poder, con la ayuda de los muchos medios de comunicación que controla, presenta como terroristas o "antisistemas". Esa lucha es de alcance mundial pero se desarrolla con distinta intensidad, según el arrojo de la ciudadanía y el grado de indecencia e injusticia que reinan en cada escenario.
Ser "antisistemas" en un mundo donde el sistema ha caído en la ignominia y donde el Estado, como ha ocurrido en España, se ha hecho padrino de lo injusto y cómplice de estafas masivas a los ciudadanos como la de las participaciones preferentes, que ha arrebatado a los ahorradores, en su mayoría ancianos jubilados, mas de 30.000 millones de euros, es un deber y un orgullo para cualquier demócrata, aunque el poder político lance contra los rebeldes que piden libertad, justicia y democracia, todos sus recursos, desde la policía hasta la prensa sometida, para desacreditar la lucha y estigmatizar el bando ciudadano.
Los gobiernos hace tiempo que han previsto esta lucha y llevan años armando y entrenando mas a las policías que a los ejércitos, lo que refleja que los políticos inmersos en la corrupción y el abuso de poder tienen claro que sus enemigos no son los ejércitos extranjeros, como ocurría en el pasado, sino sus propios ciudadanos, cansados de soportar abusos, injusticias, marginaciones y privilegios inmerecidos de una casta que lo que realmente merece es la derrota y sus sustitución por una clase política decente, humanizada, verdaderamente democrática y al servicio del bien común y del pueblo, no como ahora, que está al servicio de sus partidos políticos y de sus propios intereses, olvidando el bien común y el interés general.
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