La estrategia de Susana Díaz, la presidenta de la Junta de Andalucía y la socialista con mas apoyos por controlar el socialismo andaluz, el mas potente y nutrido de España, pretende entrar en la secretaría general del PSOE por aclamación y bajo palio, señalada como la única opción de futuro en un partido desmoralizado y arrasado por la crisis interna.
Sus estrategas le dicen que espere, que no se someta a procesos enloquecidos de votación que pueden ser histéricos y de resultados inciertos, porque tarde o temprano llegará el momento en que el partido le reclame, le aclame y la coloque en la cúspide con todos los honores y garantías, como la gran esperanza y adornada con un liderazgo fuerte e indiscutido.
En su reciente entrevista al diario "El País", Susana ya deja entrever esa estrategia cuando afirma que España no puede permitirse un PSOE "sin rumbo y dividido", que trabajará por conseguir un partido unido y fuerte, y que, aunque ha decidido no competir por el liderazgo, no descarta estar en otra responsabilidad en el futuro.
Al parecer, tanto la propia Susana como su entorno creen que los actuales candidatos a secretario general no tienen entidad suficiente para embridar y renovar un partido en plena crisis y que del próximo congreso solo podrán surgir soluciones provisionales y débiles.
"Eso lo dirá el tiempo", afirma Susana Díaz en la entrevista que publica El País cuando es preguntada sobre si en un futuro podría dar el salto a la política nacional.
Susana representa hoy la opción mas fuerte y sólida en un PSOE que pierde apoyos en el corazón de la izquierda y que siente vértigo porque se aleja de los ciudadanos y del poder.
Pero Susana, al igual que Madina, Sánchez, Sotillos y Pérez Tapias, no representa la regeneración ni la refundación que el PSOE necesita, según muchos analistas y expertos, sino únicamente una renovación en la cúspide con el mismo partido pero con distintos rostros y equipos. Ningún candidato visible a dirigir el socialismo español es capaz de asumir que el partido está tan deteriorado que no tiene salvación, salvo que cambie tan profundamente que tenga que ser refundado, abandonando sus actuales vicios, en especial la corrupción, el abuso de poder, la falta de ética, la escasez de ideología y esa arrogancia que le aleja mortalmente de la sociedad y del apoyo ciudadano, y sustituyendo esas suciedades por respeto a la democracia, decencia en los comportamientos y una actitud de servicio desinteresado a España y a sus ciudadanos, que el partido abandonó ya en tiempos de Felipe González.
Sus estrategas le dicen que espere, que no se someta a procesos enloquecidos de votación que pueden ser histéricos y de resultados inciertos, porque tarde o temprano llegará el momento en que el partido le reclame, le aclame y la coloque en la cúspide con todos los honores y garantías, como la gran esperanza y adornada con un liderazgo fuerte e indiscutido.
En su reciente entrevista al diario "El País", Susana ya deja entrever esa estrategia cuando afirma que España no puede permitirse un PSOE "sin rumbo y dividido", que trabajará por conseguir un partido unido y fuerte, y que, aunque ha decidido no competir por el liderazgo, no descarta estar en otra responsabilidad en el futuro.
Al parecer, tanto la propia Susana como su entorno creen que los actuales candidatos a secretario general no tienen entidad suficiente para embridar y renovar un partido en plena crisis y que del próximo congreso solo podrán surgir soluciones provisionales y débiles.
"Eso lo dirá el tiempo", afirma Susana Díaz en la entrevista que publica El País cuando es preguntada sobre si en un futuro podría dar el salto a la política nacional.
Susana representa hoy la opción mas fuerte y sólida en un PSOE que pierde apoyos en el corazón de la izquierda y que siente vértigo porque se aleja de los ciudadanos y del poder.
Pero Susana, al igual que Madina, Sánchez, Sotillos y Pérez Tapias, no representa la regeneración ni la refundación que el PSOE necesita, según muchos analistas y expertos, sino únicamente una renovación en la cúspide con el mismo partido pero con distintos rostros y equipos. Ningún candidato visible a dirigir el socialismo español es capaz de asumir que el partido está tan deteriorado que no tiene salvación, salvo que cambie tan profundamente que tenga que ser refundado, abandonando sus actuales vicios, en especial la corrupción, el abuso de poder, la falta de ética, la escasez de ideología y esa arrogancia que le aleja mortalmente de la sociedad y del apoyo ciudadano, y sustituyendo esas suciedades por respeto a la democracia, decencia en los comportamientos y una actitud de servicio desinteresado a España y a sus ciudadanos, que el partido abandonó ya en tiempos de Felipe González.
Comentarios: