Apareció como una estrella deslumbrante en el universo político español. Parecía algo nuevo y distinto y, por un instante, la gente creyó en sus promesas de limpieza y regeneración. Hablaba como el pueblo, defendía la unidad frente a los nacionalistas catalanes como una española mas y era la hija de un fontanero. Por fin parecía despuntar por el horizonte un nuevo PSOE, mas ético, decente y cercano a los ciudadanos. Sin embargo, todo era un espejismo siniestro y frustrante. En apenas unas semanas, España entera retorna a la decepción y descubre que la nueva esperanza socialista es mas de lo mismo y que su liderazgo no representa regeneración alguna sino únicamente un relevo generacional.
Susana se ha suicidado. Y lo ha hecho rápidamente, para que no queden dudas. El suicidio quedó escenificado en el palacio de congresos de Granada, el sábado 23 de noviembre, cuando fue elegida líder del socialismo andaluz y, probablemente, también del español, con el 98,6% de los votos. Ese mismo día de gloria, ella, de manera torpe y decepcionante, permitió que la vieja guardia socialista, fracasada y denostada por los ciudadanos, le diera su apoyo y bendición, todo un suicidio político que agrega frustración y tristeza a la ya desolada política española. Parece mentira que ella, tan lista en apariencia, no supiera que todo lo que tocan Zapatero y Rubalcaba queda podrido.
Colocarse bajo el manto de los Zapatero, Rubalcaba y otros viejos cuadros del fracaso socialista no debió ser un error sino un comportamiento lógico e inevitable porque días antes Susana había cometido otro error garrafal: entregar al sindicato UGT seis millones y medio de euros del escaso dinero público, ese que no da ni para pagar la sanidad, a pesar de que ese sindicato, desprestigiado intensamente ante la ciudadanía española por sus corruptelas, abusos y traiciones, está siendo investigado por los jueces por malversar dinero público y por despilfarrarlo en mariscadas y viajes dignos de sátrapas.
Es probable que Susana haya batido un record al despilfarrar su enorme capital político en apenas unas semanas. Lo ha hecho más rápidamente que Rajoy, que tardó meses, y mucho mas rápido que Zapatero, que resistió años engañando a los españoles, que lo consideraron un dirigente sincero cuando era sólo un mequetrefe inepto y falso.
Si de verdad quería credibilidad y regeneración, tenía que haber entregado a la jueza Alaya a los muchos sinvergüenzas andaluces que se han aprovechado del Estado y han metido las manos en las arcas públicas, pero ha hecho como sus predecesores: esconderlos y arroparlos bajo el poder de la Junta y del partido. Tenía que haber roto con los sindicatos y con la patronal andaluza, nidos de corrupción y de expertos en mal uso del dinero de todos, pero los ha arropado porque los necesita para mantener vivo el engaño de la "paz social" en las tierras atrasadas de Andalucía. Tenía que haberse mantenido al margen del viejo socialismo que ha traicionado a los españoles, pero se ha unido imprudentemente a Zapatero, Rubalcaba, Griñan y a todo ese mundo fracasado.
Sencillamente, se ha suicidado.
Susana era la última esperanza de la izquierda española. Después de su fracaso, es probable que los pocos españoles que todavía creían en la posible regeneración del PSOE tiren la toalla y, saturados de dolor y decepción, opten por votar en blanco o abstenerse.
Las bendiciones públicas de Griñán, Rubalcaba y Zapatero han sido como el abrazo de una boa porque han asfixiado a la pobre Susana, que ya no es otra cosa que una política mas, un miembro de esa "casta" española que se ha atiborrado en las últimas décadas de fracaso, vergüenza, corrupción y desprecio popular.
Susana se ha suicidado. Y lo ha hecho rápidamente, para que no queden dudas. El suicidio quedó escenificado en el palacio de congresos de Granada, el sábado 23 de noviembre, cuando fue elegida líder del socialismo andaluz y, probablemente, también del español, con el 98,6% de los votos. Ese mismo día de gloria, ella, de manera torpe y decepcionante, permitió que la vieja guardia socialista, fracasada y denostada por los ciudadanos, le diera su apoyo y bendición, todo un suicidio político que agrega frustración y tristeza a la ya desolada política española. Parece mentira que ella, tan lista en apariencia, no supiera que todo lo que tocan Zapatero y Rubalcaba queda podrido.
Colocarse bajo el manto de los Zapatero, Rubalcaba y otros viejos cuadros del fracaso socialista no debió ser un error sino un comportamiento lógico e inevitable porque días antes Susana había cometido otro error garrafal: entregar al sindicato UGT seis millones y medio de euros del escaso dinero público, ese que no da ni para pagar la sanidad, a pesar de que ese sindicato, desprestigiado intensamente ante la ciudadanía española por sus corruptelas, abusos y traiciones, está siendo investigado por los jueces por malversar dinero público y por despilfarrarlo en mariscadas y viajes dignos de sátrapas.
Es probable que Susana haya batido un record al despilfarrar su enorme capital político en apenas unas semanas. Lo ha hecho más rápidamente que Rajoy, que tardó meses, y mucho mas rápido que Zapatero, que resistió años engañando a los españoles, que lo consideraron un dirigente sincero cuando era sólo un mequetrefe inepto y falso.
Si de verdad quería credibilidad y regeneración, tenía que haber entregado a la jueza Alaya a los muchos sinvergüenzas andaluces que se han aprovechado del Estado y han metido las manos en las arcas públicas, pero ha hecho como sus predecesores: esconderlos y arroparlos bajo el poder de la Junta y del partido. Tenía que haber roto con los sindicatos y con la patronal andaluza, nidos de corrupción y de expertos en mal uso del dinero de todos, pero los ha arropado porque los necesita para mantener vivo el engaño de la "paz social" en las tierras atrasadas de Andalucía. Tenía que haberse mantenido al margen del viejo socialismo que ha traicionado a los españoles, pero se ha unido imprudentemente a Zapatero, Rubalcaba, Griñan y a todo ese mundo fracasado.
Sencillamente, se ha suicidado.
Susana era la última esperanza de la izquierda española. Después de su fracaso, es probable que los pocos españoles que todavía creían en la posible regeneración del PSOE tiren la toalla y, saturados de dolor y decepción, opten por votar en blanco o abstenerse.
Las bendiciones públicas de Griñán, Rubalcaba y Zapatero han sido como el abrazo de una boa porque han asfixiado a la pobre Susana, que ya no es otra cosa que una política mas, un miembro de esa "casta" española que se ha atiborrado en las últimas décadas de fracaso, vergüenza, corrupción y desprecio popular.
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