A pesar de los aspavientos y reformas aparatosas del gobierno de Rajoy, el año 2012 ha comenzado con un Estado español que gasta el doble de lo que ingresa, igual que Zapatero en 2009, un disparate que, si no se corrige con celeridad y dureza, nos llevaría a un terrible aumento del déficit público de hasta el 11,4 %, a un incremento del paro de 1,2 millones de personas, a la quiebra y a la expulsión de la Eurozona.
Europa y los mercados, a pesar del cambio de gobierno, siguen contemplando a España con profunda preocupación. Hace un par de semanas, Bloomberg, la mayor agencia de noticias económicas mundial, afirmó que mientras Italia estaba haciendo los deberes recortando gasto de verdad, en España solo había mucho ruido y pocas nueces. Los datos parecen confirmar ese diagnóstico: Italia, gobernada por técnicos y con los políticos desprestigiados y al margen de las decisiones, ha quedado integrada en el núcleo de la Europa que manda, junto con Francia y Alemania, mientras que España sigue relegada y sembrando desconfianza. Por otra parte, la prima de riesgo italiana, que llegó a estar por encima de los 500 puntos, casi 200 por encima de la española, no para de bajar y está ya casi al mismo nivel que la nuestra, que no baja ni sube.
Recientemente, las tres grandes agencias de rating decidían simultáneamente rebajar la calificación de España, algo casi inédito en los mercados, un movimiento que llegó acompañado por rebajas de calificación de las 19 principales entidades financieras, que ignoraba totalmente la “gran” reforma del sector de la semana anterior, y completado tres días después con la rebaja de calificaciones de las principales CCAA, con la que Cataluña, por ejemplo, queda solo a un escalón del bono basura y Madrid a dos, y ambas con perspectiva negativa.
Lo de España, por ahora, es casi todo humo y palabrería. Habrá que esperar a conocer los presupuestos de 2012 para saber si la austeridad de Rajoy va en serio. Por lo pronto, a Cataluña, cuyo bono está a un sólo paso de ser considerado "basura", Rajoy le ha dicho que no se preocupe, que el Estado le pagará su catástrofe financiera. Y a Madrid, lo mismo, con su deuda a solo dos pasos del bono basura.
La gran decepción del PP no es que haya decidido no investigar las corrupciones socialistas o que, en lugar de acusar ante los tribunales a Zapatero y a su equipo, por haber arruinado y corrompido el país, lo haya condecorado, sino que parece decidido a mantener el tamaño gigantesco de un Estado que no puede ser financiado. Para mantenerlo en agonía, prolongando los estertores previos al colapso final, Rajoy ha tenido que esquilmar a los españoles haciéndoles pagar más impuestos que cualquier otro país europeo, incluyendo los más ricos, y estableciendo profundos recortes sociales, sin tocar ni un ápice el grueso de los privilegios y ventajas de la casta política española.
La vergüenza del recorte del 20 por ciento a los sindicatos, patronal y partidos políticos clama al cielo y enfurece a una sociedad española que cree, masivamente, que los partidos políticos, los sindicatos y la patronal, tienen que mantenerse con sus propios medios, sin recibir dinero de los impuestos. Esa política es un abuso despótico intolerable que le costará al PP, a la larga, un inevitable declive, cuando se disipe el viento de satisfacción que recibe de la sociedad española por haber echado del poder a Zapatero y sus secuaces.
Quizás la clave está en que los tiempos presentes de crisis y dramas no son adecuados para que políticos sin experiencia y cargados de compromisos y contradicciones, asuman el poder. Italia, dirigida por un tecnócrata de primera división y un equipo económico del mismo nivel, y con los políticos relegados a un segundo plano, ha puesto en marcha un recorte real del gasto público de 47.000 millones de euros y cerrado 2011 con un déficit del 4% del PIB. España, en cambio, está dirigida por políticos sin experiencia en el mundo real, incapaces de comprender qué está sucediendo y que, como Zapatero, esperan un milagro.
Tan sólo por su intención clara de mantener lo máximo posible el tamaño de un Estado imposible de financiar y corrupto, que les permite colocar cientos de miles de parientes y amigos con sueldos un 35% superiores a la media del sector privado, el PP está bajo sospecha y tiene sentido pensar en que, si persisten en esa política sucia y expoliadora, merecen ser sustituidos en el gobierno por un equipo competente.
El gobierno de Rajoy, insensato, parece haber olvidado sus promesas de austeridad, al igual que olvido su promesa de no subir los impuestos. Ha dicho que no permitirá quebrar a nadie y ha decidido no cerrar las entidades financieras inviables, manteniendo esa costosa y pesante losa de plomo sobre las finanzas de España. Por lo pronto, ha sido necesario ampliar ya en 6.000 millones de euros el capital del FROB.
¿Cómo es posible que un Estado casi arruinado, como el de España, pueda seguir financiando la fiesta y se niegue a afrontar una austeridad que ya no es una necesidad sino una urgencia de vida o muerte? Ese derroche insensato es posible solo gracias a la barra libre del Banco Central Europeo, que ha derramado sobre los bancos grandes cantidades de dinero líquido que, casi por completo, está acaparando la deuda del Estado, sin que llegue a las empresas.
En solo 47 días, el endeudamiento del Tesoro en el mercado primario se ha incrementado en 38.000 millones de euros, una cifra disparatada. En enero, el endeudamiento ascendió a 28.500 millones, de los cuales 11.200 fueron a cubrir vencimientos y la diferencia, 17.300 millones, fue endeudamiento nuevo para seguir financiando el despilfarro.
¿Que nos está pasando? ¿Es que nuestros políticos son todavía más ineptos de lo que sospechábamos? ¿Habrá que hacer como Grecia e Italia, jubilar a los políticos inútiles y despilfarradores y sustituirlos por tecnócratas que por lo menos hayan demostrado en la vida su capacidad para gestionar programas, dirigir empresas o crear riqueza?
Nota: Parte de los contenidos de este artículo están inspirados en un análisis de Roberto Centeno. Pulsa AQUÍ para leerlo.
Europa y los mercados, a pesar del cambio de gobierno, siguen contemplando a España con profunda preocupación. Hace un par de semanas, Bloomberg, la mayor agencia de noticias económicas mundial, afirmó que mientras Italia estaba haciendo los deberes recortando gasto de verdad, en España solo había mucho ruido y pocas nueces. Los datos parecen confirmar ese diagnóstico: Italia, gobernada por técnicos y con los políticos desprestigiados y al margen de las decisiones, ha quedado integrada en el núcleo de la Europa que manda, junto con Francia y Alemania, mientras que España sigue relegada y sembrando desconfianza. Por otra parte, la prima de riesgo italiana, que llegó a estar por encima de los 500 puntos, casi 200 por encima de la española, no para de bajar y está ya casi al mismo nivel que la nuestra, que no baja ni sube.
Recientemente, las tres grandes agencias de rating decidían simultáneamente rebajar la calificación de España, algo casi inédito en los mercados, un movimiento que llegó acompañado por rebajas de calificación de las 19 principales entidades financieras, que ignoraba totalmente la “gran” reforma del sector de la semana anterior, y completado tres días después con la rebaja de calificaciones de las principales CCAA, con la que Cataluña, por ejemplo, queda solo a un escalón del bono basura y Madrid a dos, y ambas con perspectiva negativa.
Lo de España, por ahora, es casi todo humo y palabrería. Habrá que esperar a conocer los presupuestos de 2012 para saber si la austeridad de Rajoy va en serio. Por lo pronto, a Cataluña, cuyo bono está a un sólo paso de ser considerado "basura", Rajoy le ha dicho que no se preocupe, que el Estado le pagará su catástrofe financiera. Y a Madrid, lo mismo, con su deuda a solo dos pasos del bono basura.
La gran decepción del PP no es que haya decidido no investigar las corrupciones socialistas o que, en lugar de acusar ante los tribunales a Zapatero y a su equipo, por haber arruinado y corrompido el país, lo haya condecorado, sino que parece decidido a mantener el tamaño gigantesco de un Estado que no puede ser financiado. Para mantenerlo en agonía, prolongando los estertores previos al colapso final, Rajoy ha tenido que esquilmar a los españoles haciéndoles pagar más impuestos que cualquier otro país europeo, incluyendo los más ricos, y estableciendo profundos recortes sociales, sin tocar ni un ápice el grueso de los privilegios y ventajas de la casta política española.
La vergüenza del recorte del 20 por ciento a los sindicatos, patronal y partidos políticos clama al cielo y enfurece a una sociedad española que cree, masivamente, que los partidos políticos, los sindicatos y la patronal, tienen que mantenerse con sus propios medios, sin recibir dinero de los impuestos. Esa política es un abuso despótico intolerable que le costará al PP, a la larga, un inevitable declive, cuando se disipe el viento de satisfacción que recibe de la sociedad española por haber echado del poder a Zapatero y sus secuaces.
Quizás la clave está en que los tiempos presentes de crisis y dramas no son adecuados para que políticos sin experiencia y cargados de compromisos y contradicciones, asuman el poder. Italia, dirigida por un tecnócrata de primera división y un equipo económico del mismo nivel, y con los políticos relegados a un segundo plano, ha puesto en marcha un recorte real del gasto público de 47.000 millones de euros y cerrado 2011 con un déficit del 4% del PIB. España, en cambio, está dirigida por políticos sin experiencia en el mundo real, incapaces de comprender qué está sucediendo y que, como Zapatero, esperan un milagro.
Tan sólo por su intención clara de mantener lo máximo posible el tamaño de un Estado imposible de financiar y corrupto, que les permite colocar cientos de miles de parientes y amigos con sueldos un 35% superiores a la media del sector privado, el PP está bajo sospecha y tiene sentido pensar en que, si persisten en esa política sucia y expoliadora, merecen ser sustituidos en el gobierno por un equipo competente.
El gobierno de Rajoy, insensato, parece haber olvidado sus promesas de austeridad, al igual que olvido su promesa de no subir los impuestos. Ha dicho que no permitirá quebrar a nadie y ha decidido no cerrar las entidades financieras inviables, manteniendo esa costosa y pesante losa de plomo sobre las finanzas de España. Por lo pronto, ha sido necesario ampliar ya en 6.000 millones de euros el capital del FROB.
¿Cómo es posible que un Estado casi arruinado, como el de España, pueda seguir financiando la fiesta y se niegue a afrontar una austeridad que ya no es una necesidad sino una urgencia de vida o muerte? Ese derroche insensato es posible solo gracias a la barra libre del Banco Central Europeo, que ha derramado sobre los bancos grandes cantidades de dinero líquido que, casi por completo, está acaparando la deuda del Estado, sin que llegue a las empresas.
En solo 47 días, el endeudamiento del Tesoro en el mercado primario se ha incrementado en 38.000 millones de euros, una cifra disparatada. En enero, el endeudamiento ascendió a 28.500 millones, de los cuales 11.200 fueron a cubrir vencimientos y la diferencia, 17.300 millones, fue endeudamiento nuevo para seguir financiando el despilfarro.
¿Que nos está pasando? ¿Es que nuestros políticos son todavía más ineptos de lo que sospechábamos? ¿Habrá que hacer como Grecia e Italia, jubilar a los políticos inútiles y despilfarradores y sustituirlos por tecnócratas que por lo menos hayan demostrado en la vida su capacidad para gestionar programas, dirigir empresas o crear riqueza?
Nota: Parte de los contenidos de este artículo están inspirados en un análisis de Roberto Centeno. Pulsa AQUÍ para leerlo.
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