La respuesta de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría ante la exigencia del PSOE de que pidiera disculpas por afirmar el viernes en Moncloa que hay medio millón de 'falsos parados' ha generado este miércoles en el Pleno del Congreso una vergonzosa y poco edificante bronca entre el Gobierno y el PSOE, durante la sesión de control.
El espectáculo ofrecido ayer en el Congreso por la vicepresidenta del gobierno, Soraya Saéz de Santamaría, fue bochornoso y demuestra que esa mujer, a pesar de su juventud y de su tardía incorporación al Partido Popular, ya se comporta con la arrogancia y la bajeza antidemocrática típicas de una política española con solera.
En lugar de reconocer que se equivocó al acusar de "defraudadores" a medio millón de parados españoles que cobran prestaciones, como ha quedado demostrado, reaccionó como una energúmena, utilizó el "tu mas" y avergonzó a los españoles abandonando el Congreso con rabia y utilizando la gran tribuna del debate libre y democrático como si fuera un palenque para riñas de gallos.
El comportamiento de Soraya es una demostración patente de que el liderazgo en España ha perdido uno de sus rasgos fundamentales: el de la ejemplaridad. En lugar de ser ejemplares y comportarse como modelos en los que puedan mirarse los ciudadanos, nuestros políticos demuestran su adhesión a la trifulca, sus vínculos con la mentira, su mala educación y su incapacidad para ejercer el poder en democracia..
En su réplica a la dirigente del PSOE, la vicepresidenta no sólo ignoró la petición, sino que, al contraataque, mencionó la trama de los ERE de Andalucía y llegó a asegurar que también el entonces ministro de Empleo, el socialista Valeriano Gómez, había afirmado en julio de 2011 que "el 25 por ciento de los parados defraudó al cobrar el paro". "¿Qué le diría usted? Mucho no le debería decir porque le ha hecho portavoz de Economía", ha apostillado Sáenz de Santamaría.
La mención a su persona llevó a Gómez a pedir la palabra por alusiones y el presidente del Congreso, Jesús Posada, aceptó la petición, pero aclarando al diputado que podría hablar sólo después de que terminaran las preguntas al Gobierno. Mientras, la vicepresidenta abandonó el hemiciclo, lo que provocó el abucheo de los socialistas, que aprovecharon las redes sociales o sus intervenciones en el Pleno para censurar esa actitud.
Una vez concluidas las preguntas al Ejecutivo, Posada concedió un turno a Gómez, quien, sin cuestionar la aplicación del Reglamento, censuró haber tenido que esperar tanto tiempo para defenderse: "Si se hubiera hecho de otra forma, nos abríamos ahorrado el espectáculo de una vicepresidenta que acusa a un ministro del Gobierno para después marcharse y huir sin tener la mínima educación de escuchar a la persona aludida".
Hace unos años asistí a una conferencia pronunciada por Soraya en Sevilla, en la que proyectó una imagen atractiva, fresca y potente de persona inteligente y libre, llegada a la político como técnica y experta, sin los vicios propios del político profesional. Pero aquellos rasgos, después de poco mas de un año de gobierno, se han diluido y su comportamiento es ya el de un político profesional de los que avergüenzan a los españoles con espíritu altivo, sectario y mas interesado en la disputa y la vulgaridad del enfrentamiento que en el servicio al bien común y al debate libre y constructivo.
El espectáculo ofrecido ayer en el Congreso por la vicepresidenta del gobierno, Soraya Saéz de Santamaría, fue bochornoso y demuestra que esa mujer, a pesar de su juventud y de su tardía incorporación al Partido Popular, ya se comporta con la arrogancia y la bajeza antidemocrática típicas de una política española con solera.
En lugar de reconocer que se equivocó al acusar de "defraudadores" a medio millón de parados españoles que cobran prestaciones, como ha quedado demostrado, reaccionó como una energúmena, utilizó el "tu mas" y avergonzó a los españoles abandonando el Congreso con rabia y utilizando la gran tribuna del debate libre y democrático como si fuera un palenque para riñas de gallos.
El comportamiento de Soraya es una demostración patente de que el liderazgo en España ha perdido uno de sus rasgos fundamentales: el de la ejemplaridad. En lugar de ser ejemplares y comportarse como modelos en los que puedan mirarse los ciudadanos, nuestros políticos demuestran su adhesión a la trifulca, sus vínculos con la mentira, su mala educación y su incapacidad para ejercer el poder en democracia..
En su réplica a la dirigente del PSOE, la vicepresidenta no sólo ignoró la petición, sino que, al contraataque, mencionó la trama de los ERE de Andalucía y llegó a asegurar que también el entonces ministro de Empleo, el socialista Valeriano Gómez, había afirmado en julio de 2011 que "el 25 por ciento de los parados defraudó al cobrar el paro". "¿Qué le diría usted? Mucho no le debería decir porque le ha hecho portavoz de Economía", ha apostillado Sáenz de Santamaría.
La mención a su persona llevó a Gómez a pedir la palabra por alusiones y el presidente del Congreso, Jesús Posada, aceptó la petición, pero aclarando al diputado que podría hablar sólo después de que terminaran las preguntas al Gobierno. Mientras, la vicepresidenta abandonó el hemiciclo, lo que provocó el abucheo de los socialistas, que aprovecharon las redes sociales o sus intervenciones en el Pleno para censurar esa actitud.
Una vez concluidas las preguntas al Ejecutivo, Posada concedió un turno a Gómez, quien, sin cuestionar la aplicación del Reglamento, censuró haber tenido que esperar tanto tiempo para defenderse: "Si se hubiera hecho de otra forma, nos abríamos ahorrado el espectáculo de una vicepresidenta que acusa a un ministro del Gobierno para después marcharse y huir sin tener la mínima educación de escuchar a la persona aludida".
Hace unos años asistí a una conferencia pronunciada por Soraya en Sevilla, en la que proyectó una imagen atractiva, fresca y potente de persona inteligente y libre, llegada a la político como técnica y experta, sin los vicios propios del político profesional. Pero aquellos rasgos, después de poco mas de un año de gobierno, se han diluido y su comportamiento es ya el de un político profesional de los que avergüenzan a los españoles con espíritu altivo, sectario y mas interesado en la disputa y la vulgaridad del enfrentamiento que en el servicio al bien común y al debate libre y constructivo.
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