A finales de julio me fui de vacaciones preocupado porque cada día me radicalizaba más. Hoy, después de un mes de descanso y reflexión serena, he llegado a la conclusión que, por fortuna, soy cada día más radical.
Radicalizarse en esta España injusta y mal gobernada es el destino natural y lógico de todo ciudadano demócrata y decente. Lo que es preocupante y triste en esta España no es ser un radical sino ser un conformista despreocupado, insensible ante la corrupción, el abuso de poder y los estragos que causa el mal gobierno. Es la España política, que repite elecciones, que provoca el independentismo, que está plagada de corruptos y de abusadores, la que se ha convertido en una fábrica incansable de radicalismo, indignación y deseos de acabar con la suciedad imperante.
Los grandes poderes llaman radicales a los que quieren desprestigiar y marginar. Para ellos, ser radical equivale a ser poco menos que antisistema, cuando ser radical solo significa luchar por un mundo mejor y no amilanarse ante los abusos y vicios del poder, sobre todo del poder político, que debe estar siempre al servicio del ciudadano y del bien común. Radicalizarse, en España, es tan lógico y encomiable como ser decente.
La degradación es tan enorme y la política ha caído tan bajo que aquellos que no reaccionan indignándose o avanzando hacia posiciones radicales y es porque tienen muerto el espíritu o ya se han convertido en esclavos.
Radicalizarse ante el comportamiento de tipos como Rajoy, Pedro Sánchez o Pablo Iglesias es tan lógico como arder cuando te prenden fuego o como ahogarse en el fondo del mar. Lo que es incomprensible es no enfurecerse e indignarse al contemplar la injusticia reinante, la corrupción imperante y el daño que están causando a España los políticos y sus partidos.
Lo lógico y coherente es radicalizarse ante esta España que está hecha unos zorros: con regiones que se quieren independizar, con millones de ciudadanos insatisfechos y sin esperanza, con millones de desempleados y nuevos pobres, sin democracia, sin confianza ciudadana en la política, con sus líderes desprestigiados y hasta odiados por la ciudadanía, con la mentira y la manipulación instaladas en el corazón del sistema, corrompida, injusta y con sus valores hecho añicos. Lo grave e indecente es sentir satisfacción o indiferencia ante esa situación y no reaccionar con furia ante la sucia patria que nos están construyendo desde el poder.
Ser radical en España es la postura lógica de todo ciudadano demócrata y decente que desea un mundo mejor. Si eres radical pacífico, saca pecho y siéntete orgulloso. No te dejes engañar por el poder.
Francisco Rubiales
Radicalizarse en esta España injusta y mal gobernada es el destino natural y lógico de todo ciudadano demócrata y decente. Lo que es preocupante y triste en esta España no es ser un radical sino ser un conformista despreocupado, insensible ante la corrupción, el abuso de poder y los estragos que causa el mal gobierno. Es la España política, que repite elecciones, que provoca el independentismo, que está plagada de corruptos y de abusadores, la que se ha convertido en una fábrica incansable de radicalismo, indignación y deseos de acabar con la suciedad imperante.
Los grandes poderes llaman radicales a los que quieren desprestigiar y marginar. Para ellos, ser radical equivale a ser poco menos que antisistema, cuando ser radical solo significa luchar por un mundo mejor y no amilanarse ante los abusos y vicios del poder, sobre todo del poder político, que debe estar siempre al servicio del ciudadano y del bien común. Radicalizarse, en España, es tan lógico y encomiable como ser decente.
La degradación es tan enorme y la política ha caído tan bajo que aquellos que no reaccionan indignándose o avanzando hacia posiciones radicales y es porque tienen muerto el espíritu o ya se han convertido en esclavos.
Radicalizarse ante el comportamiento de tipos como Rajoy, Pedro Sánchez o Pablo Iglesias es tan lógico como arder cuando te prenden fuego o como ahogarse en el fondo del mar. Lo que es incomprensible es no enfurecerse e indignarse al contemplar la injusticia reinante, la corrupción imperante y el daño que están causando a España los políticos y sus partidos.
Lo lógico y coherente es radicalizarse ante esta España que está hecha unos zorros: con regiones que se quieren independizar, con millones de ciudadanos insatisfechos y sin esperanza, con millones de desempleados y nuevos pobres, sin democracia, sin confianza ciudadana en la política, con sus líderes desprestigiados y hasta odiados por la ciudadanía, con la mentira y la manipulación instaladas en el corazón del sistema, corrompida, injusta y con sus valores hecho añicos. Lo grave e indecente es sentir satisfacción o indiferencia ante esa situación y no reaccionar con furia ante la sucia patria que nos están construyendo desde el poder.
Ser radical en España es la postura lógica de todo ciudadano demócrata y decente que desea un mundo mejor. Si eres radical pacífico, saca pecho y siéntete orgulloso. No te dejes engañar por el poder.
Francisco Rubiales
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