Amar el progreso es una cosa y ser "progre" es otra. La búsqueda del progreso ha sido uno de los más positivos y poderosos motores de la historia, pero cuando ese progreso es manipulado, cocinado y adulterado por políticos contaminados de totalitarismo, se convierte en ese cóctel vulgar que llamamos "progre". No es una filosofía, ni una ideología, ni siquiera una doctrina, sino un vulgar barniz hipócrita y contradictorio que no sólo no mejora al ser humano, ni la convivencia, sino que, muchas veces, los envilece.
En España, la escuela "progre", impulsada por la izquierda en el poder, ha alcanzado niveles indeseables de propagación y efectos altamente dañinos en la sociedad. La España actual, líder europeo en paro, prostitución, alcoholismo, tráfico y consumo de drogas, baja calidad en la enseñanza, fracaso escolar, avance de la pobreza, desprestigio de la democracia y de las castas políticas, caída de valores tradicionales, etc. es, en buena parte, fruto del dominio "progre".
Tras la publicación, en este mismo blog, en días pasados, del artículo Los dogmas progres se van a pique y ante la petición de algunos lectores de que profundicemos en el tema del "progre", reproducimos el artículo La gran estafa de la 'progresía' (Reflexiones útiles para el congreso del PSOE), publicado ya en Voto en Blanco, en julio de 2008.
El contenido del artículo es el siguiente:
Han convertido la "democracia" en una palabra sagrada y en el talismán de su fe política, pero los que, sin serlo, se llaman "progresistas" desconocen la verdadera democracia y la confunden con la oligocracia de partidos, que es lo que de verdad adoran. También confunden los derechos y libertades del pueblo en democracia con el populismo. Por eso defienden a Cuba, Venezuela y otras dictaduras populacheras que en realidad son tan democráticas como el III Reich.
Todo es confusión en la "progresía", una fe que ni siquiera es una ideología, porque le falta consistencia y grosor intelectual. Nació para tapar las enormes brechas que dejó abiertas en la izquierda mundial la caída del Muro de Berlín, pero al final ha resultado un bodrio frívolo, insolvente y peligroso porque abre un atajo que lleva hacia el totalitarismo. Julio Anguita la definió con tanta crueldad como precisión cuando dijo que la progresía es "el sumidero por donde se han ido las auténticas ideas de la izquierda".
Sus contradicciones y paradojas son memorables: están contra la pena de muerte, pero defienden el aborto, que causa cientos de miles de muertos, y la eutanasia; siempre hablan de tolerancia, pero no soportan la disidencia y llaman "fascistas" a los que piensan diferente, a los que, si pueden, condenan al ostracismo; dicen que la igualdad es lo más importante, pero ellos se hacen millonarios en el poder, dejan libres a los Albertos, multimillonarios acusados de estafar miles de millones, y meten en la cárcel al que roba un jamón en un supermercado; proclaman la libertad a los cuatro vientos, pero han creado la doctrina de lo "políticamente correcto", una especie de pensamiento único dictatorial al que hay que someterse por la fuerza, hasta el punto de que todo el que se atreva a deambular por las sendas libertarias de lo "políticamente incorrecto" es tratado como proscrito.
Utilizan como blindaje a los periodistas sometidos y a los medios de comunicación afines, a los que alimentan generosamente desde el poder con contratos publicitarios y concesiones para que camuflen o silencien lo que les perjudica, propaguen el pensamiento único y fustiguen a los que se oponen a la doctrina oficial. Así han conseguido transformar en silencio, sin denuncias y sin ruido, la democracia en una oligocracia autoritaria, donde los ciudadanos han sido suplantados por los partidos políticos.
Afirman que la ideología es primordial y exhiben lo que llaman "principios y valores de la izquierda", pero son capaces de pactar hasta con el mismo diablo, renunciando a las ideas, con tal de alcanzar o conservar el poder. En España, punta de lanza del progresismo en Europa, los progresistas de Zapatero han pactado de manera reiterada con nacionalistas extremos en el País Vasco, Cataluña y Galicia, sin importarles que sus "socios" estén situados en las antípodas ideológicas y que pugnen por destruir el Estado.
Proclaman que están ampliando los derechos de las minorías y, realmente, han amparado a los homosexuales y a otros grupos marginales, pero ignoran los derechos constitucionales de los ciudadanos que, sólo por emplear el idioma español, son acosados y humillados en regiones gobernadas por ellos y sus socios nacionalistas..
Son anticapitalistas y antiyankis, pero cuidan con tanto esmero los intereses de la burguesía y de las élites poderosas que han conseguido que los ricos y los grandes empresarios les prefieran a la derecha y siempre les voten. El antiamericanismo de su líder, Zapatero, es notable, pero él lleva casi cinco años mendigando penosamente una entrevista con el presidente Bush.
Sólo sienten pánico ante las estadísticas, los datos y las cifras, porque ponen de manifiesto sus carencias y contradiciones y porque les impiden manipular y disfrazar la realidad. Los datos son el fiel reflejo de la realidad inquietante del mundo que dominan y del fracaso de su filosofía, pero el control que ejercen sobre periodistas, intelectuales y medios les permite combatir esa realidad con mentiras, informaciones parciales e imágenes trucadas que generan confusión. ¿Quién se atreve a propagar que la fosa que separa a ricos y pobres se ensancha rápidamente bajo el mandato de Zapatero? ¿Alguien se atreve a informar sobre el monstruoso crecimiento de la burocracia, de las empresas, instituciones y cargos públicos bajo la "progresía"? ¿Quién se atreve a difundir que, bajo la batuta de la progresía, están creciendo como la espuma la inseguridad ciudadana, el desprecio al liderazgo político, la desconfianza en las instituciones y el rechazo a los políticos? ¿Quién es capaz de informar que son pocos lo que creen ya que España sea una verdadera democracia?
Fustigan a la Iglesia porque es el único poder que no controlan, pero no sustituyen los valores que defendía el catolicismo por otros nuevos, de manera que la crítica corrosiva del laicismo y del relativismo sólo genera insolidaridad, deterioro de la familia, egoísmo, crispación y terribles daños a la convivencia.
Utilizan el dinero para controlarlo todo y emplean las subvenciones para generar clientelismo y sumisión. Afirman creer en la sociedad civil, pero en realidad la han invadido, asfixiado y colocado en estado de coma. La sociedad civil, tras haber padecido el tratamiento "progre", está arrasada y es incapaz de cumplir su vital papel de contrapeso del Estado. Han invadido todos los espacios sagrados de la sociedad que necesitan desarrollarse en libertad, como las universidades, las cajas de ahorro, los sindicatos, la patronal, las confesiones religiosas, las asociaciones civiles y ciudadanas y gran parte del llamado "Tercer Sector", donde están las asociaciones y fundaciones.
Bajo el imperio "progre", el Estado no para de crecer y el ciudadano no cesa de mermar. Los viejos equilibrios de la libertad han quedado rotos. Ya no es el gobierno el que teme a los ciudadanos, como es deseable en democracia, sino los ciudadanos los que temen al poder político.
El pensamiento "progre" beneficia mas que a nadie a los políticos y ha logrado convertir al dirigente en el verdadero "señor" y "dueño" de la sociedad, atiborrándolos de tantos privilegios y ventajas que su mundo ya no es el del ciudadano. Las élites políticas viven en auténticas burbujas que les impiden conocer a los ciudadanos y a sus dramas diarios. Desde sus residencias vigiladas, coches blindados, sueldos estelares y demás privilegios, desconocen la pobreza, las míseras pensiones, la dureza de las hipotecas, la inseguridad en las calles, el deterioro de la convivencia y otras muchas tragedias que convierten la vida en miserable.
La progresía, en abierta contradición con sus postulados, no impide que los privilegios de los que están en el poder sean hoy escandalosos, comparables a los que disfrutaban en la época del absolutismo la nobleza y el clero: fueros propios, práctica inmunidad e impunidad, coches oficiales, sueldos elevados a los que no afectan la crisis, acceso y control de los recursos del Estado, etc.
Francisco Rubiales
En España, la escuela "progre", impulsada por la izquierda en el poder, ha alcanzado niveles indeseables de propagación y efectos altamente dañinos en la sociedad. La España actual, líder europeo en paro, prostitución, alcoholismo, tráfico y consumo de drogas, baja calidad en la enseñanza, fracaso escolar, avance de la pobreza, desprestigio de la democracia y de las castas políticas, caída de valores tradicionales, etc. es, en buena parte, fruto del dominio "progre".
Tras la publicación, en este mismo blog, en días pasados, del artículo Los dogmas progres se van a pique y ante la petición de algunos lectores de que profundicemos en el tema del "progre", reproducimos el artículo La gran estafa de la 'progresía' (Reflexiones útiles para el congreso del PSOE), publicado ya en Voto en Blanco, en julio de 2008.
El contenido del artículo es el siguiente:
Han convertido la "democracia" en una palabra sagrada y en el talismán de su fe política, pero los que, sin serlo, se llaman "progresistas" desconocen la verdadera democracia y la confunden con la oligocracia de partidos, que es lo que de verdad adoran. También confunden los derechos y libertades del pueblo en democracia con el populismo. Por eso defienden a Cuba, Venezuela y otras dictaduras populacheras que en realidad son tan democráticas como el III Reich.
Todo es confusión en la "progresía", una fe que ni siquiera es una ideología, porque le falta consistencia y grosor intelectual. Nació para tapar las enormes brechas que dejó abiertas en la izquierda mundial la caída del Muro de Berlín, pero al final ha resultado un bodrio frívolo, insolvente y peligroso porque abre un atajo que lleva hacia el totalitarismo. Julio Anguita la definió con tanta crueldad como precisión cuando dijo que la progresía es "el sumidero por donde se han ido las auténticas ideas de la izquierda".
Sus contradicciones y paradojas son memorables: están contra la pena de muerte, pero defienden el aborto, que causa cientos de miles de muertos, y la eutanasia; siempre hablan de tolerancia, pero no soportan la disidencia y llaman "fascistas" a los que piensan diferente, a los que, si pueden, condenan al ostracismo; dicen que la igualdad es lo más importante, pero ellos se hacen millonarios en el poder, dejan libres a los Albertos, multimillonarios acusados de estafar miles de millones, y meten en la cárcel al que roba un jamón en un supermercado; proclaman la libertad a los cuatro vientos, pero han creado la doctrina de lo "políticamente correcto", una especie de pensamiento único dictatorial al que hay que someterse por la fuerza, hasta el punto de que todo el que se atreva a deambular por las sendas libertarias de lo "políticamente incorrecto" es tratado como proscrito.
Utilizan como blindaje a los periodistas sometidos y a los medios de comunicación afines, a los que alimentan generosamente desde el poder con contratos publicitarios y concesiones para que camuflen o silencien lo que les perjudica, propaguen el pensamiento único y fustiguen a los que se oponen a la doctrina oficial. Así han conseguido transformar en silencio, sin denuncias y sin ruido, la democracia en una oligocracia autoritaria, donde los ciudadanos han sido suplantados por los partidos políticos.
Afirman que la ideología es primordial y exhiben lo que llaman "principios y valores de la izquierda", pero son capaces de pactar hasta con el mismo diablo, renunciando a las ideas, con tal de alcanzar o conservar el poder. En España, punta de lanza del progresismo en Europa, los progresistas de Zapatero han pactado de manera reiterada con nacionalistas extremos en el País Vasco, Cataluña y Galicia, sin importarles que sus "socios" estén situados en las antípodas ideológicas y que pugnen por destruir el Estado.
Proclaman que están ampliando los derechos de las minorías y, realmente, han amparado a los homosexuales y a otros grupos marginales, pero ignoran los derechos constitucionales de los ciudadanos que, sólo por emplear el idioma español, son acosados y humillados en regiones gobernadas por ellos y sus socios nacionalistas..
Son anticapitalistas y antiyankis, pero cuidan con tanto esmero los intereses de la burguesía y de las élites poderosas que han conseguido que los ricos y los grandes empresarios les prefieran a la derecha y siempre les voten. El antiamericanismo de su líder, Zapatero, es notable, pero él lleva casi cinco años mendigando penosamente una entrevista con el presidente Bush.
Sólo sienten pánico ante las estadísticas, los datos y las cifras, porque ponen de manifiesto sus carencias y contradiciones y porque les impiden manipular y disfrazar la realidad. Los datos son el fiel reflejo de la realidad inquietante del mundo que dominan y del fracaso de su filosofía, pero el control que ejercen sobre periodistas, intelectuales y medios les permite combatir esa realidad con mentiras, informaciones parciales e imágenes trucadas que generan confusión. ¿Quién se atreve a propagar que la fosa que separa a ricos y pobres se ensancha rápidamente bajo el mandato de Zapatero? ¿Alguien se atreve a informar sobre el monstruoso crecimiento de la burocracia, de las empresas, instituciones y cargos públicos bajo la "progresía"? ¿Quién se atreve a difundir que, bajo la batuta de la progresía, están creciendo como la espuma la inseguridad ciudadana, el desprecio al liderazgo político, la desconfianza en las instituciones y el rechazo a los políticos? ¿Quién es capaz de informar que son pocos lo que creen ya que España sea una verdadera democracia?
Fustigan a la Iglesia porque es el único poder que no controlan, pero no sustituyen los valores que defendía el catolicismo por otros nuevos, de manera que la crítica corrosiva del laicismo y del relativismo sólo genera insolidaridad, deterioro de la familia, egoísmo, crispación y terribles daños a la convivencia.
Utilizan el dinero para controlarlo todo y emplean las subvenciones para generar clientelismo y sumisión. Afirman creer en la sociedad civil, pero en realidad la han invadido, asfixiado y colocado en estado de coma. La sociedad civil, tras haber padecido el tratamiento "progre", está arrasada y es incapaz de cumplir su vital papel de contrapeso del Estado. Han invadido todos los espacios sagrados de la sociedad que necesitan desarrollarse en libertad, como las universidades, las cajas de ahorro, los sindicatos, la patronal, las confesiones religiosas, las asociaciones civiles y ciudadanas y gran parte del llamado "Tercer Sector", donde están las asociaciones y fundaciones.
Bajo el imperio "progre", el Estado no para de crecer y el ciudadano no cesa de mermar. Los viejos equilibrios de la libertad han quedado rotos. Ya no es el gobierno el que teme a los ciudadanos, como es deseable en democracia, sino los ciudadanos los que temen al poder político.
El pensamiento "progre" beneficia mas que a nadie a los políticos y ha logrado convertir al dirigente en el verdadero "señor" y "dueño" de la sociedad, atiborrándolos de tantos privilegios y ventajas que su mundo ya no es el del ciudadano. Las élites políticas viven en auténticas burbujas que les impiden conocer a los ciudadanos y a sus dramas diarios. Desde sus residencias vigiladas, coches blindados, sueldos estelares y demás privilegios, desconocen la pobreza, las míseras pensiones, la dureza de las hipotecas, la inseguridad en las calles, el deterioro de la convivencia y otras muchas tragedias que convierten la vida en miserable.
La progresía, en abierta contradición con sus postulados, no impide que los privilegios de los que están en el poder sean hoy escandalosos, comparables a los que disfrutaban en la época del absolutismo la nobleza y el clero: fueros propios, práctica inmunidad e impunidad, coches oficiales, sueldos elevados a los que no afectan la crisis, acceso y control de los recursos del Estado, etc.
Francisco Rubiales
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