Rubalcaba sabe que va a perder frente a Rajoy y por eso apuesta por un absurdo giro a la izquierda que en Europa nunca van a aceptar. Su grito demagogo ¡Que paguen los ricos! es un anatema en la actual política europea, en el FMI, en Washington, en el sistema financiero mundial y hasta en su propio partido, que se ha dedicado a beneficiar a la banca y a las grandes fortunas españolas durante los últimos siete años.
Su política es un gratuito brindis al sol que no le compromete a nada porque nunca va a poder cumplir sus promesas desde el poder. Consciente de que sus palabras y sus promesas no encierran peligro, ha dicho nada menos que las cajas y los bancos, de sus beneficios, tendrán que emplear una parte para la creación de empleo, que gravará con impuestos los grandes patrimonios y nada menos que reformará el sistema electoral.
Seguramente, antes de lanzar esas frases habrá llamado a Emilio Botín, a Florentino Pérez, a los Entrecanales y a muchos otros dueños de grandes fortunas para advertirles que no hagan caso a sus promesas, que sus palabras no encierran peligro y que son gestos para la galería y para dar ánimos a un partido que está desquiciado por el olor a derrota y aterrorizado ante la travesía del desierto que le espera.
El giro a la izquierda de Rubalcaba no es, como muchos medios afirman, para ganar votos, sino gestos potentes para asumir el liderazgo en un partido socialista que, bajo Zapatero, se ha radicalizado absurdamente, remando contra corriente, avanzando hacia donde nadie iba en la política mundial, convirtiéndose en una reliquia perdedora.
La presentación de Rubalcaba como candidato ha sido un "Reality Show" en el que las palabras y las promesas carecían de valor y estuvieron siempre al servicio del espectáculo. La gente cree que Rubalcaba está enfrentado a Zapatero, pero no es cierto porque Zapatero le ha convertido en un discípulo, igual que hizo Felipe Gonzáles en el pasado. Nada es más admirable para un manipulador silencioso, profesional de las alcantirillas, como Rubalcaba, que el falso discurso convincente, la simulación escenográfica y el dominio del engaño, disciplinas en las que Zapatero ha sido un gran maestro, hasta que la sociedad española le ha dicho "basta de mentiras" y lo ha condenado al ostracismo político.
Pero Alfredo ha quedado fascinado con el modelo de Zapatero y cree que haber resistido en el poder, durante siete años, mintiendo como un bellaco y transformando el país contra los deseos de la mayoría es toda una gesta. Él cree firmemente que la capacidad de engañar de Zapatero, unida a su habilidad personal para la manipulación y la maniobra, constituyen un arma casi invencible en política, por lo menos capaz de resucitar al alicaido PSOE, que tiembla ya ante la derrota que se le avecina y ante una pavorosa travesía del desierto sin cargos públicos, sin privilegios, sin la capacidad de legislar y sin control de los fondos estatales.
Los que le conocen afirman que Rubalcaba no tiene ideología, ni comprende lo que esa palabra significa. Para él, la política es maniobra, estretegia y táctica, todo un sistema de movimientos orientado a alcanzar los objetivos por el medio más seguro y eficaz. Si hubiera que comprarlo con alguien habría que recurrir a los viejos bolcheviques miedosos que tomaron el poder con Lenin pero que después, bajo Stalin, cambiaron sus ideas y se adaptaron a los caprichos del vencedor. "Todo al servicio del poder", ese es el único lema valioso en su cosmología personal. Por eso dice ahora cosas tan sorprendentes como que posee la receta para acabar con el paro o que los banqueros, a los que Zapatero y él han beneficiado, deben pagar la crisis, o que son los ricos, a los que Zapatero y él han cultivado y mimado, los que deben pagar más impuestos. La palabra, para el candidato Rubalcaba, es un simple medio y siempre estará al servicio del fin.
Rubalcaba no es la solución de los problemas de España que el mismo ha generado desde el gobierno. Es sólo una compresa para el sangrante PSOE o quizás mejor un chute de anfetaminas. Es así como hay que entender su irrupción en ese sobrecogedor "valle de las tinieblas" que es la actual política española por obra y gracia de Zapatero y su "tropa".
Su política es un gratuito brindis al sol que no le compromete a nada porque nunca va a poder cumplir sus promesas desde el poder. Consciente de que sus palabras y sus promesas no encierran peligro, ha dicho nada menos que las cajas y los bancos, de sus beneficios, tendrán que emplear una parte para la creación de empleo, que gravará con impuestos los grandes patrimonios y nada menos que reformará el sistema electoral.
Seguramente, antes de lanzar esas frases habrá llamado a Emilio Botín, a Florentino Pérez, a los Entrecanales y a muchos otros dueños de grandes fortunas para advertirles que no hagan caso a sus promesas, que sus palabras no encierran peligro y que son gestos para la galería y para dar ánimos a un partido que está desquiciado por el olor a derrota y aterrorizado ante la travesía del desierto que le espera.
El giro a la izquierda de Rubalcaba no es, como muchos medios afirman, para ganar votos, sino gestos potentes para asumir el liderazgo en un partido socialista que, bajo Zapatero, se ha radicalizado absurdamente, remando contra corriente, avanzando hacia donde nadie iba en la política mundial, convirtiéndose en una reliquia perdedora.
La presentación de Rubalcaba como candidato ha sido un "Reality Show" en el que las palabras y las promesas carecían de valor y estuvieron siempre al servicio del espectáculo. La gente cree que Rubalcaba está enfrentado a Zapatero, pero no es cierto porque Zapatero le ha convertido en un discípulo, igual que hizo Felipe Gonzáles en el pasado. Nada es más admirable para un manipulador silencioso, profesional de las alcantirillas, como Rubalcaba, que el falso discurso convincente, la simulación escenográfica y el dominio del engaño, disciplinas en las que Zapatero ha sido un gran maestro, hasta que la sociedad española le ha dicho "basta de mentiras" y lo ha condenado al ostracismo político.
Pero Alfredo ha quedado fascinado con el modelo de Zapatero y cree que haber resistido en el poder, durante siete años, mintiendo como un bellaco y transformando el país contra los deseos de la mayoría es toda una gesta. Él cree firmemente que la capacidad de engañar de Zapatero, unida a su habilidad personal para la manipulación y la maniobra, constituyen un arma casi invencible en política, por lo menos capaz de resucitar al alicaido PSOE, que tiembla ya ante la derrota que se le avecina y ante una pavorosa travesía del desierto sin cargos públicos, sin privilegios, sin la capacidad de legislar y sin control de los fondos estatales.
Los que le conocen afirman que Rubalcaba no tiene ideología, ni comprende lo que esa palabra significa. Para él, la política es maniobra, estretegia y táctica, todo un sistema de movimientos orientado a alcanzar los objetivos por el medio más seguro y eficaz. Si hubiera que comprarlo con alguien habría que recurrir a los viejos bolcheviques miedosos que tomaron el poder con Lenin pero que después, bajo Stalin, cambiaron sus ideas y se adaptaron a los caprichos del vencedor. "Todo al servicio del poder", ese es el único lema valioso en su cosmología personal. Por eso dice ahora cosas tan sorprendentes como que posee la receta para acabar con el paro o que los banqueros, a los que Zapatero y él han beneficiado, deben pagar la crisis, o que son los ricos, a los que Zapatero y él han cultivado y mimado, los que deben pagar más impuestos. La palabra, para el candidato Rubalcaba, es un simple medio y siempre estará al servicio del fin.
Rubalcaba no es la solución de los problemas de España que el mismo ha generado desde el gobierno. Es sólo una compresa para el sangrante PSOE o quizás mejor un chute de anfetaminas. Es así como hay que entender su irrupción en ese sobrecogedor "valle de las tinieblas" que es la actual política española por obra y gracia de Zapatero y su "tropa".
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