Arturo Pérez Reverte, el novelista español vivo de más éxito, sostiene que Rajoy es un inculto que ni isiquiera es capaz de leer un libro. Sospechamos que el literato tiene razón, pero no podemos comprobarlo. Sin embargo, si es metafísicamente cierto que Rajoy es un inculto integral en democracia, un sistema de desconoce e ignora de manera vergonzosa y temeraria. La última "herejía" que ha pronunciado en democracia ha sido afirmar que no es todavía el tiempo de hacerle un balance a su gobierno y que hay que esperar al final de su mandato, ignorando que en democracia los gobiernos son examinados a diario y que sus balances tienen que ser aprobados por los ciudadanos cada día.
Uno de los peores dramas de España es la profunda incultura democrática de su clase política, toda ella amamantada en las ubres totalitarias del Franquismo, del socialismo y del nacionalismo radical. Los tres últimos presidentes del gobierno de España, Aznar, Zapatero y Rajoy, a juzgar por lo que dijeron e hicieron, fueron y son analfabetos profundos en asuntos de democracia.
Rajoy cree que sí la economía resurge durante su mandato, su asqueroso y antidemocrático gobierno va a arrojar un balance positivo, a pesar de estragos tan impresentables en democracia como el saqueo de las cajas de ahorros, la estafa y robo a los ahorradores mediante las participación presentes, el incumplimiento de todas sus grandes promesas electorales, la indecente negativa a adelgazar el Estado y a castigar a los corruptos y ladrones con poder politico, los impuestos abusivos que han diezmado a las empresas y a las clases medias y la brutal corrupción que infecta su gobierno y la vida institucional durante su mandato.
Lo primero que debería saber Rajoy de la democracia es que los gobiernos únicamente son lícitos si son éticos y cuentan con el apoyo de los ciudadanos en cada momento. Los gobiernos que, como el suyo, han incumplido lo que prometieron a los electores durante la campaña y que han perdido el sostén de las mayorías tal vez sean legales, pero nunca pueden ser lícitos y democráticos.
Ignoran que la democracia es el gobierno del pueblo y el protagonismo del ciudadano. Los políticos han prostituido la democracia relegando a los ciudadanos y convirtiéndola en un sistema donde los soberanos son la clase política, los partidos y el gobierno. Son más estatalistas, de hecho, que los viejos comunistas derrotados en la URSS. Ignoran que sin división e independencia de los poderes del Estado la democracia es un sainete. Ni siquiera saben que sin una ley igual para todos y sin que los poderes sean limitados y controlados por los ciudadanos y las leyes, la democracia es basura. A Rajoy y su tropa de incultos solo les interesa el poder. La corrupción que anida en sus dominios y que crece en su entorno es tan nauseabunda que ya ni siquiera le salvaría, como gobernante de un pueblo libre y democrático, el que consiguiera una brillante reactivación de la economía.
Pérez Reverte, con razón, llama al presidente "rata" inculta y le pide que aparezca ante los ciudadanos, al menos una vez, leyendo un libro, en un concierto o en la ópera.
Los españoles no le pedimos tanto. Nos bastaría con que cumpliera lo que ha prometido y entendiera que no le hemos elegido solo para que reactive la economía sino, sobre todo, para que haga de España un país ético, justo y decente, todo lo contrario de lo que el esta construyendo desde la Moncloa.
Uno de los peores dramas de España es la profunda incultura democrática de su clase política, toda ella amamantada en las ubres totalitarias del Franquismo, del socialismo y del nacionalismo radical. Los tres últimos presidentes del gobierno de España, Aznar, Zapatero y Rajoy, a juzgar por lo que dijeron e hicieron, fueron y son analfabetos profundos en asuntos de democracia.
Rajoy cree que sí la economía resurge durante su mandato, su asqueroso y antidemocrático gobierno va a arrojar un balance positivo, a pesar de estragos tan impresentables en democracia como el saqueo de las cajas de ahorros, la estafa y robo a los ahorradores mediante las participación presentes, el incumplimiento de todas sus grandes promesas electorales, la indecente negativa a adelgazar el Estado y a castigar a los corruptos y ladrones con poder politico, los impuestos abusivos que han diezmado a las empresas y a las clases medias y la brutal corrupción que infecta su gobierno y la vida institucional durante su mandato.
Lo primero que debería saber Rajoy de la democracia es que los gobiernos únicamente son lícitos si son éticos y cuentan con el apoyo de los ciudadanos en cada momento. Los gobiernos que, como el suyo, han incumplido lo que prometieron a los electores durante la campaña y que han perdido el sostén de las mayorías tal vez sean legales, pero nunca pueden ser lícitos y democráticos.
Ignoran que la democracia es el gobierno del pueblo y el protagonismo del ciudadano. Los políticos han prostituido la democracia relegando a los ciudadanos y convirtiéndola en un sistema donde los soberanos son la clase política, los partidos y el gobierno. Son más estatalistas, de hecho, que los viejos comunistas derrotados en la URSS. Ignoran que sin división e independencia de los poderes del Estado la democracia es un sainete. Ni siquiera saben que sin una ley igual para todos y sin que los poderes sean limitados y controlados por los ciudadanos y las leyes, la democracia es basura. A Rajoy y su tropa de incultos solo les interesa el poder. La corrupción que anida en sus dominios y que crece en su entorno es tan nauseabunda que ya ni siquiera le salvaría, como gobernante de un pueblo libre y democrático, el que consiguiera una brillante reactivación de la economía.
Pérez Reverte, con razón, llama al presidente "rata" inculta y le pide que aparezca ante los ciudadanos, al menos una vez, leyendo un libro, en un concierto o en la ópera.
Los españoles no le pedimos tanto. Nos bastaría con que cumpliera lo que ha prometido y entendiera que no le hemos elegido solo para que reactive la economía sino, sobre todo, para que haga de España un país ético, justo y decente, todo lo contrario de lo que el esta construyendo desde la Moncloa.
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