Mariano Rajoy ya se siente presidente del gobierno y, lleno de confianza, ha ganado seguridad y hasta ha cambiado el contenido de su discurso. Se siente tan fuerte que le ha dicho "No" a Álvarez Cascos y ha afirmado que le dá igual quien sea el candidato socialista en la próxima contienda electoral. Sin embargo, debería tener mucho cuidado porque su previsible victoria es frágil e insegura. Hay dos razones principales que justifican la cautela: la primera es que su futura víctoria se debe más al mal gobierno de Zapatero, su adversario, que a los méritos propios, lo que significa que está cogida con alfileres; la segunda es que el socialismo de Zapatero, como toda fiera herida, es peligroso y todavía puede producir conmociones y traumas que cambien la frágil voluntad del electorado.
Rajoy y los populares pueden cosechar una victoria aplastante e histórica sin que hayan sabido despertar la confianza y el entusiasmo del electotrado español, muchos de cuyos miembros se disponen a votar a la derecha sólo para castigar al odioso y nefasto Zapatero, sin entusiasmo y, en algunos casos, con la nariz tapada. Que nadie olvide que la valoración de Rajoy en las encuestas es similar a la de Zapatero, de claro suspenso.
Esa paradoja convierte la más que probable victoria de la derecha en altamente frágil porque no está fundada en el entusiasmo ni en la confianza de los ciudadanos, sino en el rechazo a un socialismo que, bajo el mando de Zapatero, ha exhibido todas sus miserias, carencias, arbitrariedades y corrupciones.
Los españoles que hoy se resignan a votar al PP para castigar al lamentable socialismo se irían en masa hacia una nueva oferta electoral, si surgira, sólo con que prometiera regeneración y decencia democrática, algo que el PP, un partido que se parece demasiado al PSOE en su amor por la partitocracia, en su desprecio al ciudadano y en su fácil convivencia con la corrupción, ni siquiera se atreve a mencionar.
Otro riesgo que se alza en el horizonte y que podría frustrar la vistoria frágil de Rajoy es que España sufra, como ya ocurrió en vísperas de las elecciones del año 2004, un trauma o una tragedia que cambien el voto. Los atentados terroristas de Atocha, tres días antes de las elecciones del 2004, cambiaron los pronósticos y dieron la victoria, de manera sorpresiva, al PSOE ¿Quién puede afirmar que no ocurrirán traumas similares en vísperas de las próximas elecciones, suficientes para que los ciudadanos, otra vez llenos de miedo, arropen esta vez al gobierno?
Hay muchas posibilidades y opciones. Hay quien teme un atentado terrorista atroz y los hay que vaticinan una situación prebélica con Marruecos, que provoque la unión de los ciudadanos con su gobierno, con movilización de fuerzas militares incluídas y hasta algunas escaramuzas contra las ciudades de Ceuta y Melilla. También hay expertos que esperan que surjan muchos casos de corrupción que impliquen al PP en vísperas de las próximas elecciones o que ETA firme la paz definitiva pocos días antes de que las urnas se abran. Por último, hasta hay quien piensa en un gobierno de salvación, impulsado por la Monarquía, si se produjera un drama económico insoportable y un traumático rescate de la economía española por parte de la Unión Europea y del Fondo Monetario Internacional.
Cualquiera de esos dramas y algunas que otras trampas y triquiñuelas podrían frustrar la débil apuesta política de un PP que ha sido incapaz de ganarse la adhesión y la confianza de los españoles con un programa de reformas claras y con una apuesta decidida por la regeneración y por la verdadera demcoracia.
Que nadie olvide factores que son importantes, que podrían llegar a ser decisivos y que juegan a favor del PSOE, entre los que cabe mencionar los siguientes: la amistad del PSOE con el maquiavélico reino de Marruecos, que ya ha expresado su temor a que en España pueda ganar el PP las próximas elecciones; el terror de los nacionalistas extremos, todos ellos "amigos" de un Zapatero que los ha colmado de dinero y de poder, incluyendo a CIU, que ya ha expresado su temor a que el PP obtenga mayoría absoluta en las próximas elecciones; la alianza del socialismo con unos sindicatos que podrían sembrar el caos en España para prestar un valioso "servicio" a sus amigos del PSOE; la eficacia de la maquinaria de propaganda del PSOE, el único departamento de ese partido que ha funcionado durante la lamentable y triste legislatura actual; las buenas relaciones del socialismo con una parte importante de ETA y de su entorno; las magníficas relaciones del PSOE con el gran empresariado español; la amistad que une al rey Juan Carlos con Zapatero y la siempre buena convivencia de la Corona española con el PSOE; y, por último, la presencia de un socialista maniobrero, con mucha información y pocos escrúpulos, como Pérez Rubalcaba, en la cúspide del poder político español.
Rajoy y los populares pueden cosechar una victoria aplastante e histórica sin que hayan sabido despertar la confianza y el entusiasmo del electotrado español, muchos de cuyos miembros se disponen a votar a la derecha sólo para castigar al odioso y nefasto Zapatero, sin entusiasmo y, en algunos casos, con la nariz tapada. Que nadie olvide que la valoración de Rajoy en las encuestas es similar a la de Zapatero, de claro suspenso.
Esa paradoja convierte la más que probable victoria de la derecha en altamente frágil porque no está fundada en el entusiasmo ni en la confianza de los ciudadanos, sino en el rechazo a un socialismo que, bajo el mando de Zapatero, ha exhibido todas sus miserias, carencias, arbitrariedades y corrupciones.
Los españoles que hoy se resignan a votar al PP para castigar al lamentable socialismo se irían en masa hacia una nueva oferta electoral, si surgira, sólo con que prometiera regeneración y decencia democrática, algo que el PP, un partido que se parece demasiado al PSOE en su amor por la partitocracia, en su desprecio al ciudadano y en su fácil convivencia con la corrupción, ni siquiera se atreve a mencionar.
Otro riesgo que se alza en el horizonte y que podría frustrar la vistoria frágil de Rajoy es que España sufra, como ya ocurrió en vísperas de las elecciones del año 2004, un trauma o una tragedia que cambien el voto. Los atentados terroristas de Atocha, tres días antes de las elecciones del 2004, cambiaron los pronósticos y dieron la victoria, de manera sorpresiva, al PSOE ¿Quién puede afirmar que no ocurrirán traumas similares en vísperas de las próximas elecciones, suficientes para que los ciudadanos, otra vez llenos de miedo, arropen esta vez al gobierno?
Hay muchas posibilidades y opciones. Hay quien teme un atentado terrorista atroz y los hay que vaticinan una situación prebélica con Marruecos, que provoque la unión de los ciudadanos con su gobierno, con movilización de fuerzas militares incluídas y hasta algunas escaramuzas contra las ciudades de Ceuta y Melilla. También hay expertos que esperan que surjan muchos casos de corrupción que impliquen al PP en vísperas de las próximas elecciones o que ETA firme la paz definitiva pocos días antes de que las urnas se abran. Por último, hasta hay quien piensa en un gobierno de salvación, impulsado por la Monarquía, si se produjera un drama económico insoportable y un traumático rescate de la economía española por parte de la Unión Europea y del Fondo Monetario Internacional.
Cualquiera de esos dramas y algunas que otras trampas y triquiñuelas podrían frustrar la débil apuesta política de un PP que ha sido incapaz de ganarse la adhesión y la confianza de los españoles con un programa de reformas claras y con una apuesta decidida por la regeneración y por la verdadera demcoracia.
Que nadie olvide factores que son importantes, que podrían llegar a ser decisivos y que juegan a favor del PSOE, entre los que cabe mencionar los siguientes: la amistad del PSOE con el maquiavélico reino de Marruecos, que ya ha expresado su temor a que en España pueda ganar el PP las próximas elecciones; el terror de los nacionalistas extremos, todos ellos "amigos" de un Zapatero que los ha colmado de dinero y de poder, incluyendo a CIU, que ya ha expresado su temor a que el PP obtenga mayoría absoluta en las próximas elecciones; la alianza del socialismo con unos sindicatos que podrían sembrar el caos en España para prestar un valioso "servicio" a sus amigos del PSOE; la eficacia de la maquinaria de propaganda del PSOE, el único departamento de ese partido que ha funcionado durante la lamentable y triste legislatura actual; las buenas relaciones del socialismo con una parte importante de ETA y de su entorno; las magníficas relaciones del PSOE con el gran empresariado español; la amistad que une al rey Juan Carlos con Zapatero y la siempre buena convivencia de la Corona española con el PSOE; y, por último, la presencia de un socialista maniobrero, con mucha información y pocos escrúpulos, como Pérez Rubalcaba, en la cúspide del poder político español.
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