Aunque muchos mantienen una actitud de servicio, los políticos, corporativamente, han perdido esa dimensión ejemplarizante que los clásicos siempre consideraron como parte sustancial del liderazgo. Los políticos ya no son un ejemplo para nadie. Lo malo es que su ejemplo está cundiendo y su degradación está contaminando a la sociedad, a gran velocidad. La gente insulta a sus vecinos porque ve cada día a los políticos insultarse entre ellos; la gente ansía el dinero ajeno porque cree que también lo hacen los políticos; la gente humilde cree que el esfuerzo y la preparación no sirven para nada y que lo importante es ser amigo del alcalde, del concejal o del diputado. Desde la cúspide del poder no se ofrecen ejemplos edificantes a la ciudadanía. La sociedad se ha envilecido con sus líderes y el envilecimiento ha emanado, lamentablemente, de lo público.
La democracia española, ciertamente, no aguanta ni medio análisis científico: los grandes poderes del Estado, incluyendo el poder judicial, están contaminados e invadidos por los todopoderosos partidos políticos, partidos que han doblegado al funcionariado y ocupado también el Estado y la sociedad, incluso aquellos espacios de la sociedad civil que les estaban vedados en democracia. Casi todas las instituciones propias de la sociedad civil están ocupadas o compradas por el poder político: las universidades, los sindicatos, la patronal, las cajas de ahorros, la mayoría de las sectas y religiones, la enseñanza, muchos colegios profesionales y un inacabable número de instituciones y empresas que deberían ser independientes pero que han sido compradas por el poder público con subvenciones, favores, tráfico de influencias, ventajas, concursos amañados y mil trucos más.
Como consecuencia de todo esto, la sociedad civil española está casi en estado de coma y los ciudadanos mas informados y conscientes, desconcertados, desesperados por la ruina democrática o al borde de un ataque de pánico. Los ciudadanos han sido expulsados de la política por unos partidos que quieren ejercerla en régimen de monopolio. Las listas cerradas y bloqueadas arrebatan al ciudadano hasta su derechos constitucional a elegir a sus representantes políticos, ya que, en realidad, son los dirigentes políticos, los que eligen al confeccionar esas listas, ante las que el ciudadano ni siquiera puede seleccionar nombres.
La lista de irregularidades y fallos de la democracia española es casi interminable y alcanza hasta aquellos espacios y funciones que se consideran como el santuario del sistema. Un ejemplo contundente: cualquier diputado español elegido como miembro de las Cortes para que represente al pueblo tiene, de hecho, menos libertad que cualquier ciudadano común. No puede hablar sin que su jefe de filas le de permiso, ni puede presentar iniciativas por su cuenta. Si un día se atreve a votar en contra de su partido, porque se lo dicte su conciencia, su carrera política habría terminado “ipso facto". En decenas de casos, los diputados electos son poco más que máquinas de votar bien remuneradas que no hacen uso de la palabra en toda la legislatura y que ni siquiera conocen a los ciudadanos a los que dicen representar.
Hay más ejemplos del mismo calado, cientos de fisuras antidemocráticas en el sistema, decenas de violaciones constantes a la Constitución vigente y miles de denuncias que hacer, pero el espacio disponible en un blog no da para tanto.
Fin
FR
La democracia española, ciertamente, no aguanta ni medio análisis científico: los grandes poderes del Estado, incluyendo el poder judicial, están contaminados e invadidos por los todopoderosos partidos políticos, partidos que han doblegado al funcionariado y ocupado también el Estado y la sociedad, incluso aquellos espacios de la sociedad civil que les estaban vedados en democracia. Casi todas las instituciones propias de la sociedad civil están ocupadas o compradas por el poder político: las universidades, los sindicatos, la patronal, las cajas de ahorros, la mayoría de las sectas y religiones, la enseñanza, muchos colegios profesionales y un inacabable número de instituciones y empresas que deberían ser independientes pero que han sido compradas por el poder público con subvenciones, favores, tráfico de influencias, ventajas, concursos amañados y mil trucos más.
Como consecuencia de todo esto, la sociedad civil española está casi en estado de coma y los ciudadanos mas informados y conscientes, desconcertados, desesperados por la ruina democrática o al borde de un ataque de pánico. Los ciudadanos han sido expulsados de la política por unos partidos que quieren ejercerla en régimen de monopolio. Las listas cerradas y bloqueadas arrebatan al ciudadano hasta su derechos constitucional a elegir a sus representantes políticos, ya que, en realidad, son los dirigentes políticos, los que eligen al confeccionar esas listas, ante las que el ciudadano ni siquiera puede seleccionar nombres.
La lista de irregularidades y fallos de la democracia española es casi interminable y alcanza hasta aquellos espacios y funciones que se consideran como el santuario del sistema. Un ejemplo contundente: cualquier diputado español elegido como miembro de las Cortes para que represente al pueblo tiene, de hecho, menos libertad que cualquier ciudadano común. No puede hablar sin que su jefe de filas le de permiso, ni puede presentar iniciativas por su cuenta. Si un día se atreve a votar en contra de su partido, porque se lo dicte su conciencia, su carrera política habría terminado “ipso facto". En decenas de casos, los diputados electos son poco más que máquinas de votar bien remuneradas que no hacen uso de la palabra en toda la legislatura y que ni siquiera conocen a los ciudadanos a los que dicen representar.
Hay más ejemplos del mismo calado, cientos de fisuras antidemocráticas en el sistema, decenas de violaciones constantes a la Constitución vigente y miles de denuncias que hacer, pero el espacio disponible en un blog no da para tanto.
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