Si investigásemos de manera objetiva y profunda sobre los daños causados a España por los presidentes de gobiernos elegidos desde la muerte de Franco, no sería fácil señalar al campeón porque los estragos causados al país por sus tres últimos mandatarios, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero, son terribles. Felipe González podría ser señalado como el vencedor por haberle abierto a los demás las sendas de la corrupción, el abuso de poder y el despilfarro, pero, para desgracia de los españoles, Aznar y Zapatero hicieron méritos suficientes para disputarle el sucio título de "gran destructor" de España.
González fue el "inventor" de un estilo vergonzante de hacer política en España que sus sucesores han imitado con más o menos fortuna. Ese estilo consiste en engañar a los ciudadanos con mentiras, despojar de contenido la democracia para convertirla en partitocracia y considerar el poder como un derecho de los elegidos para tomar decisiones, sin leyes que controlen el abuso de poder y sin rendir cuenta a los ciudadanos. Su balance como gobernante fue demoledor, ya que España, bajo sus mandatos, se convirtió en un país endeudado, empobrecido, plagado de desempleados e infectado por una corrupción que se inició en el corazón del Estado y desde allí infectó a la sociedad. Sin embargo, su sentido del Estado y su buena gestión en política exterior son aspectos positivos que quizás le impidan ser considerado como el campeón de los desastres.
Aznar fue una gran frustración y un accidente lamentable en la política española, que también marcó todo un estilo deplorable de ejercer el poder. Tuvo la valiosa oportunidad de demostrar a los españoles que la política podía ser decente, diametralmente diferente de la practicada por González, pero demostró todo lo contrario, que la derecha se parecía demasiado a la izquierda y que el engaño, el abuso de poder y la convivencia con la corrupción eran ya políticas de Estado en un país que avanzaba hacia su descomposición. Aznar no fue capaz de cambiar la pésima política educativa inpuesta por González, ni fortalecío el papel de los ciudadanos, de la sociedad y de la ley frente al predominio absoluto del poder de los partidos, ni cambio la injusta ley electoral, ni reformó una Constitución que hacía agua, ni suprimió el impuesto de Patrimonio que hoy rechazan los populares. Por el contrario, fue el autor de un pacto por la justicia que permitía a los partidos nombrar jueces y magistrados, eliminando, todavía más, la división e independencia de los poderes básicos del Estado en España. La última etapa de su gobierno fue un derroche de arrogancia y una exhibición de mal talante que abrieron las puertas del poder a un socialismo que, gracias a los errores y carencias democráticas de Aznar, pudo resucitar, a pesar del desastre de Felipe, y elevar a un inepto como Zapatero hasta la Moncloa. Su balance final no fue tan desastroso porque su política económica funcionó y rectificó el drama de González convirtiendo a España en un país próspero y pujante, que sorprendió a Europa y el mundo con su crecimiento.
El gobierno de Zapatero empezó sembrando iñusión y esperanza en un país cansado de arrogancia y mal talante. La sonrisa y el estilo educado y mesurado del socialista Zapatero permitían presagiar una etapa positiva en la Historia de España. Pero pronto todo se frustró. Zapatero se convirtió pronto en un mentiroso compulsivo, en un voluntarista sin formación ni recursos que perdia prestigio y presencia en el concierto mundial, para terminar siendo protagonista de chistes, adquiriendo internacionalmente el perfil de un "lepero" de la política. En el interior, fue maestro del despilfarro, el endeudamiento, la corrupción y los desatinos, estimulando el separatismo, comprando votos con dinero público, cambiando leyes en contra de la voluntad popular y llenando el Estado de enchufados y amigos del partido. Bajo su mandato, España se degradaba, se empobrecía, se llenaba de desempleados y perdia la confianza en el poder y la fe en la democracia.
Zapatero quizás merezca ser el campeón de los desmanes y de la destrucción del país, a juzgar por su balance. Mientras que González tuvo su lado positivo en la política exterior, colocando a España dentro de la vanguardia de Europa y del mundo, y Aznar cosechó un gran triunfo con su despegue económico, Zapatero no posee nada positivo ni destacado, ni siquiera interesante en su vulgar y nefasta trayectoria. Ha fracasado en todos los ámbitos y convertido a España en un país mendigo y escasamente valorado en el mundo, mientras en el interior ha sembrado el país de pobres, desempleados y gente triste, abrumada por su presente y temerosa del futuro.
Gonzalez fue un corruptor de la inocencia española; Aznar fue una decepción porque pudo enderezar la sucia deriva de España y no lo hizo, pero Zapatero, sin nada positivo en su balance y agregando la ineptitud y la impotencia a su figura, se ha convertido en nuestra peor pesadilla y en el campeón indiscutible de los desastres políticos, económicos y sociales de España.
González fue el "inventor" de un estilo vergonzante de hacer política en España que sus sucesores han imitado con más o menos fortuna. Ese estilo consiste en engañar a los ciudadanos con mentiras, despojar de contenido la democracia para convertirla en partitocracia y considerar el poder como un derecho de los elegidos para tomar decisiones, sin leyes que controlen el abuso de poder y sin rendir cuenta a los ciudadanos. Su balance como gobernante fue demoledor, ya que España, bajo sus mandatos, se convirtió en un país endeudado, empobrecido, plagado de desempleados e infectado por una corrupción que se inició en el corazón del Estado y desde allí infectó a la sociedad. Sin embargo, su sentido del Estado y su buena gestión en política exterior son aspectos positivos que quizás le impidan ser considerado como el campeón de los desastres.
Aznar fue una gran frustración y un accidente lamentable en la política española, que también marcó todo un estilo deplorable de ejercer el poder. Tuvo la valiosa oportunidad de demostrar a los españoles que la política podía ser decente, diametralmente diferente de la practicada por González, pero demostró todo lo contrario, que la derecha se parecía demasiado a la izquierda y que el engaño, el abuso de poder y la convivencia con la corrupción eran ya políticas de Estado en un país que avanzaba hacia su descomposición. Aznar no fue capaz de cambiar la pésima política educativa inpuesta por González, ni fortalecío el papel de los ciudadanos, de la sociedad y de la ley frente al predominio absoluto del poder de los partidos, ni cambio la injusta ley electoral, ni reformó una Constitución que hacía agua, ni suprimió el impuesto de Patrimonio que hoy rechazan los populares. Por el contrario, fue el autor de un pacto por la justicia que permitía a los partidos nombrar jueces y magistrados, eliminando, todavía más, la división e independencia de los poderes básicos del Estado en España. La última etapa de su gobierno fue un derroche de arrogancia y una exhibición de mal talante que abrieron las puertas del poder a un socialismo que, gracias a los errores y carencias democráticas de Aznar, pudo resucitar, a pesar del desastre de Felipe, y elevar a un inepto como Zapatero hasta la Moncloa. Su balance final no fue tan desastroso porque su política económica funcionó y rectificó el drama de González convirtiendo a España en un país próspero y pujante, que sorprendió a Europa y el mundo con su crecimiento.
El gobierno de Zapatero empezó sembrando iñusión y esperanza en un país cansado de arrogancia y mal talante. La sonrisa y el estilo educado y mesurado del socialista Zapatero permitían presagiar una etapa positiva en la Historia de España. Pero pronto todo se frustró. Zapatero se convirtió pronto en un mentiroso compulsivo, en un voluntarista sin formación ni recursos que perdia prestigio y presencia en el concierto mundial, para terminar siendo protagonista de chistes, adquiriendo internacionalmente el perfil de un "lepero" de la política. En el interior, fue maestro del despilfarro, el endeudamiento, la corrupción y los desatinos, estimulando el separatismo, comprando votos con dinero público, cambiando leyes en contra de la voluntad popular y llenando el Estado de enchufados y amigos del partido. Bajo su mandato, España se degradaba, se empobrecía, se llenaba de desempleados y perdia la confianza en el poder y la fe en la democracia.
Zapatero quizás merezca ser el campeón de los desmanes y de la destrucción del país, a juzgar por su balance. Mientras que González tuvo su lado positivo en la política exterior, colocando a España dentro de la vanguardia de Europa y del mundo, y Aznar cosechó un gran triunfo con su despegue económico, Zapatero no posee nada positivo ni destacado, ni siquiera interesante en su vulgar y nefasta trayectoria. Ha fracasado en todos los ámbitos y convertido a España en un país mendigo y escasamente valorado en el mundo, mientras en el interior ha sembrado el país de pobres, desempleados y gente triste, abrumada por su presente y temerosa del futuro.
Gonzalez fue un corruptor de la inocencia española; Aznar fue una decepción porque pudo enderezar la sucia deriva de España y no lo hizo, pero Zapatero, sin nada positivo en su balance y agregando la ineptitud y la impotencia a su figura, se ha convertido en nuestra peor pesadilla y en el campeón indiscutible de los desastres políticos, económicos y sociales de España.
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