El discurso de Navidad 2011 del rey Juan Carlos, convertido ya en un acto ritual navideño sin garra ni atractivo para los ciudadanos, despertó más interés previo que en anteriores citas y reflejo, a su manera, el profundo deterioro de la España que ha gobernado su amigo José Luis Rodríguez Zapatero. En el "núcleo" del discurso, el rey lamentó la "desconfianza" que los ciudadanos sienten hacia "algunas de nuestras instituciones", sin mencionar a ninguna, ni siquiera a la Corona, cuyo prestigio y aceptación han retrocedido como consecuencia de los negocios sucios del marido de su hija Cristina, Iñaki Urdangarín. "Me preocupa enormemente la desconfianza que parece estar extendiéndose en algunos sectores de la opinión pública respecto a la credibilidad y prestigio de algunas de nuestras instituciones", afirmó.
Aunque no citó en ningún momento a Urdangarín por su nombre, Don Juan Carlos le señaló claramente cuando se distanció de las "conductas irregulares que no se ajustan a la legalidad o la ética", pero eludió asumir personalmente cualquier responsabilidad por la "actuación censurable" del duque de Palma, a pesar de que el monarca conocía los negocios sucios desde 2006 y no los denunció hasta que la Justicia intervino.
Otro momento interesante del discurso, uno de los más esperados desde que fue nombrado rey de España, fue cuando hizo un llamamiento a la decencia y a la integridad de los cargos públicos. "Necesitamos rigor, seriedad y ejemplaridad en todos los sentidos. Todos, sobre todo las personas con responsabilidades públicas, tenemos el deber de observar un comportamiento adecuado, un comportamiento ejemplar", dijo Don Juan Carlos, quien agrego: "Afortunadamente vivimos en un Estado de Derecho, y cualquier actuación censurable deberá ser juzgada y sancionada con arreglo a la ley". Y añadió a continuación una frase que millones de españoles, deseosos de que los políticos corruptos y los desfalcadores de las cajas de ahorro sean juzgados y devuelvan lo que han robado, tendrán en cuenta de aquí en adelante para comprobar si es realmente cierta: "La justicia es igual para todos".
Aunque no citó en ningún momento a Urdangarín por su nombre, Don Juan Carlos le señaló claramente cuando se distanció de las "conductas irregulares que no se ajustan a la legalidad o la ética", pero eludió asumir personalmente cualquier responsabilidad por la "actuación censurable" del duque de Palma, a pesar de que el monarca conocía los negocios sucios desde 2006 y no los denunció hasta que la Justicia intervino.
Otro momento interesante del discurso, uno de los más esperados desde que fue nombrado rey de España, fue cuando hizo un llamamiento a la decencia y a la integridad de los cargos públicos. "Necesitamos rigor, seriedad y ejemplaridad en todos los sentidos. Todos, sobre todo las personas con responsabilidades públicas, tenemos el deber de observar un comportamiento adecuado, un comportamiento ejemplar", dijo Don Juan Carlos, quien agrego: "Afortunadamente vivimos en un Estado de Derecho, y cualquier actuación censurable deberá ser juzgada y sancionada con arreglo a la ley". Y añadió a continuación una frase que millones de españoles, deseosos de que los políticos corruptos y los desfalcadores de las cajas de ahorro sean juzgados y devuelvan lo que han robado, tendrán en cuenta de aquí en adelante para comprobar si es realmente cierta: "La justicia es igual para todos".
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