Los independentistas catalanes persisten en la locura y avanzan por una vía de hechos consumados que huele a totalitarismo y que conduce a la violencia. Siguen adelante sin miedo porque están acostumbrados a que nadie se atreva a pararle los pies. Sin embargo, la democracia es una dictadura de la Opinión Pública y ésta ha dictaminado que hay que frenar la locura catalana. Ha llegado la hora de ajustar cuentas.
Si el gobierno demuestra que es mas asustaviejas que defensor de la nación, va a ser arrasado por un auténtico tsunami de indignación popular.
Los gobiernos españoles, incluyendo al de Mariano Rajoy, llevan demasiado tiempo sin actuar, sin dialogar y sin hacer nada para afrontar el problema catalán. Es difícil encontrar otro ejemplo de desatino político de tanta envergadura en todo el mundo.
Hay tres culpables del drama catalán y hay tres capítulos que deben rectificarse con urgencia.
El principal culpable es el nacionalismo independentista, que se ha hecho con la iniciativa, ha violado la ley, se está adentrando en el totalitarismo y actúa como si fuera mayoritario, sin serlo. A la sedición le ha llegado la hora de la Justicia y tendrá que pagar no sólo por su intento de romper España sino por las violaciones de los derechos humanos del pasado, por sus robos, corrupciones y saqueos, por marginar la lengua española, por acosar a los que creían en la unidad de España, por dividir la sociedad catalana y por esparcir el odio y el resentimiento en la vida cotidiana.
La segunda culpa es para los dos grandes partidos políticos españoles, por haber comprado los votos del nacionalismo con silencio e impunidad, una fechoría indigna realizada por los gobiernos de Felipe González, Aznar y Zapatero. El contubernio de los políticos españoles con el nacionalismo es una de las páginas mas deleznables y antidemocráticas de la historia moderna de España. También al PSOE y al PP les ha llegado la hora de confesar sus miserias ante los ciudadanos y reconocer que en Cataluña han sido demasiado miserables.
La tercera gran dosis de culpa es para el grueso de la sociedad catalana, cobarde, indiferente, egoísta y profundamente injusta, que se mantuvo en silencio ante las injusticias y los brotes totalitarios del nacionalismo, equidistante entre las víctimas y sus verdugos, sin reaccionar cuando los niños eran adoctrinados, cuando la historia real se tergiversaba, cuando se marginaba a los que se sentían españoles y cuando los políticos catalanes robaban, nadaban en la corrupción y esparcían la división y el odio. Las Grandes empresas catalanas, grandes porque España les compra y les aúpa, tienen una especial responsabilidad por su cobardía silenciosa.
No solo el golpismo tiene que ser frenado, sino también su caldo de cultivo, que es, sobre todo, una sociedad catalana enferma de cobardía y odio.
Esas empresas catalanas que han adoptado durante los últimos años una actitud vergonzosa de equidistancia entre el separatismo y la pertenencia a España, entre los verdugos y sus víctimas, asistiendo sin protestar a la opresión sobre los que pensaban diferente y a la violación de los derechos humanos tienen que pedir perdón y demostrar ahora, de una vez por todas, si están con la ley o con la sedición.
Los españoles tienen que saber que González, Aznar, Zapatero y también Rajoy han fallado en Cataluña y han incumplido el deber que juraron de cumplir y hacer cumplir la ley. Frivolos, indiferentes ante el dolor y el deterioro catalán, colaboracionistas y cobardes, ahora deben pagar sus pecados por lo menos en las urnas, con el duro castigo ciudadano que merecen.
Si el gobierno demuestra que es mas asustaviejas que defensor de la nación, va a ser arrasado por un auténtico tsunami de indignación popular.
Los gobiernos españoles, incluyendo al de Mariano Rajoy, llevan demasiado tiempo sin actuar, sin dialogar y sin hacer nada para afrontar el problema catalán. Es difícil encontrar otro ejemplo de desatino político de tanta envergadura en todo el mundo.
Hay tres culpables del drama catalán y hay tres capítulos que deben rectificarse con urgencia.
El principal culpable es el nacionalismo independentista, que se ha hecho con la iniciativa, ha violado la ley, se está adentrando en el totalitarismo y actúa como si fuera mayoritario, sin serlo. A la sedición le ha llegado la hora de la Justicia y tendrá que pagar no sólo por su intento de romper España sino por las violaciones de los derechos humanos del pasado, por sus robos, corrupciones y saqueos, por marginar la lengua española, por acosar a los que creían en la unidad de España, por dividir la sociedad catalana y por esparcir el odio y el resentimiento en la vida cotidiana.
La segunda culpa es para los dos grandes partidos políticos españoles, por haber comprado los votos del nacionalismo con silencio e impunidad, una fechoría indigna realizada por los gobiernos de Felipe González, Aznar y Zapatero. El contubernio de los políticos españoles con el nacionalismo es una de las páginas mas deleznables y antidemocráticas de la historia moderna de España. También al PSOE y al PP les ha llegado la hora de confesar sus miserias ante los ciudadanos y reconocer que en Cataluña han sido demasiado miserables.
La tercera gran dosis de culpa es para el grueso de la sociedad catalana, cobarde, indiferente, egoísta y profundamente injusta, que se mantuvo en silencio ante las injusticias y los brotes totalitarios del nacionalismo, equidistante entre las víctimas y sus verdugos, sin reaccionar cuando los niños eran adoctrinados, cuando la historia real se tergiversaba, cuando se marginaba a los que se sentían españoles y cuando los políticos catalanes robaban, nadaban en la corrupción y esparcían la división y el odio. Las Grandes empresas catalanas, grandes porque España les compra y les aúpa, tienen una especial responsabilidad por su cobardía silenciosa.
No solo el golpismo tiene que ser frenado, sino también su caldo de cultivo, que es, sobre todo, una sociedad catalana enferma de cobardía y odio.
Esas empresas catalanas que han adoptado durante los últimos años una actitud vergonzosa de equidistancia entre el separatismo y la pertenencia a España, entre los verdugos y sus víctimas, asistiendo sin protestar a la opresión sobre los que pensaban diferente y a la violación de los derechos humanos tienen que pedir perdón y demostrar ahora, de una vez por todas, si están con la ley o con la sedición.
Los españoles tienen que saber que González, Aznar, Zapatero y también Rajoy han fallado en Cataluña y han incumplido el deber que juraron de cumplir y hacer cumplir la ley. Frivolos, indiferentes ante el dolor y el deterioro catalán, colaboracionistas y cobardes, ahora deben pagar sus pecados por lo menos en las urnas, con el duro castigo ciudadano que merecen.
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