El debate sobre el "Estado de la Nación" de 2011 ha sido lamentable y frustrante. Un Zapatero mentiroso, parcial y abrumado por sus fracasos fue incapaz de reconocer sus innumerables errores y carencias, se defendió con la astucia de un profesional y evitó ser apuntillado por un Rajoy mediocre, sin vigor e incapaz de despertar un sólo gramo de ilusión en los españoles. Definitivamente, la política, en España, está arruinada y los ciudadanos han sido abandonados en manos de una de las peores castas políticas de la historia moderna del mundo..
Pero el balance de Zapatero, que se niega a convocar elecciones y liberar a España del calvario estéril que supone su agonía política, es terrible y, a pesar de que enfrente tenga a un político plano y sin nervio, está derrotado y huele a cadáver. Se encontró con un país pujante y solvente en 2004 y lo está dejando en la estacada, arruinado, sin futuro, triste y lleno de pobres y desempleados. Él no asume ni una pizca de culpa y dice que todo lo ha hecho bien, pero los datos son abrumadores y la España que él ha gobernado está arruinada y es una piltrafa de país, sin prestigio ni crédito internacional, una patria más desintegrada, dividida y sin esperanza. Sus fechorías y fracasos sólo son comparables a los que protagonizó Fernando VII, el peor monarca de nuestra historia, en el siglo XIX, otro tipejo que destruyó a España y la dejo maltrecha durante casi dos siglos, .
Ya no basta con expulsar a Zapatero del poder. Hay que declararlo "Persona non grata" y hacerle la vida imposible en este país que él ha arruinado e inundado de pobreza y tristeza. Hacerlo sería justo y, además, los españoles lo necesitan para lograr la catarsis que sirva de base a la recuperación. España tiene que resurgir sobre las cenizas del Zapaterismo denostado. Cualquier otra fórmula para resucitar es incompleta e inviable.
Nunca nadie causó tanto daño a su país en menos tiempo. En tan solo 7 años, Zapatero ha hecho de España una piltrafa mundialmente desprestigiada, empobrecida, cutre, inmoral, corrupta, indecente, insolvente y plagada de maleantes, desempleados, pobres y mareas enormes de gente triste y asustada. Bajo su batuta infectada. España se ha degradado, tras haber perdido también la confianza en el poder y la fe en la democracia.
Algunas de sus últimas tropelías son de de una injusticia y falta de ética sangrantes: Ha alimentado las fauces de las sanguijuelas nacionalistas vascas y catalanas, expertas en chantaje y extorsión; Moratinos, su ex ministro de Exteriores, ha hecho su campaña internacional como candidato a la FAO con aviones Falcon del ejército español y gastando dinero público, mientras que Bibiana Aido ha encontrado un puesto de alta asesora en la ONU, cargo que nos ha costado 99.5 millones de euros prometidos a ese organismo internacional, a pesar de la ruina que arrasa a España.
Un tipo así merece que le declaremos "persona non grata" y que le expulsemos no sólo del poder, sino también del país. Nunca antes como ahora la venganza del pueblo fue tan justa y necesaria.
Tenía que haber dimitido o convocado elecciones anticipadas porque es evidente que los españoles no le quieren, pero el tipo se aferra al poder y, cargado de descaro e indecencia, dice que terminará la legislatura para realizar las reformas que España necesita. La verdad es que las reformas que España necesita no las hace y las únicas que propicia son "reformas" tan cargadas de indecencia como comprar bonos catalanes devaluados con el dinero de las pensiones, romper la unidad de mercado en beneficio de los nacionalistas vascos, convertir a los cachorros de ETA en los duelos de las Vascongadas, regalar hospitales al nacionalismo catalán, humillar a las víctimas del terrorismo, elevar la prima de riesgo por encima de los 300 puntos y convertir a España en el basurero empobrecido, corrupto y sin futuro de Europa.
Un tipo así merece ser despreciado y oficialmente castigado por el pueblo que él mismo ha arruinado y al que ha arrebatado la confianza, la esperanza y la alegría. No despreciarlo hasta el cansancio dejaría abierta en el alma de España una herida enconada y casi imposible de curar. No haber ajusticiado o destituido al rey felón traidor de Fernando VII, como se merecía, después de haber asesinado, mentido, engañado, robado y hundido a España, nos dejó una enfermedad de la que España todavía no se ha curado. Del mismo modo, no castigar a Zapatero con la dureza que se merece nos cerraría las puertas de la dignidad futura y de la decencia que deseamos.
Las fechorías de Zapatero no cesan en su agonía, sino que se agudizan. El envilecimiento del sistema avanza a medida que se acerca el final del triste "Zapaterismo". Sus medidas para mantener el poder dinamitan la unidad de España, rompen el concepto de igualdad entre los españoles, destruyen el mercado único, empobrecen cada día más a la nación y siembran la sociedad de descontento, impotencia, desconfianza y rabia.
La reciente decisión de cerrar la ruta ferroviaria que une Toledo con Albacete, pasando por Cuenca (por ser “un absoluto desastre”) demuestra que Zapatero, sin conciencia, decencia o pudor, utilizó la línea ferroviaria de alta velocidad como arma política en determinadas provincias y comunidades, practicando un derroche económico que debería considerarse delito.
¿Alguien cree justo que este cenutrio, después de lo que ha hecho, se marche del poder sin castigo, se integre en el Consejo de Estado y cobre una pensión de lujo el resto de sus días, pagada por los mismos españoles a los que ha arruinado, arrebatado la dignidad y hundido?
Dejar a Zapatero sin un castigo ejemplar es apostar por un futuro donde pueda instalarse en el poder un tipo de similar estofa, capaz de destruir de nuevo el país con impunidad. El castigo colectivo de Zapatero es el único camino de la regeneración de España y la puerta que se abre para recuperar lo que él nos ha arrebatado: unidad, alegría, prosperidad, valores, principios, respeto, prestigio y mil cosas más.
Por mucho menos de lo que Zapatero ha hecho, los islandeses, dando un ejemplo mundial de decencia y dignidad ciudadana, han sentado en el banquillo al primer ministro que contribuyó a arruinarlos y que no supo hacer frente a la crisis.
La necesidad de castigar a Zapatero con el mayor desprecio colectivo imaginable es tan vital y perentoria que no cabe duda alguna al respecto. La única duda planteable es decidir si con él deben ser castigados también sus cómplices (ministros y asesores) más cercanos y tal vez también su partido en pleno, culpable de cobardía, de apoyar el desastre y de, por lo menos, haber disfrutado de privilegios y guardado un silencio indecente mientras la nación se hacía añicos.
Pero el balance de Zapatero, que se niega a convocar elecciones y liberar a España del calvario estéril que supone su agonía política, es terrible y, a pesar de que enfrente tenga a un político plano y sin nervio, está derrotado y huele a cadáver. Se encontró con un país pujante y solvente en 2004 y lo está dejando en la estacada, arruinado, sin futuro, triste y lleno de pobres y desempleados. Él no asume ni una pizca de culpa y dice que todo lo ha hecho bien, pero los datos son abrumadores y la España que él ha gobernado está arruinada y es una piltrafa de país, sin prestigio ni crédito internacional, una patria más desintegrada, dividida y sin esperanza. Sus fechorías y fracasos sólo son comparables a los que protagonizó Fernando VII, el peor monarca de nuestra historia, en el siglo XIX, otro tipejo que destruyó a España y la dejo maltrecha durante casi dos siglos, .
Ya no basta con expulsar a Zapatero del poder. Hay que declararlo "Persona non grata" y hacerle la vida imposible en este país que él ha arruinado e inundado de pobreza y tristeza. Hacerlo sería justo y, además, los españoles lo necesitan para lograr la catarsis que sirva de base a la recuperación. España tiene que resurgir sobre las cenizas del Zapaterismo denostado. Cualquier otra fórmula para resucitar es incompleta e inviable.
Nunca nadie causó tanto daño a su país en menos tiempo. En tan solo 7 años, Zapatero ha hecho de España una piltrafa mundialmente desprestigiada, empobrecida, cutre, inmoral, corrupta, indecente, insolvente y plagada de maleantes, desempleados, pobres y mareas enormes de gente triste y asustada. Bajo su batuta infectada. España se ha degradado, tras haber perdido también la confianza en el poder y la fe en la democracia.
Algunas de sus últimas tropelías son de de una injusticia y falta de ética sangrantes: Ha alimentado las fauces de las sanguijuelas nacionalistas vascas y catalanas, expertas en chantaje y extorsión; Moratinos, su ex ministro de Exteriores, ha hecho su campaña internacional como candidato a la FAO con aviones Falcon del ejército español y gastando dinero público, mientras que Bibiana Aido ha encontrado un puesto de alta asesora en la ONU, cargo que nos ha costado 99.5 millones de euros prometidos a ese organismo internacional, a pesar de la ruina que arrasa a España.
Un tipo así merece que le declaremos "persona non grata" y que le expulsemos no sólo del poder, sino también del país. Nunca antes como ahora la venganza del pueblo fue tan justa y necesaria.
Tenía que haber dimitido o convocado elecciones anticipadas porque es evidente que los españoles no le quieren, pero el tipo se aferra al poder y, cargado de descaro e indecencia, dice que terminará la legislatura para realizar las reformas que España necesita. La verdad es que las reformas que España necesita no las hace y las únicas que propicia son "reformas" tan cargadas de indecencia como comprar bonos catalanes devaluados con el dinero de las pensiones, romper la unidad de mercado en beneficio de los nacionalistas vascos, convertir a los cachorros de ETA en los duelos de las Vascongadas, regalar hospitales al nacionalismo catalán, humillar a las víctimas del terrorismo, elevar la prima de riesgo por encima de los 300 puntos y convertir a España en el basurero empobrecido, corrupto y sin futuro de Europa.
Un tipo así merece ser despreciado y oficialmente castigado por el pueblo que él mismo ha arruinado y al que ha arrebatado la confianza, la esperanza y la alegría. No despreciarlo hasta el cansancio dejaría abierta en el alma de España una herida enconada y casi imposible de curar. No haber ajusticiado o destituido al rey felón traidor de Fernando VII, como se merecía, después de haber asesinado, mentido, engañado, robado y hundido a España, nos dejó una enfermedad de la que España todavía no se ha curado. Del mismo modo, no castigar a Zapatero con la dureza que se merece nos cerraría las puertas de la dignidad futura y de la decencia que deseamos.
Las fechorías de Zapatero no cesan en su agonía, sino que se agudizan. El envilecimiento del sistema avanza a medida que se acerca el final del triste "Zapaterismo". Sus medidas para mantener el poder dinamitan la unidad de España, rompen el concepto de igualdad entre los españoles, destruyen el mercado único, empobrecen cada día más a la nación y siembran la sociedad de descontento, impotencia, desconfianza y rabia.
La reciente decisión de cerrar la ruta ferroviaria que une Toledo con Albacete, pasando por Cuenca (por ser “un absoluto desastre”) demuestra que Zapatero, sin conciencia, decencia o pudor, utilizó la línea ferroviaria de alta velocidad como arma política en determinadas provincias y comunidades, practicando un derroche económico que debería considerarse delito.
¿Alguien cree justo que este cenutrio, después de lo que ha hecho, se marche del poder sin castigo, se integre en el Consejo de Estado y cobre una pensión de lujo el resto de sus días, pagada por los mismos españoles a los que ha arruinado, arrebatado la dignidad y hundido?
Dejar a Zapatero sin un castigo ejemplar es apostar por un futuro donde pueda instalarse en el poder un tipo de similar estofa, capaz de destruir de nuevo el país con impunidad. El castigo colectivo de Zapatero es el único camino de la regeneración de España y la puerta que se abre para recuperar lo que él nos ha arrebatado: unidad, alegría, prosperidad, valores, principios, respeto, prestigio y mil cosas más.
Por mucho menos de lo que Zapatero ha hecho, los islandeses, dando un ejemplo mundial de decencia y dignidad ciudadana, han sentado en el banquillo al primer ministro que contribuyó a arruinarlos y que no supo hacer frente a la crisis.
La necesidad de castigar a Zapatero con el mayor desprecio colectivo imaginable es tan vital y perentoria que no cabe duda alguna al respecto. La única duda planteable es decidir si con él deben ser castigados también sus cómplices (ministros y asesores) más cercanos y tal vez también su partido en pleno, culpable de cobardía, de apoyar el desastre y de, por lo menos, haber disfrutado de privilegios y guardado un silencio indecente mientras la nación se hacía añicos.
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