Me preguntan muchas veces sobre que debemos hacer en España para ganar la batalla política y cambiar el sistema. Otros acusan a este blog "Voto en Blanco" de realizar críticas demoledoras y de reflejar la realidad que otros medios ocultan, pero sin aportar soluciones. Nunca he sabido responder a lo que debe hacerse con seguridad y firmeza porque, como a casi todos, me asaltan las dudas sobre cómo actuar contra las mafias y partidos que malgobiernan y oprimen. La convicción de que el cambio debe ser sobre todo ético, no sólo de estructuras, mediatiza el análisis porque de nada vale cambiar a unos gobernantes por otros si el sistema está prostituido y solo produce gente sin valores dispuesta a aprovecharse. Sin embargo, hoy me siento capaz de dar una respuesta sin miedo a equivocarme: hay que copiar la estrategia del "cholo" Simeone, entrenador del Atlético de Madrid, y pensar sólo en ganar el partido próximo. La clave para la victoria es ir "partido a partido" y ganarlo. Cualquier otra opción es demasiado arriesgada y tendrá demasiadas opciones de fracaso.
Sin perder de vista que el cambio ético debe presidir toda la lucha y que ser mejores que aquellos a los que combatimos tiene que ser la premisa ineludible, la primera batalla "práctica" que tenemos que ganar es acabar con el bipartidismo PP-PSOE, dos partidos que dominan el sistema con la colaboración de IU y de los nacionalistas, una fórmula de poder que ha demostrado con creces su perversión y fracaso. A ese bipartidismo le debemos la deriva espantosa de España hacia la pobreza, la injusticia y la instauración de un poder político basado en la corrupción y el engaño. Merecen ser desactivados y para ello nada mejor que votar a partidos pequeños, todavía no manchados, una vez comprobado que la abstención no les afecta, ni siquiera cuando es mayoritaria y escandalosa.
La segunda batalla, una vez eliminado ese bipartidismo nefasto que pone a España de rodillas, es construir una Justicia independiente y rigurosa, que aplique la ley con equidad y decencia. Una Justicia que funcione es la mejor garantía para que los predadores, aprovechados y canallas tengan miedo a la cárcel y dejen de dinamitar la nación.
La tercera batalla será ya la de construir una verdadera democracia, pero esta vez auténtica, como mandan los cánones, sin partidos políticos todopoderosos, con controles ciudadanos férreos que limiten el poder de los partidos y de los políticos, sin cargos eternos, con los poderes debidamente separados y con el protagonismo del ciudadano que exige la democracia, que debe tener como gran ídolo la verdad, lo que implica castigar la mentira y mantener una política que garantice la limpieza e independencia de los medios de comunicación y los periodistas, muchos de los cuales están hoy corrompidos, enganchados a la mentira y al servicio de los poderosos.
Mientras se libran esas batallas, una a una, la labor principal de los demócratas y de los que apostamos por la regeneración debe ser la formación de verdaderos ciudadanos, que son gente responsable, cumplidora, vigilante, participativa y consciente de que el poder debe siempre ser controlado para que no se lance, como ocurre en nuestro presente, por la senda de la corrupción, el abuso de poder y el despotismo.
Se equivocan los que creen en partidos y en líderes políticos y se equivocan todavía mas los que creen absurdamente que los que han creado el problema pueden ser la solución. Los partidos que han conducido a España hasta el matadero son irrecuperables y sus estructuras están tan viciadas que solo producen opresores corruptos y gente adicta al privilegio, incapaz de servir al pueblo o de anteponer el bien común a sus propios intereses.
Es duro reconocerlo, pero he visto a muchos políticos en mi vida, algunos muy amigos míos, que han terminado corrompidos, incluso algunos que yo creía que eran ejemplares. Esta es una experiencia tan madura y contrastada que no falla jamás porque el principio de que "el poder corrompe" es inalterable e inamovible.
Sin perder de vista que el cambio ético debe presidir toda la lucha y que ser mejores que aquellos a los que combatimos tiene que ser la premisa ineludible, la primera batalla "práctica" que tenemos que ganar es acabar con el bipartidismo PP-PSOE, dos partidos que dominan el sistema con la colaboración de IU y de los nacionalistas, una fórmula de poder que ha demostrado con creces su perversión y fracaso. A ese bipartidismo le debemos la deriva espantosa de España hacia la pobreza, la injusticia y la instauración de un poder político basado en la corrupción y el engaño. Merecen ser desactivados y para ello nada mejor que votar a partidos pequeños, todavía no manchados, una vez comprobado que la abstención no les afecta, ni siquiera cuando es mayoritaria y escandalosa.
La segunda batalla, una vez eliminado ese bipartidismo nefasto que pone a España de rodillas, es construir una Justicia independiente y rigurosa, que aplique la ley con equidad y decencia. Una Justicia que funcione es la mejor garantía para que los predadores, aprovechados y canallas tengan miedo a la cárcel y dejen de dinamitar la nación.
La tercera batalla será ya la de construir una verdadera democracia, pero esta vez auténtica, como mandan los cánones, sin partidos políticos todopoderosos, con controles ciudadanos férreos que limiten el poder de los partidos y de los políticos, sin cargos eternos, con los poderes debidamente separados y con el protagonismo del ciudadano que exige la democracia, que debe tener como gran ídolo la verdad, lo que implica castigar la mentira y mantener una política que garantice la limpieza e independencia de los medios de comunicación y los periodistas, muchos de los cuales están hoy corrompidos, enganchados a la mentira y al servicio de los poderosos.
Mientras se libran esas batallas, una a una, la labor principal de los demócratas y de los que apostamos por la regeneración debe ser la formación de verdaderos ciudadanos, que son gente responsable, cumplidora, vigilante, participativa y consciente de que el poder debe siempre ser controlado para que no se lance, como ocurre en nuestro presente, por la senda de la corrupción, el abuso de poder y el despotismo.
Se equivocan los que creen en partidos y en líderes políticos y se equivocan todavía mas los que creen absurdamente que los que han creado el problema pueden ser la solución. Los partidos que han conducido a España hasta el matadero son irrecuperables y sus estructuras están tan viciadas que solo producen opresores corruptos y gente adicta al privilegio, incapaz de servir al pueblo o de anteponer el bien común a sus propios intereses.
Es duro reconocerlo, pero he visto a muchos políticos en mi vida, algunos muy amigos míos, que han terminado corrompidos, incluso algunos que yo creía que eran ejemplares. Esta es una experiencia tan madura y contrastada que no falla jamás porque el principio de que "el poder corrompe" es inalterable e inamovible.
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