He intentado repasar los sumarios de varios periódicos, los titulares de algunos blogs de distintas ideologías, los debates televisivos, los telediarios, las crónicas de emisoras de radio… y no he conseguido noticias que ofrezcan a los lectores esperanza ni un optimismo apoyado en argumentos serios. Creo, con sinceridad, que esto no puede ser real. Todo lo que estamos viviendo no puede tener una sola cara, la desfavorable. Para colmo, el pasado miércoles 22 del mes que corre, se nos muere Manu Leguineche, el Jefe de la Tribu, el Marco Polo del periodismo viajero, el reportero de guerra de las que dijo que “se pierden todas”. Manu Leguineche achacaba el pesimismo a “la relación entre periodistas y políticos”. El jueves, el director del periódico El Mundo tiraba la toalla atosigado `por las presiones. Tras el cese de un periodista, siempre hay motivos políticos.Ambos han luchado por la información, pero los políticos no caen en la cuenta que la prensa y los partidos son dos instituciones democráticas complementarias que se necesitan mutuamente. Manu decía que, “sin embargo, política y periodismo son dos profesiones enfrentadas en su mecánica interna”. El político norteamericano Jefferson señaló, bastante bien, que entre un gobierno sin prensa y una prensa sin gobierno, él prefería lo segundo.
La ola de pesimismo que nos rodea por todas partes nos contagia como la gripe A. Aunque nos vacunemos, nos volvemos pesimistas. El pesimismo es más contagioso que el optimismo, y más peligroso. Sin duda, resulta más fácil ver y juzgar las cosas por el lado más desfavorable, que ofrecer el lado favorable. En esto pueden tener bastante culpa los políticos, porque para ellos, con tal de vencer al contrario, mientras las cosas estén peor, mejor. Y no les importa, como está ocurriendo en Siria, en Egipto o en Ucrania, que estalle una guerra civil, porque ellos no van a ninguna. Los periodistas reporteros, como Manu, van a todas y muchos no vuelven a casa.
No obstante, otra de las causas del pesimismo es el amarillismo periodístico. Los periodistas, con frecuencia, nos dejamos arrastrar por las noticias amarillas, porque prenden fácilmente en la masa y aumentan los lectores. Asimismo, los políticos en la oposición viven una etapa grís y desean cuanto antes desbancar a los que gobiernan, para acaparar el poder. Por otra parte, sabemos que lo malo produce más alarmismo que lo bueno y, por lo tanto, el pesimismo es más fácil de difundir que el optimismo. Sin embargo, tanto periodistas como políticos erramos, cuando creemos que difundir falsedades pesimistas dan más prestigio que dar verdades optimistas. Está demostrado que el optimismo produce ante el pueblo mayor prestigio que el pesimismo.
El sábado pasado, un grupo de periodistas jerezanos asistimos a la celebración de la Eucaristía celebrada por el obispo de la diócesis, don José Mazuelos, en su capilla de la Casa de la Iglesia, con motivo de la festividad de San Francisco de Sales, patrón de los periodistas. El obispo aprovechó para comentarnos el mensaje que el Papa Francisco ha dado en la ” Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales”.Comenzó diciendo que vivimos en un mundo cada vez más pequeño y, por lo tanto, deberíamos estar más cerca los unos de los otros y conocer los problemas mutuos. Los transportes y las tecnologías mediáticas facilitan la comunicación y la interdependencia. Pero los países están cada vez más distanciados, más alejados, con quebradas más profundas, mayores desconfianzas y peores desigualdades. La misión del periodista es la crítica constante al poder y la defensa de los más desfavorecidos, aunque siempre dentro de unas formas y de unos planteamientos éticos rigurosos. El pesimismo exige verdad, el optimismo, sinceridad y el periodismo independencia .
JUAN LEIVA
La ola de pesimismo que nos rodea por todas partes nos contagia como la gripe A. Aunque nos vacunemos, nos volvemos pesimistas. El pesimismo es más contagioso que el optimismo, y más peligroso. Sin duda, resulta más fácil ver y juzgar las cosas por el lado más desfavorable, que ofrecer el lado favorable. En esto pueden tener bastante culpa los políticos, porque para ellos, con tal de vencer al contrario, mientras las cosas estén peor, mejor. Y no les importa, como está ocurriendo en Siria, en Egipto o en Ucrania, que estalle una guerra civil, porque ellos no van a ninguna. Los periodistas reporteros, como Manu, van a todas y muchos no vuelven a casa.
No obstante, otra de las causas del pesimismo es el amarillismo periodístico. Los periodistas, con frecuencia, nos dejamos arrastrar por las noticias amarillas, porque prenden fácilmente en la masa y aumentan los lectores. Asimismo, los políticos en la oposición viven una etapa grís y desean cuanto antes desbancar a los que gobiernan, para acaparar el poder. Por otra parte, sabemos que lo malo produce más alarmismo que lo bueno y, por lo tanto, el pesimismo es más fácil de difundir que el optimismo. Sin embargo, tanto periodistas como políticos erramos, cuando creemos que difundir falsedades pesimistas dan más prestigio que dar verdades optimistas. Está demostrado que el optimismo produce ante el pueblo mayor prestigio que el pesimismo.
El sábado pasado, un grupo de periodistas jerezanos asistimos a la celebración de la Eucaristía celebrada por el obispo de la diócesis, don José Mazuelos, en su capilla de la Casa de la Iglesia, con motivo de la festividad de San Francisco de Sales, patrón de los periodistas. El obispo aprovechó para comentarnos el mensaje que el Papa Francisco ha dado en la ” Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales”.Comenzó diciendo que vivimos en un mundo cada vez más pequeño y, por lo tanto, deberíamos estar más cerca los unos de los otros y conocer los problemas mutuos. Los transportes y las tecnologías mediáticas facilitan la comunicación y la interdependencia. Pero los países están cada vez más distanciados, más alejados, con quebradas más profundas, mayores desconfianzas y peores desigualdades. La misión del periodista es la crítica constante al poder y la defensa de los más desfavorecidos, aunque siempre dentro de unas formas y de unos planteamientos éticos rigurosos. El pesimismo exige verdad, el optimismo, sinceridad y el periodismo independencia .
JUAN LEIVA
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