Muchos cristianos tenían la mente cerrada y defendían la tesis de que "la Iglesia es como es y no puede cambiar", una auténtica aberración inmovilista que el nuevo papa Francisco se ha encargado de tumbar en unos pocos días. Francisco ha demostrado con su sencillez, rechazo al boato, mensajes auténticos y cercanía a los pobres que "otra iglesia (mejor) era posible" y que el conformismo con la realidad presente en una triste complicidad con el mal.
El casquete más sencillo o como máximo la mitra para las ocasiones más formales, en lugar del antiguo camauro —esa especie de gorro de Papá Noel con un ribete blanco de pelo de armiño— o del saturno de paja y oro que Benedicto XVI sacó del arcón del Vaticano. La cruz de hierro oscurecido y el anillo de plata en vez de las joyas de oro. Los pantalones típicos de cura que asoman bajo la sotana blanca, los zapatos de cordones y piel negra, que sustituyen a los mocasines rojos... Son solo detalles, pero en una institución como la Iglesia, con dos milenios respetando símbolos y tradiciones, la nueva moda del papa Francisco es toda una revolución.
Del mismo modo, afirmar que "la política es así" y conformarse con la vulgaridad mediocre, corrupta e indecente de muchos partidos políticos y políticos profesionales que dominan el mundo no deja de ser una cobardía intolerable y una complicidad con la decadencia y el reino de la maldad.
Del mismo modo que un papa diferente y en apariencia mas vinculado al mensaje de Cristo que sus predecesores ha llegado hasta la cúspide de la Iglesia, hay que conseguir que en lugar de miserables sin sensibilidad, cargados de egoísmo y amigos de la injusticia y la corrupción como Rajoy, Zapatero y otros muchos dirigentes políticos de nuestros tiempos sean sustituidos por políticos decentes, demócratas y dotados de ética, dignidad y justicia.
Conformarse con la sucia política vigente, con la instauración de la corrupción y la injusticia como políticas de Estado, no solo es una cobardía, sino también un atentado contra la democracia y una complicidad con el mal.
Del mismo modo que el primer deber de un cristiano es seguir la doctrina de Cristo y mejorar así el mundo, el primer deber de un demócrata es lograr que la democracia tenga vigencia, lo que significa cortar de raíz y erradicar el mundo sucio e indecente que representan hoy partidos como el PP, el PSOE, IU, los partidos nacionalistas y los políticos en general, gente sin mérito alguno para dirigir a pueblos libres y que, por desgracia para la Humanidad, han aprendido a gobernar desde la injusticia y la iniquidad.
El casquete más sencillo o como máximo la mitra para las ocasiones más formales, en lugar del antiguo camauro —esa especie de gorro de Papá Noel con un ribete blanco de pelo de armiño— o del saturno de paja y oro que Benedicto XVI sacó del arcón del Vaticano. La cruz de hierro oscurecido y el anillo de plata en vez de las joyas de oro. Los pantalones típicos de cura que asoman bajo la sotana blanca, los zapatos de cordones y piel negra, que sustituyen a los mocasines rojos... Son solo detalles, pero en una institución como la Iglesia, con dos milenios respetando símbolos y tradiciones, la nueva moda del papa Francisco es toda una revolución.
Del mismo modo, afirmar que "la política es así" y conformarse con la vulgaridad mediocre, corrupta e indecente de muchos partidos políticos y políticos profesionales que dominan el mundo no deja de ser una cobardía intolerable y una complicidad con la decadencia y el reino de la maldad.
Del mismo modo que un papa diferente y en apariencia mas vinculado al mensaje de Cristo que sus predecesores ha llegado hasta la cúspide de la Iglesia, hay que conseguir que en lugar de miserables sin sensibilidad, cargados de egoísmo y amigos de la injusticia y la corrupción como Rajoy, Zapatero y otros muchos dirigentes políticos de nuestros tiempos sean sustituidos por políticos decentes, demócratas y dotados de ética, dignidad y justicia.
Conformarse con la sucia política vigente, con la instauración de la corrupción y la injusticia como políticas de Estado, no solo es una cobardía, sino también un atentado contra la democracia y una complicidad con el mal.
Del mismo modo que el primer deber de un cristiano es seguir la doctrina de Cristo y mejorar así el mundo, el primer deber de un demócrata es lograr que la democracia tenga vigencia, lo que significa cortar de raíz y erradicar el mundo sucio e indecente que representan hoy partidos como el PP, el PSOE, IU, los partidos nacionalistas y los políticos en general, gente sin mérito alguno para dirigir a pueblos libres y que, por desgracia para la Humanidad, han aprendido a gobernar desde la injusticia y la iniquidad.
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