No hay que acercar el Senado a Cataluña sino Cataluña al Senado.
Estos gobernantes ineptos siguen cometiendo errores: no se trata de acercar el Senado a Cataluña sino justo lo contrario: atraer a Cataluña hasta las altas instituciones del Estado.
Hacer concesiones al nacionalismo insaciable nos ha llevado hasta el separatismo. Ya esta bien de cobardía y de parches. Si quieren ustedes acertar, pregúntenle que se debe hacer a cualquier ciudadano sensato y les dirá que apliquen la ley de una vez, que dejen de asumir el papel de malo y de practicar el obstruccionismo a la democracia, que dejen de ceder siempre y de hacer concesiones a los que viven precisamente del victimismo.
La Historia de las relaciones entre Cataluña y el resto de España es tormentosa y, por desgracia, llena de episodios inconfesables. Franco les dió las industrias para aplacar el chantaje nacionalista, que, acobardado, jamás plantó cara al Franquismo. Suarez se asustó y les dio una ley electoral que garantizaba el predominio nacionalista a cambio de herir de muerte la democracia, otorgando mas valor a unos votos que a otros. González, Aznar y Zapatero negociaron en secreto, compraron votos con dinero público, perdonaron delitos como los de Banca Catalana y permitieron que los caciques catalanes se enriquecieran con la corrupción, disfrutando de una impunidad nauseabunda. Rajoy, a pesar de haber sido el menos miserable de los presidentes y el único que ha tenido la decencia de colocar a los extremistas catalanes frente a la ley, ha sido tan torpe que solo ha conseguido empujar a los nacionalistas hacia la rebelión y el desprecio a las sentencias de los altos tribunales, pero sin responder con suficiente brío y con honor ante el desafío y el escupitajo.
Todos los gobiernos españoles desde la muerte de Franco son culpables del desastre catalán. Han hecho concesiones siempre a los que viven de pedir, chantajear y alimentar el odio, comprobando, una y otra vez, que retroceder ante los profesionales del victimismo es un fracaso.
Trasladar el Senado a Barcelona y otorgar a esa ciudad estatus de co-capitalidad es otro error en la misma línea miserable.
Estos gobernantes ineptos siguen cometiendo errores: no se trata de acercar el Senado a Cataluña sino justo lo contrario: atraer a Cataluña hasta las altas instituciones del Estado.
Hacer concesiones al nacionalismo insaciable nos ha llevado hasta el separatismo. Ya esta bien de cobardía y de parches. Si quieren ustedes acertar, pregúntenle que se debe hacer a cualquier ciudadano sensato y les dirá que apliquen la ley de una vez, que dejen de asumir el papel de malo y de practicar el obstruccionismo a la democracia, que dejen de ceder siempre y de hacer concesiones a los que viven precisamente del victimismo.
La Historia de las relaciones entre Cataluña y el resto de España es tormentosa y, por desgracia, llena de episodios inconfesables. Franco les dió las industrias para aplacar el chantaje nacionalista, que, acobardado, jamás plantó cara al Franquismo. Suarez se asustó y les dio una ley electoral que garantizaba el predominio nacionalista a cambio de herir de muerte la democracia, otorgando mas valor a unos votos que a otros. González, Aznar y Zapatero negociaron en secreto, compraron votos con dinero público, perdonaron delitos como los de Banca Catalana y permitieron que los caciques catalanes se enriquecieran con la corrupción, disfrutando de una impunidad nauseabunda. Rajoy, a pesar de haber sido el menos miserable de los presidentes y el único que ha tenido la decencia de colocar a los extremistas catalanes frente a la ley, ha sido tan torpe que solo ha conseguido empujar a los nacionalistas hacia la rebelión y el desprecio a las sentencias de los altos tribunales, pero sin responder con suficiente brío y con honor ante el desafío y el escupitajo.
Todos los gobiernos españoles desde la muerte de Franco son culpables del desastre catalán. Han hecho concesiones siempre a los que viven de pedir, chantajear y alimentar el odio, comprobando, una y otra vez, que retroceder ante los profesionales del victimismo es un fracaso.
Trasladar el Senado a Barcelona y otorgar a esa ciudad estatus de co-capitalidad es otro error en la misma línea miserable.
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