A la mentalidad europea le cuesta asumir que aquellos que huyen de la guerra y el hambre abusen de la generosidad de los que les reciben y les dan cobijo. Es una actitud tan miserable e inaceptable que colisiona con la hospitalidad, la solidaridad y la humanidad. Sin embargo, esa actitud existe y ha quedado demostrada en sucesos como el de la noche del fin de año de 2015, cuando cientos de mujeres fueron golpeadas y violadas por inmigrantes africanos y musulmanes, entre los que se ha comprobado que había demandantes de asilo.
Los terribles sucesos de fin de año, escenificados en Colonia y en otras ciudades alemanas, además de otros muchos escenarios de Europa a lo largo del año 2016, están fortaleciendo la xenofobia y también un amplio y profundo sentido de defensa frente a invasores de comportamiento indeseable, que constituyen un peligro para Europa, su cultura y su convivencia.
Los gobiernos que abren sus puertas a los refugiados no lo hacen tanto por humanidad como para repoblar unas sociedades que no tienen apenas hijos y que envejecen, al mismo tiempo que consiguen mano de obra barata para que las fábricas europeas puedan competir con las chinas y con otras de países emergentes, donde los obreros ganan salarios de hambre. Esa política, oportunista y disfrazada de humanidad, se desmorona ahora ante la constancia de que algunos inmigrantes son peligrosos agentes capaces de destruir Europa desde dentro, actuando como terroristas o imponiendo culturas y costumbres contrarias a las libertades, los derechos y la convivencia pacífica.
Debe existir cierta mala conciencia en la clase política europea cuando oculta sistemáticamente a la población datos sobre la delincuencia de los inmigrantes, sobre todo sobre musulmanes y rumanos, que son los mas conflictivos y delictivos. Dicen que lo hacen para evitar la xenofobia, pero en realidad pretenden preservar una política que nutre a las fábricas europeas de mano de obra barata y que aporta los hijos que Europa necesita para no morir de vieja.
Los europeos mas sensatos no son xenófobos, pero si prudentes y decididos a defender el modo de vida europeo frente a invasores salvajes e indignos. Este grupo, capaz de crear opinión porque sus argumentos son convincentes, se ha activado y quiere que la inmigración sea sometida a filtros eficaces, que impidan la llegada de lobos delincuentes disfrazados de corderos sufrientes.
La forma de vida y la cultura europea han influido en muchos países del mundo por su calidad y por sus valores, salvo en sociedades fanatizadas y sometidas a dictaduras religiosas y a presiones morales que imponen una forma de vida cruel, violenta y sin respeto a la mujer y a los más débiles. Muchos de esas sociedades ajenas a la tolerancia, al respeto y a la paz son musulmanas, aunque esa sea una verdad que parte de la izquierda se niegue a asumir.
La responsabilidad de los políticos europeos en estos momentos es alta y tienen que demostrar que son sensibles a la opinión pública, como es preceptivo en democracia. Gobernar contra los intereses y los deseos de los pueblos, por desgracia, se ha convertido en una costumbre de la clase política europea en las últimas décadas, pero ese tipo de política arrogante, antidemocrática y en gran parte autoritaria, está ahora en cuestión, cuestionada por una sociedad que es la que sufre las agresiones de los inmigrantes indignos, algo desconocido para los políticos y sus familias, bien cuidados por la policía y habitando barrios seguros.
Si esos políticos acusan a la población indignada de xenofobia y aconsejan a sus ciudadanos que se adapten a las costumbres del visitante, como hizo cobardemente la alcaldesa de Colonia, van a ser barridos por una oleada de indignación y protesta que crece de manera indetenible en Europa y que exige la defensa de la cultura autóctona frente a las agresiones invasoras.
A Europa le ha llegado la hora de defenderse y los políticos europeos tendrán que demostrar que son demócratas y gobiernan para sus pueblos, no para esas grandes empresas que les exigen mano de obra barata, aunque esa política genera barrios marginados de inmigrantes, degradación en los suburbios y gran destrucción en los grandes valores y la convivencia.
Francisco Rubiales
Vídeo: Pateras cargadas de musulmanes se acercan a Europa al grito de "Alá es grande"
Los terribles sucesos de fin de año, escenificados en Colonia y en otras ciudades alemanas, además de otros muchos escenarios de Europa a lo largo del año 2016, están fortaleciendo la xenofobia y también un amplio y profundo sentido de defensa frente a invasores de comportamiento indeseable, que constituyen un peligro para Europa, su cultura y su convivencia.
Los gobiernos que abren sus puertas a los refugiados no lo hacen tanto por humanidad como para repoblar unas sociedades que no tienen apenas hijos y que envejecen, al mismo tiempo que consiguen mano de obra barata para que las fábricas europeas puedan competir con las chinas y con otras de países emergentes, donde los obreros ganan salarios de hambre. Esa política, oportunista y disfrazada de humanidad, se desmorona ahora ante la constancia de que algunos inmigrantes son peligrosos agentes capaces de destruir Europa desde dentro, actuando como terroristas o imponiendo culturas y costumbres contrarias a las libertades, los derechos y la convivencia pacífica.
Debe existir cierta mala conciencia en la clase política europea cuando oculta sistemáticamente a la población datos sobre la delincuencia de los inmigrantes, sobre todo sobre musulmanes y rumanos, que son los mas conflictivos y delictivos. Dicen que lo hacen para evitar la xenofobia, pero en realidad pretenden preservar una política que nutre a las fábricas europeas de mano de obra barata y que aporta los hijos que Europa necesita para no morir de vieja.
Los europeos mas sensatos no son xenófobos, pero si prudentes y decididos a defender el modo de vida europeo frente a invasores salvajes e indignos. Este grupo, capaz de crear opinión porque sus argumentos son convincentes, se ha activado y quiere que la inmigración sea sometida a filtros eficaces, que impidan la llegada de lobos delincuentes disfrazados de corderos sufrientes.
La forma de vida y la cultura europea han influido en muchos países del mundo por su calidad y por sus valores, salvo en sociedades fanatizadas y sometidas a dictaduras religiosas y a presiones morales que imponen una forma de vida cruel, violenta y sin respeto a la mujer y a los más débiles. Muchos de esas sociedades ajenas a la tolerancia, al respeto y a la paz son musulmanas, aunque esa sea una verdad que parte de la izquierda se niegue a asumir.
La responsabilidad de los políticos europeos en estos momentos es alta y tienen que demostrar que son sensibles a la opinión pública, como es preceptivo en democracia. Gobernar contra los intereses y los deseos de los pueblos, por desgracia, se ha convertido en una costumbre de la clase política europea en las últimas décadas, pero ese tipo de política arrogante, antidemocrática y en gran parte autoritaria, está ahora en cuestión, cuestionada por una sociedad que es la que sufre las agresiones de los inmigrantes indignos, algo desconocido para los políticos y sus familias, bien cuidados por la policía y habitando barrios seguros.
Si esos políticos acusan a la población indignada de xenofobia y aconsejan a sus ciudadanos que se adapten a las costumbres del visitante, como hizo cobardemente la alcaldesa de Colonia, van a ser barridos por una oleada de indignación y protesta que crece de manera indetenible en Europa y que exige la defensa de la cultura autóctona frente a las agresiones invasoras.
A Europa le ha llegado la hora de defenderse y los políticos europeos tendrán que demostrar que son demócratas y gobiernan para sus pueblos, no para esas grandes empresas que les exigen mano de obra barata, aunque esa política genera barrios marginados de inmigrantes, degradación en los suburbios y gran destrucción en los grandes valores y la convivencia.
Francisco Rubiales
Vídeo: Pateras cargadas de musulmanes se acercan a Europa al grito de "Alá es grande"
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