La dimisión de Francisco Camps es buena para la democracia y constituye un primer paso en la ruta hacia la regeneración y la decencia que debe transitar, ineludiblemente, la sucia y degradada democracia española. Culpable o inocente, su nombre había quedado manchado y su honor y limpieza, imprescindibles en política, estaban en entredicho. lo que requiere una dimisión fulminante en democracia. Con la dimisión de Camps, el Partido Popular lanza un mensaje claro a los españoles: no todos los partidos son iguales o, al menos, unos son más iguales que otros, refiriéndose a que dentro del PSOE hay muchos más casos de corrupción e indecencia, algunos más graves y nauseabundos que el que ha obligado a Camps a dimitir.
Sin embargo, a juzgar por la reacción de los socialistas, el "ejemplo" de Camps no va a surtir efecto con una dimisión fulminante de otros dirigentes de la izquierda que también están bajo sospecha y cuyos presuntos delitos e irregularidades son mucho más graves que haber aceptado trajes como regalo de una empresa proveedora.
Tan sólo en Andalucía, si algún juez se interesara, miles de andaluces podríamos señalar miles de casos de políticos que han recibido regalos de proveedores, la mayoría de ellos más costosos que los famosos trajes del presidente valenciano.
Resulta decepcionante y vergonzoso contemplar a dirigentes socialistas como Pepiño Blanco y la Valenciano, que, en lugar de admitir que en sus filas existe podredumbre e indicios de corrupción a raudales, como los que afectan a Rubalcaba, a Camacho, a Chaves, a Bono y a Barreda, por mencionar únicamente los más conocidos, se dedican a exigir más limpieza en el PP y también la implicación directa de Rajoy. Esa es la actitud hipócrita que ha llevado al socialismo español de Zapatero a acumular rechazo y desprecio de la gente decente de este país.
La verdad es que el PSOE, plagado de corruptos, se precipitaría en el vacío y quedaría destruido si aceptara que sus miles de culpables de arbitrariedades, abusos de poder, colaboración con banda armada, injusticia, despilfarro con tarjetas de crédito públicas, enriquecimientos inexplicables, nepotismo, amiguismo trampas en concursos, concesiones, subvenciones, falsos EREs y otros muchos asuntos públicos, ademas de otras corrupciones y abusos de grueso calibre, tuvieran que considerar la posibilidad de asumir sus culpas yde dimitir. El PSOE únicamente es viable hoy como partido político si garantiza una alta dosis de impunidad a los suyos.
A Camps lo han perseguido los socialistas, magnificando el caso Gürtel con la ayuda de sus dos recursos más poderosos: la Fiscalía, funcionado al servicio del partido, no del Estado, y el eficaz aparato de propaganda, con sus terminales mediáticas sometidas, mientras que la presión contra Rubalcaba, Chaves, Barreda, Camacho y Bono, entre otros, parte de la misma sociedad, indignada ante sus actos, ajenos a la democracia y cargados de sospecha delictiva.
Camps ha dimitido, un gesto que en cualquier democracia solvente sería normal, pero que en la sucia España es todo un acontecimiento, pero les garantizo que no dimitirán los prebostes del socialismo implicados en casos más graves, entre otras razones porque el socialismo español únicamente es viable dentro de la impunidad y el poder descontrolado.
A los demócratas nos toca ahora presionar con todas nuestras fuerzas para que el ejemplo de Camps sea secundado por la inmensa cuerda de corruptos y de sospechosos que pueblan la política española y han convertido la democracia en una cochinera.
Sin embargo, a juzgar por la reacción de los socialistas, el "ejemplo" de Camps no va a surtir efecto con una dimisión fulminante de otros dirigentes de la izquierda que también están bajo sospecha y cuyos presuntos delitos e irregularidades son mucho más graves que haber aceptado trajes como regalo de una empresa proveedora.
Tan sólo en Andalucía, si algún juez se interesara, miles de andaluces podríamos señalar miles de casos de políticos que han recibido regalos de proveedores, la mayoría de ellos más costosos que los famosos trajes del presidente valenciano.
Resulta decepcionante y vergonzoso contemplar a dirigentes socialistas como Pepiño Blanco y la Valenciano, que, en lugar de admitir que en sus filas existe podredumbre e indicios de corrupción a raudales, como los que afectan a Rubalcaba, a Camacho, a Chaves, a Bono y a Barreda, por mencionar únicamente los más conocidos, se dedican a exigir más limpieza en el PP y también la implicación directa de Rajoy. Esa es la actitud hipócrita que ha llevado al socialismo español de Zapatero a acumular rechazo y desprecio de la gente decente de este país.
La verdad es que el PSOE, plagado de corruptos, se precipitaría en el vacío y quedaría destruido si aceptara que sus miles de culpables de arbitrariedades, abusos de poder, colaboración con banda armada, injusticia, despilfarro con tarjetas de crédito públicas, enriquecimientos inexplicables, nepotismo, amiguismo trampas en concursos, concesiones, subvenciones, falsos EREs y otros muchos asuntos públicos, ademas de otras corrupciones y abusos de grueso calibre, tuvieran que considerar la posibilidad de asumir sus culpas yde dimitir. El PSOE únicamente es viable hoy como partido político si garantiza una alta dosis de impunidad a los suyos.
A Camps lo han perseguido los socialistas, magnificando el caso Gürtel con la ayuda de sus dos recursos más poderosos: la Fiscalía, funcionado al servicio del partido, no del Estado, y el eficaz aparato de propaganda, con sus terminales mediáticas sometidas, mientras que la presión contra Rubalcaba, Chaves, Barreda, Camacho y Bono, entre otros, parte de la misma sociedad, indignada ante sus actos, ajenos a la democracia y cargados de sospecha delictiva.
Camps ha dimitido, un gesto que en cualquier democracia solvente sería normal, pero que en la sucia España es todo un acontecimiento, pero les garantizo que no dimitirán los prebostes del socialismo implicados en casos más graves, entre otras razones porque el socialismo español únicamente es viable dentro de la impunidad y el poder descontrolado.
A los demócratas nos toca ahora presionar con todas nuestras fuerzas para que el ejemplo de Camps sea secundado por la inmensa cuerda de corruptos y de sospechosos que pueblan la política española y han convertido la democracia en una cochinera.
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