Gente como Felipe Gonzalez, Jose María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero o Mariano Rajoy, principales artífices del desastre de España, son pésimos políticos, profesionales mal preparados, gente éticamente mediocres y auténticos fracasados si se tienen en cuenta su obra y el terrible balance que arrojan después de gobernar España.
Es probable que en cualquier país auténticamente democrático, esos políticos españoles hubieran terminado Ante los tribunales y que en una sociedad moderna, avanzada y exigente, como por ejemplo la de Suiza, estarían barriendo las calles.
Al final del mandato de Franco, España era la décima potencia industrial del mundo y crecía a un ritmo vertiginoso. Los salarios daban para vivir con creciente holgura y para adquirir una vivienda. Los actuales políticos heredaron del Franquismo una sociedad alegre y en avance, integrada por propietarios, que han transformado en otra muy distinta, formada por gente triste y sin esperanza, que ya nace endeudada y cuyo futuro y el de sus hijos está seriamente amenazado.
Desde la muerte del dictador ha habido en España avances y retrocesos, éxitos y fracasos, pero es triste que los retrocesos y fracasos se oculten y silencien.
Bajo el gobierno de los falsos demócratas que han controlado el Estado desde la muerte del dictador, muchos españoles se han empobrecido y el país se ha convertido en un problema para Europa y Occidente. La prosperidad retrocede y el país, invadido por la corrupción y el mal gobierno, es un mal ejemplo para el mundo por haberse convertido en líder mundial de casi todo lo sucio y deleznable: corrupción institucional, desempleo, avance de la pobreza, desigualdad, tráfico y consumo de drogas, prostitución, alcoholismo, blanqueo de dinero, paraíso de mafias y del dinero sucio, desprestigio internacional, fracaso escolar, baja calidad de la enseñanza, mal funcionamiento de la Justicia, abuso de poder, hundimiento de los valores y deterioro de la democracia y de la política en general.
Los responsables principales de ese desastre han sido los políticos, gente que de ser admirada tras la muerte de Franco, ahora es despreciada y hasta odiada por sus ciudadanos, que esperan que las urnas se abran para practicar la venganza contra lo que llaman "la casta" política.
Los partidos políticos que han gobernado España durante las últimas décadas se han cubierto de desprestigio, corrupción, abuso de poder y oprobio, hasta el punto de que, en opinión de muchos analistas y expertos, han dejado de ser viables y útiles para la democracia. Los políticos españoles militan en sus respectivas formaciones para hacer carrera, se comportan de manera mafiosa, están cada día mas aislados del pueblo y de la realidad y se han convertido en el principal obstáculo para la regeneración del país. Miles de ellos están inmersos en irregularidades, delitos y causas judiciales abiertas o por abrir, mientras que un número todavía mayor no pueden justificar sus patrimonios abultados, creados sobre la base del robo y el saqueo.
Los gobernantes españoles han permitido injusticias y abusos que escandalizan en todo el planeta y que serán estudiadas en las universidades y escuelas como ejemplo de lo que no debe hacerse: han permitido estafas colectivas como la venta de productos bancarios tóxicos que han arruinado a cientos de miles de ciudadanos, la mayoría jubilados, a los que han amanipulado y engañado con las participaciones preferentes. Pero quizás el mas sucio delito achacable a la casta española es el impune y vergonzoso saqueo del sistema financiero que integraban las cajas de ahorro, con la desaparición de miles de millones de euros y el asesinato de entidades que, hasta la llegada de los políticos a sus presidencias y consejos, eran prósperas y prestaban a la sociedad un servicio de gran valor.
Tras las recientes elecciones europeas, municipales y autonómicas, donde los grandes partidos han sufrido un durísimo castigo por parte de los votantes, los políticos se sienten inseguros y dicen estar preocupados. Sin embargo, la casta no ha evidenciado señal alguna de arrepentimiento ni propósito alguno de cambiar, lo que garantiza para el país un futuro convulso y conflictivo, que estará marcado por el enfrentamiento abierto entre ciudadanos y políticos, toda una tragedia que deslegitima el poder y desacredita todo el sistema.
Es probable que en cualquier país auténticamente democrático, esos políticos españoles hubieran terminado Ante los tribunales y que en una sociedad moderna, avanzada y exigente, como por ejemplo la de Suiza, estarían barriendo las calles.
Al final del mandato de Franco, España era la décima potencia industrial del mundo y crecía a un ritmo vertiginoso. Los salarios daban para vivir con creciente holgura y para adquirir una vivienda. Los actuales políticos heredaron del Franquismo una sociedad alegre y en avance, integrada por propietarios, que han transformado en otra muy distinta, formada por gente triste y sin esperanza, que ya nace endeudada y cuyo futuro y el de sus hijos está seriamente amenazado.
Desde la muerte del dictador ha habido en España avances y retrocesos, éxitos y fracasos, pero es triste que los retrocesos y fracasos se oculten y silencien.
Bajo el gobierno de los falsos demócratas que han controlado el Estado desde la muerte del dictador, muchos españoles se han empobrecido y el país se ha convertido en un problema para Europa y Occidente. La prosperidad retrocede y el país, invadido por la corrupción y el mal gobierno, es un mal ejemplo para el mundo por haberse convertido en líder mundial de casi todo lo sucio y deleznable: corrupción institucional, desempleo, avance de la pobreza, desigualdad, tráfico y consumo de drogas, prostitución, alcoholismo, blanqueo de dinero, paraíso de mafias y del dinero sucio, desprestigio internacional, fracaso escolar, baja calidad de la enseñanza, mal funcionamiento de la Justicia, abuso de poder, hundimiento de los valores y deterioro de la democracia y de la política en general.
Los responsables principales de ese desastre han sido los políticos, gente que de ser admirada tras la muerte de Franco, ahora es despreciada y hasta odiada por sus ciudadanos, que esperan que las urnas se abran para practicar la venganza contra lo que llaman "la casta" política.
Los partidos políticos que han gobernado España durante las últimas décadas se han cubierto de desprestigio, corrupción, abuso de poder y oprobio, hasta el punto de que, en opinión de muchos analistas y expertos, han dejado de ser viables y útiles para la democracia. Los políticos españoles militan en sus respectivas formaciones para hacer carrera, se comportan de manera mafiosa, están cada día mas aislados del pueblo y de la realidad y se han convertido en el principal obstáculo para la regeneración del país. Miles de ellos están inmersos en irregularidades, delitos y causas judiciales abiertas o por abrir, mientras que un número todavía mayor no pueden justificar sus patrimonios abultados, creados sobre la base del robo y el saqueo.
Los gobernantes españoles han permitido injusticias y abusos que escandalizan en todo el planeta y que serán estudiadas en las universidades y escuelas como ejemplo de lo que no debe hacerse: han permitido estafas colectivas como la venta de productos bancarios tóxicos que han arruinado a cientos de miles de ciudadanos, la mayoría jubilados, a los que han amanipulado y engañado con las participaciones preferentes. Pero quizás el mas sucio delito achacable a la casta española es el impune y vergonzoso saqueo del sistema financiero que integraban las cajas de ahorro, con la desaparición de miles de millones de euros y el asesinato de entidades que, hasta la llegada de los políticos a sus presidencias y consejos, eran prósperas y prestaban a la sociedad un servicio de gran valor.
Tras las recientes elecciones europeas, municipales y autonómicas, donde los grandes partidos han sufrido un durísimo castigo por parte de los votantes, los políticos se sienten inseguros y dicen estar preocupados. Sin embargo, la casta no ha evidenciado señal alguna de arrepentimiento ni propósito alguno de cambiar, lo que garantiza para el país un futuro convulso y conflictivo, que estará marcado por el enfrentamiento abierto entre ciudadanos y políticos, toda una tragedia que deslegitima el poder y desacredita todo el sistema.
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