Los ministros y altos dirigentes del PP están ya utilizando las navajas para saldar cuentas internas y liquidar a sus propios compañeros de partido. Quizás la causa sea el profundo deterioro político y moral del partido, que hace un año aparecía ante los españoles como un antídoto frente a los abusos de Zapatero y hoy es ya un partido abrasado por la corrupción y la arrogancia. No existe otra explicación para la lluvia de escándalos, denuncias y filtraciones que inunda la actualidad española: el presidente de Madrid, enfrentado al grueso de su partido, ha quedado envuelto en un escándalo por la extraña propiedad de su ático en Guadalmina (Málaga); su predecesora, Esperanza Aguirre, fue presionada hasta que tuvo que dimitir; Bárcenas, el antiguo senador y administrador del PP, implicado en el caso Gürtel, aparece ante los jueces y la opinión pública como titular de una cuenta en Suiza de 22 millones de euros, amasados durante su etapa de político; En Andalucía, Juan Ignacio Zoido, sucesor de Javier Arenas, se siente acosado por gente de su propio partido y reclama apoyos que no aparecen. Gallardón es criticado y cuestionado por el poder judicial en pleno y por la opinión pública, que se siente indignada porque su ministerio ha indultado a un conductor kamikaze que causó la muerte a un joven, indulto que fue gestionado por un despacho donde trabaja uno de los hijos del ministro.
Los escándalos no cesan y todo indica que se ha desatado una guerra interna en la derecha, muy dura, aunque silenciosa, que ya va dejando víctimas en la cuneta. Las redacciones de medios informativos reciben dossiers anónimos sobre políticos del PP casi a diario, pero todos aseguran que no llegan desde el PSOE sino desde la propia derecha. El recurso del gobierno contra el gobierno regional de Madrid, del mismo partido, por el cobro del euro por receta, es un visible y evidente signo de lucha fratricida.
El ministro Gallardón se está convirtiendo en la bestia negra del Partido Popular y en un riesgo dramático para Rajoy y su gobierno, cuya imagen e intención de voto caen en picado. Cada vez que Gallardón aparece en televisión, el PP pierde votos. Con Gallardón, protagonista de escándalos y abusos de profundo calado popular, empieza a ocurrir lo mismo que con Zapatero, cuyo rechazo popular alcanzó cotas tan altas que su mismo partido tuvo que obligarle a que abandonara el primer plano político. El indulto del kamikaze, gestionado por un bufete donde trabaja el hijo del Ministro de Justicia, tiene pinta de alcanzar niveles elevados de indignación popular, más altos, si cabe, que los alcanzados por Gallardón cuando provocó la protesta masiva de abogados, procuradores y jueces, por acabar con la justicia gratuita.
Gallardón llegó al gobierno con fama de progresista incrustado en la derecha, pero en apenas un año de ejercicio es ya un tipo que provoca repulsa e indignación popular. Si Rajoy fuera valiente, acabaría con él antes de que Gallardón acabe con el futuro de la derecha española.
Algunos medios de comunicación están siendo vergonzosamente utilizados como lanzaderas de misiles pero lo curioso es que dan la impresión de que están mas al servicio de clanes internos del PP, enfrentados entre sí, que del partido mismo. La última advertencia sobre indultos frívolos del ministro del Interior a Gallardón es un claro reflejo de que los clanes de la derecha han desenterrado el hacha de guerra.
El ciudadano, como es habitual en la política española, está al margen, es despreciado y siempre ocupa el papel de víctima. Pero tiene la sensación de que el liderazgo de Rajoy está resquebrajado y que, ante la mas que probable derrota del PP en las próximas elecciones, en las que un pueblo que se siente maltratado se tomará su revancha en las urnas, el partido se está desintegrando, mientras que la disciplina retrocede y permite que las navajas ocupen el lugar que la democracia reserva a los argumentos y al debate.
Si la derecha, minada por la corrupción, se desmorona y agrega su caos al de un socialismo en clara descomposición y a un comunismo plagado de momias y dinosaurios, la suerte de España parace echada: o intervienen con brio los ciudadanos para instaurar una verdadera democracia o la casta política española, una de las mas deleznables, corruptas y descerebradas del planeta, terminará por enterrar la nación.
Los escándalos no cesan y todo indica que se ha desatado una guerra interna en la derecha, muy dura, aunque silenciosa, que ya va dejando víctimas en la cuneta. Las redacciones de medios informativos reciben dossiers anónimos sobre políticos del PP casi a diario, pero todos aseguran que no llegan desde el PSOE sino desde la propia derecha. El recurso del gobierno contra el gobierno regional de Madrid, del mismo partido, por el cobro del euro por receta, es un visible y evidente signo de lucha fratricida.
El ministro Gallardón se está convirtiendo en la bestia negra del Partido Popular y en un riesgo dramático para Rajoy y su gobierno, cuya imagen e intención de voto caen en picado. Cada vez que Gallardón aparece en televisión, el PP pierde votos. Con Gallardón, protagonista de escándalos y abusos de profundo calado popular, empieza a ocurrir lo mismo que con Zapatero, cuyo rechazo popular alcanzó cotas tan altas que su mismo partido tuvo que obligarle a que abandonara el primer plano político. El indulto del kamikaze, gestionado por un bufete donde trabaja el hijo del Ministro de Justicia, tiene pinta de alcanzar niveles elevados de indignación popular, más altos, si cabe, que los alcanzados por Gallardón cuando provocó la protesta masiva de abogados, procuradores y jueces, por acabar con la justicia gratuita.
Gallardón llegó al gobierno con fama de progresista incrustado en la derecha, pero en apenas un año de ejercicio es ya un tipo que provoca repulsa e indignación popular. Si Rajoy fuera valiente, acabaría con él antes de que Gallardón acabe con el futuro de la derecha española.
Algunos medios de comunicación están siendo vergonzosamente utilizados como lanzaderas de misiles pero lo curioso es que dan la impresión de que están mas al servicio de clanes internos del PP, enfrentados entre sí, que del partido mismo. La última advertencia sobre indultos frívolos del ministro del Interior a Gallardón es un claro reflejo de que los clanes de la derecha han desenterrado el hacha de guerra.
El ciudadano, como es habitual en la política española, está al margen, es despreciado y siempre ocupa el papel de víctima. Pero tiene la sensación de que el liderazgo de Rajoy está resquebrajado y que, ante la mas que probable derrota del PP en las próximas elecciones, en las que un pueblo que se siente maltratado se tomará su revancha en las urnas, el partido se está desintegrando, mientras que la disciplina retrocede y permite que las navajas ocupen el lugar que la democracia reserva a los argumentos y al debate.
Si la derecha, minada por la corrupción, se desmorona y agrega su caos al de un socialismo en clara descomposición y a un comunismo plagado de momias y dinosaurios, la suerte de España parace echada: o intervienen con brio los ciudadanos para instaurar una verdadera democracia o la casta política española, una de las mas deleznables, corruptas y descerebradas del planeta, terminará por enterrar la nación.
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