Daba pena ver a Zapatero en Bruselas esforzándose en desmentir los rumores sobre la ruina de España, pero sus gestos teatrales y engaños no funcionan con los curtidos periodistas internacionales. Mientras tanto, los españoles de bien se avergüenzan de su líder y se preparan para resistir años de penuria y de humillaciones. No hay duda: Zapatero es el cáncer de España y tiene que ser extirpado pronto. Él marca la senda del desastre. Entre nosotros y el resurgir de España, el único gran obstáculo se llama ZP.
Los mercados se han dado cuenta de la gran tragedia de España, un país en crisis que necesita un líder firme, capaz de unir voluntades y de conducir a su pueblo por los caminos del esfuerzo, del sacrificio y de la regeneración, pero que sólo cuenta, por desgracia, con un patético actor gesticulante, experto en dividir, truculento, sonriente y asustado, que no tiene otra meta que ganar aplausos y votos, mientras su pueblo se arruina y se hunde.
Ha mentido tantas veces que ahora nadie le cree. Se esforzó en desmentir con fuerza y dramatismo el rumor de que España necesita también un rescate "a la Griega", pero de nada menos que 240.000 millones de euros, más dinero del disponible en esta Europa en crisis. Casi ha suplicado ante la prensa internacional, pero nadie le ha creído y la bolsa española ha perdido mas del 5 por ciento.
La única verdad sin fisuras y creíble es que Zapatero es el cáncer de España y que el país no podrá salir adelante hasta que no dimita y deje el timón a cualquier otro, aunque sea un mediocre. Los mercados recibirían el cambio con una explosión de júbilo, aunque quien le sustituya sea alguien tan poco atractivo como Rajoy.
Zapatero es ya un estorbo, no sólo para España sino también para Europa y el mundo desarrollado. Su partido, si es que quiere tener futuro, debería darse cuenta y tener el arrojo de obligarle a dimitir. Su simple permanencia en el poder desprestigia a Europa, daña sus finanzas, provoca cotizaciones a la baja del euro y de las bolsas europeas y genera vergüenza y estupor.
¿Por qué nadie cree en Zapatero? ¿Por qué los rumores se ceban con España y hunden el Ibex 35? ¿Qué ha hecho el inquilino de la Moncloa para caer tan bajo?
Nadie sabe donde está la verdad, pero, en economía, la verdad que importa es la que creen los mercados. Y los mercados, implacables, creen que Zapatero es un mentiroso consumado, un ególatra obsesionado con el poder que ha gastado más dinero del que la economía española podía soportar y que ha preferido hundir a España antes que ver como su poder político se esfumaba. Ahora, los mercados parecen creer que, si nadie lo remedia, también hundirá al euro y a la misma Unión Europea.
Los mercados sospechan que Zapatero ha podido falsificar las cuentas españolas, al igual que hicieron los gobernantes griegos, y que la economía de España está mucho peor de lo que aparenta. Los mercados no soportan la actitud arrogante de un Zapatero que se niega a emprender las reformas que, desde hace dos años, los expertos y las grandes instituciones mundiales le aconsejan. Los mercados no le perdonan su falta de liderazgo y su negativa a adoptar medidas impopulares como la reforma del mercado laboral, por miedo a perder votos. Los mercados no soportan a los irresponsables y, cuando miran a los ojos de Zapatero experimentan terribles sospechas y temen que, mientras el paro aumentaba y las empresas cerraban, él incrementaba el número de funcionarios, una medida que en economía equivale a cavar la fosa para enterrar a su propio país. Saben que, no contento con eso, Zapatero aumentó el salario de los funcionarios en plena crisis. Es cierto que el hombre buscaba votos, pero los mercados no perdonan esas frivolidades. Mientras los sindicatos perdían afiliados y prestigio, Zapatero inyectaba dinero de los presupuestos en las arcas sindicales, buscando apoyos, obsesionado por la caza de votos. Los mercados odian la frivolidad de los mandatarios y terminan por hacerles pagar sus abusos y errores. Lo malo es que la factura de los malos gobernantes suelen pagarlas los pueblos que han cometido el error de elegir a ineptos para que les gobiernen.
Los mercados han decidido que a Zapatero (y a España) les ha llegado la hora de pagar la factura de sus derroches, despilfarros, endeudamientos y abusos. Los ríos de dinero que Zapatero repartía en plena crisis, llenando los bolsillos de sus colegas socialistas en el poder, de las comunidades autónomas estratégicas, de las ONGs y fundaciones amigas, de los artistas y cineastas, de los sindicalistas y de todo aquel que pudiera aportarle popularidad y votos, tienen que pagarse ahora con sangre sudor y lágrimas.
Y ahora la gran pregunta: ¿Que hacemos con Zapatero? Porque él, sólo él, es el gran culpable del desastre de España y del drama que ya nos envuelve con su manto de dolor.
Los mercados se han dado cuenta de la gran tragedia de España, un país en crisis que necesita un líder firme, capaz de unir voluntades y de conducir a su pueblo por los caminos del esfuerzo, del sacrificio y de la regeneración, pero que sólo cuenta, por desgracia, con un patético actor gesticulante, experto en dividir, truculento, sonriente y asustado, que no tiene otra meta que ganar aplausos y votos, mientras su pueblo se arruina y se hunde.
Ha mentido tantas veces que ahora nadie le cree. Se esforzó en desmentir con fuerza y dramatismo el rumor de que España necesita también un rescate "a la Griega", pero de nada menos que 240.000 millones de euros, más dinero del disponible en esta Europa en crisis. Casi ha suplicado ante la prensa internacional, pero nadie le ha creído y la bolsa española ha perdido mas del 5 por ciento.
La única verdad sin fisuras y creíble es que Zapatero es el cáncer de España y que el país no podrá salir adelante hasta que no dimita y deje el timón a cualquier otro, aunque sea un mediocre. Los mercados recibirían el cambio con una explosión de júbilo, aunque quien le sustituya sea alguien tan poco atractivo como Rajoy.
Zapatero es ya un estorbo, no sólo para España sino también para Europa y el mundo desarrollado. Su partido, si es que quiere tener futuro, debería darse cuenta y tener el arrojo de obligarle a dimitir. Su simple permanencia en el poder desprestigia a Europa, daña sus finanzas, provoca cotizaciones a la baja del euro y de las bolsas europeas y genera vergüenza y estupor.
¿Por qué nadie cree en Zapatero? ¿Por qué los rumores se ceban con España y hunden el Ibex 35? ¿Qué ha hecho el inquilino de la Moncloa para caer tan bajo?
Nadie sabe donde está la verdad, pero, en economía, la verdad que importa es la que creen los mercados. Y los mercados, implacables, creen que Zapatero es un mentiroso consumado, un ególatra obsesionado con el poder que ha gastado más dinero del que la economía española podía soportar y que ha preferido hundir a España antes que ver como su poder político se esfumaba. Ahora, los mercados parecen creer que, si nadie lo remedia, también hundirá al euro y a la misma Unión Europea.
Los mercados sospechan que Zapatero ha podido falsificar las cuentas españolas, al igual que hicieron los gobernantes griegos, y que la economía de España está mucho peor de lo que aparenta. Los mercados no soportan la actitud arrogante de un Zapatero que se niega a emprender las reformas que, desde hace dos años, los expertos y las grandes instituciones mundiales le aconsejan. Los mercados no le perdonan su falta de liderazgo y su negativa a adoptar medidas impopulares como la reforma del mercado laboral, por miedo a perder votos. Los mercados no soportan a los irresponsables y, cuando miran a los ojos de Zapatero experimentan terribles sospechas y temen que, mientras el paro aumentaba y las empresas cerraban, él incrementaba el número de funcionarios, una medida que en economía equivale a cavar la fosa para enterrar a su propio país. Saben que, no contento con eso, Zapatero aumentó el salario de los funcionarios en plena crisis. Es cierto que el hombre buscaba votos, pero los mercados no perdonan esas frivolidades. Mientras los sindicatos perdían afiliados y prestigio, Zapatero inyectaba dinero de los presupuestos en las arcas sindicales, buscando apoyos, obsesionado por la caza de votos. Los mercados odian la frivolidad de los mandatarios y terminan por hacerles pagar sus abusos y errores. Lo malo es que la factura de los malos gobernantes suelen pagarlas los pueblos que han cometido el error de elegir a ineptos para que les gobiernen.
Los mercados han decidido que a Zapatero (y a España) les ha llegado la hora de pagar la factura de sus derroches, despilfarros, endeudamientos y abusos. Los ríos de dinero que Zapatero repartía en plena crisis, llenando los bolsillos de sus colegas socialistas en el poder, de las comunidades autónomas estratégicas, de las ONGs y fundaciones amigas, de los artistas y cineastas, de los sindicalistas y de todo aquel que pudiera aportarle popularidad y votos, tienen que pagarse ahora con sangre sudor y lágrimas.
Y ahora la gran pregunta: ¿Que hacemos con Zapatero? Porque él, sólo él, es el gran culpable del desastre de España y del drama que ya nos envuelve con su manto de dolor.
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