Elena Valenciano, vicesecretaria general del PSOE y cabeza de lista para las elecciones europeas, ha declarado que «Para mí fueron lo mismo Jesucristo, Che Guevara y Felipe González». Semejante afirmación, que compara e iguala a un hombre de amor y de paz (Jesucristo) con un asesino en serie (Che Guevara) y a ambos con un vulgar político (Felipe González) culpable de abrir las puertas de España a la corrupción, es la mejor prueba existente de que la clase política española está seriamente enferma y que estamos gobernados por descerebrados.
La izquierda mundial, la española en particular y casi toda la clase política que manda en España padece graves desequilibrios éticos y racionales, a juzgar por lo que dicen y por el país que están construyendo desde el poder: injusto, corrupto, desigual, antidemocrático y nada respetuoso con las personas, los derechos y los valores.
Uno de sus grandes pecados es haber olvidado que el poder tiene el deber de ser ejemplar para servir de modelo a la ciudadanía. Ellos, en lugar de ejemplares han proyectado una imagen sucia, arrogante y degradada que ha contaminado y pervertido a toda la sociedad española. El otro gran pecado de la casta, sobre todo de la izquierda, es haber convertido en modelos y ejemplos a seguir a verdaderos sinvergüenzas y hasta a asesinos sádicos como el "Che" Guevara, que llego a reconocer, en una carta enviada a su padre, que “Tengo que confesarte, papá, que en ese momento descubrí que realmente me gusta matar.”
Otra de las frases mas brutales del Che fue la siguiente: “Para enviar hombres al pelotón de fusilamiento, la prueba judicial es innecesaria. Estos procedimientos son un detalle burgués arcaico. ¡Esta es una revolución! Y un revolucionario debe convertirse en una fría máquina de matar motivado por odio puro.”
Imprimir millones de camisetas con la imagen del "Che" y convertir a un ser de tanta bajeza moral en un héroe mundial, capaz de cautivar a millones de jóvenes, solo demuestra la brutalidad y la maldad intrínseca de los líderes y estrategas políticos que lo hicieron posible.
Y ahora, ante un pueblo acosado por el desempleo, el avance de la pobreza y la constancia de que los políticos son el gran obstáculo para la regeneración y despegue de España, la candidata socialista se atreve, exhibiendo una frivolidad insultante, a igualar a Felipe Gonzalez, al Che y a Jesucristo.
Para cualquier ciudadano honrado y decente, votar a este tipo de gente cuando se abran las urnas es casi un delito y, desde luego, un acto de complicidad irresponsable que convierte al que le vota en corrupto, depredador y corresponsable del desastre de España.
La izquierda mundial, la española en particular y casi toda la clase política que manda en España padece graves desequilibrios éticos y racionales, a juzgar por lo que dicen y por el país que están construyendo desde el poder: injusto, corrupto, desigual, antidemocrático y nada respetuoso con las personas, los derechos y los valores.
Uno de sus grandes pecados es haber olvidado que el poder tiene el deber de ser ejemplar para servir de modelo a la ciudadanía. Ellos, en lugar de ejemplares han proyectado una imagen sucia, arrogante y degradada que ha contaminado y pervertido a toda la sociedad española. El otro gran pecado de la casta, sobre todo de la izquierda, es haber convertido en modelos y ejemplos a seguir a verdaderos sinvergüenzas y hasta a asesinos sádicos como el "Che" Guevara, que llego a reconocer, en una carta enviada a su padre, que “Tengo que confesarte, papá, que en ese momento descubrí que realmente me gusta matar.”
Otra de las frases mas brutales del Che fue la siguiente: “Para enviar hombres al pelotón de fusilamiento, la prueba judicial es innecesaria. Estos procedimientos son un detalle burgués arcaico. ¡Esta es una revolución! Y un revolucionario debe convertirse en una fría máquina de matar motivado por odio puro.”
Imprimir millones de camisetas con la imagen del "Che" y convertir a un ser de tanta bajeza moral en un héroe mundial, capaz de cautivar a millones de jóvenes, solo demuestra la brutalidad y la maldad intrínseca de los líderes y estrategas políticos que lo hicieron posible.
Y ahora, ante un pueblo acosado por el desempleo, el avance de la pobreza y la constancia de que los políticos son el gran obstáculo para la regeneración y despegue de España, la candidata socialista se atreve, exhibiendo una frivolidad insultante, a igualar a Felipe Gonzalez, al Che y a Jesucristo.
Para cualquier ciudadano honrado y decente, votar a este tipo de gente cuando se abran las urnas es casi un delito y, desde luego, un acto de complicidad irresponsable que convierte al que le vota en corrupto, depredador y corresponsable del desastre de España.
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