Los políticos españoles deberán purgar el peor pecado de un dirigente: traicionar a sus seguidores y anteponer los intereses propios al bien común. Ese pecado es tan horrendo en política que terminará por dinamitar el actual "régimen" y, tarde o temprano, se llevará por delante a la Corona y a los actuales partidos políticos. La suerte está echada y la caída solo es cuestión de tiempo.
Los políticos han preferido arruinar al ciudadano, acribillándolo con impuestos injustos e insoportables que estimulan el desempleo, cierran cientos de miles de empresas y hunden el país, antes que adelgazar el Estado monstruoso e incosteables que ellos han construido.
Europa empieza a descubrir que España, mas que una democracia, es un vertedero de injusticias y abusos de poder perpetrados por una clase política completamente ajena a la democracia. El dictamen del Tribunal Europeo de Justicia contra la legislación hipotecaria española, que ha provocado dolor, sufrimientos y cientos de suicidios, muchos de ellos camuflados y ocultados desde el poder, es un síntoma de que los europeos están descubriendo por fin la tenebrosa verdad política sobre España. Aunque lo haya desmentido Soraya Saenz de Santamaría, en nombre del gobierno de Rajoy, tiene razón el primer ministro sueco, Fredrik Reinfeldt, cuando afirma que en España existe una profunda relación entre déficit público y corrupción. El saqueo impune de las cajas de ahorro, el robo que se perpetra desde el poder, el enriquecimiento ilícito de miles de políticos y la concesión arbitraria y venal de subvenciones, concesiones, ayudas y otros favores inconfesables agudizan el déficit público español y aceleran la ruina del país.
Los políticos españoles se niegan a otorgar al pueblo la voz que le corresponde en democracia. Un ejemplo elocuente de esa política rastrera es que los gobernantes y partidos se niegan a escuchar el clamor popular que pide el fin de la financiación pública, con el dinero de los impuestos, de partidos políticos y sindicatos.
Los políticos españoles se han comportado como predadores y cada día son mas los ciudadanos que los consideran como sus peores enemigos, aquellos que fomentan lo injusto y que les llevan a la ruina y al fracaso. Las encuestas reflejan el preocupante dato de que los ciudadanos consideran a los políticos como el mayor problema de España y que el país ha caído en manos de indeseables, gente sucia y sin valores adicta al privilegio y enferma de corrupción y abuso de poder, dos vicios incompatibles con la democracia y la decencia.
Algunos países tienen la desgracia de que una "casta" de miserables acceda al poder. Cuando eso ocurre, se abre para ese país y sus ciudadanos una etapa de tormentos y fracasos. Todo indica que España atraviesa una de esas terribles etapas.
La mentira es, junto con la corrupción, el mas feo vicio del poder. Mientras que el actual gobierno español afirma que su principal objetivo es crear empleo, la política que practica conduce a destruirlo, a cerrar empresas y a sumir en el desempleo y la desesperación a cientos de miles de ciudadanos. Exigen sacrificio a los ciudadanos, pero ellos mantienen sus privilegios y son incapaces de corregir su política de estragos o de pedir perdón por el daño que causan al pueblo y a la patria.
El odio ciudadano al política está sustituyendo, poco a poco, a la protesta y al rechazo. Un gobierno rechazado y una clase política masivamente despreciada por la ciudadanía son la imagen viva del fracaso y la prueba suprema de la ilegitimidad democrática de los políticos.
Las risas de los políticos y los aplausos en el Congreso y el Senado, mientras el país se desangra y muchos ciudadanos, desesperados, optan por el suicidio, es un escarnio tan degradante que exigiría la dimisión masiva de la fracasada casta política española y la refundación de un sistema que se ha transformado en una inmensa pocilga.
Los ciudadanos se sienten desamparados y abandonados por unos políticos cuya misión principal en democracia es proteger a los débiles frente a los fuertes. Ellos, en lugar de erradicar lo injusto y lo sucio, han permitido y, en algunos casos, participado, en el saqueo de las cajas de ahorro y en la gran estafa de las participaciones preferentes, una canallada mediante la cual algunos bancos han robado los ahorros a los ciudadanos para equilibrar sus balances, una fechoría realizada con el permiso del Banco de España, sin que la clase política haya hecho nada por evitarla.
Los políticos han preferido arruinar al ciudadano, acribillándolo con impuestos injustos e insoportables que estimulan el desempleo, cierran cientos de miles de empresas y hunden el país, antes que adelgazar el Estado monstruoso e incosteables que ellos han construido.
Europa empieza a descubrir que España, mas que una democracia, es un vertedero de injusticias y abusos de poder perpetrados por una clase política completamente ajena a la democracia. El dictamen del Tribunal Europeo de Justicia contra la legislación hipotecaria española, que ha provocado dolor, sufrimientos y cientos de suicidios, muchos de ellos camuflados y ocultados desde el poder, es un síntoma de que los europeos están descubriendo por fin la tenebrosa verdad política sobre España. Aunque lo haya desmentido Soraya Saenz de Santamaría, en nombre del gobierno de Rajoy, tiene razón el primer ministro sueco, Fredrik Reinfeldt, cuando afirma que en España existe una profunda relación entre déficit público y corrupción. El saqueo impune de las cajas de ahorro, el robo que se perpetra desde el poder, el enriquecimiento ilícito de miles de políticos y la concesión arbitraria y venal de subvenciones, concesiones, ayudas y otros favores inconfesables agudizan el déficit público español y aceleran la ruina del país.
Los políticos españoles se niegan a otorgar al pueblo la voz que le corresponde en democracia. Un ejemplo elocuente de esa política rastrera es que los gobernantes y partidos se niegan a escuchar el clamor popular que pide el fin de la financiación pública, con el dinero de los impuestos, de partidos políticos y sindicatos.
Los políticos españoles se han comportado como predadores y cada día son mas los ciudadanos que los consideran como sus peores enemigos, aquellos que fomentan lo injusto y que les llevan a la ruina y al fracaso. Las encuestas reflejan el preocupante dato de que los ciudadanos consideran a los políticos como el mayor problema de España y que el país ha caído en manos de indeseables, gente sucia y sin valores adicta al privilegio y enferma de corrupción y abuso de poder, dos vicios incompatibles con la democracia y la decencia.
Algunos países tienen la desgracia de que una "casta" de miserables acceda al poder. Cuando eso ocurre, se abre para ese país y sus ciudadanos una etapa de tormentos y fracasos. Todo indica que España atraviesa una de esas terribles etapas.
La mentira es, junto con la corrupción, el mas feo vicio del poder. Mientras que el actual gobierno español afirma que su principal objetivo es crear empleo, la política que practica conduce a destruirlo, a cerrar empresas y a sumir en el desempleo y la desesperación a cientos de miles de ciudadanos. Exigen sacrificio a los ciudadanos, pero ellos mantienen sus privilegios y son incapaces de corregir su política de estragos o de pedir perdón por el daño que causan al pueblo y a la patria.
El odio ciudadano al política está sustituyendo, poco a poco, a la protesta y al rechazo. Un gobierno rechazado y una clase política masivamente despreciada por la ciudadanía son la imagen viva del fracaso y la prueba suprema de la ilegitimidad democrática de los políticos.
Las risas de los políticos y los aplausos en el Congreso y el Senado, mientras el país se desangra y muchos ciudadanos, desesperados, optan por el suicidio, es un escarnio tan degradante que exigiría la dimisión masiva de la fracasada casta política española y la refundación de un sistema que se ha transformado en una inmensa pocilga.
Los ciudadanos se sienten desamparados y abandonados por unos políticos cuya misión principal en democracia es proteger a los débiles frente a los fuertes. Ellos, en lugar de erradicar lo injusto y lo sucio, han permitido y, en algunos casos, participado, en el saqueo de las cajas de ahorro y en la gran estafa de las participaciones preferentes, una canallada mediante la cual algunos bancos han robado los ahorros a los ciudadanos para equilibrar sus balances, una fechoría realizada con el permiso del Banco de España, sin que la clase política haya hecho nada por evitarla.
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