Algunas cosas empiezan a cambiar en España. Los políticos, después de abusar, de mentir y de ignorar al pueblo durante décadas, empiezan a tener miedo, aflojan sus actitudes arrogantes y abusivas, hablan de regeneración, publican sus cuentas con hacienda y patrimonios y proponen cambios que otorguen más protagonismo al ciudadano, pero no lo hacen porque se hayan hecho demócratas sino porque tienen miedo, porque piensan que sus canalladas y abusos han llegado demasiado lejos y a los ciudadanos, indignados y cabreados, les están saliendo cuernos, que no son, precisamente, de adorno.
El reciente cambio de criterio en el Congreso, que hizo que el PP aceptara debatir una iniciativa popular en favor de la dación en pago y contra los desahucios salvajes y el abucheo y pitada al rey en la final de la copa de baloncesto fueron avisos importantes a la altanera soberbia de la casta política española, al igual que las otras muchas pitadas y abucheos a políticos que se están produciendo a lo largo y ancho de España. Cada una de esas protestas empujan la regeneración y desacreditan todavía más a una casta política que, por sus abusos, corrupciones y fracasos, merece ser erradicada, sin gobernar nunca mas.
Los ciudadanos, por fin, están entendiendo el núcleo del problema y están superando las mentiras y engaños que les han adormecido y maniatado durante décadas. Ya saben que de nada vale votar a la oposición para castigar al gobierno, porque oposición y gobierno son la misma cosa miserable y antidemocrática. Ya no vale creer lo que dicen los medios sometidos al poder porque la acumulación de mentiras y engaños ha alcanzado la saturación y la gente ya no se cree las estafas del poder. Los españoles ya no creen las promesas de sus dirigentes y, con razón o sin ella, han aprendido a desconfiar de los políticos y empiezan también a despreciarlos y odiarlos.
Se lo han ganado a pulso porque el nivel de abuso ha sido demasiado intenso y sus tropelías y canalladas han llegado demasiado lejos. Creyéndose impunes han desvalijado las cajas de ahorro; han domesticado a los jueces y magistrados, acabando con la Justicia democrática independiente; han manejado el dinero público sin respeto y sin decencia; han cobrado comisiones ilegales por concursos públicos, subvenciones y concesiones; han conseguido préstamos a los bancos y cajas que, después, quedaron condonados a cambio de favores inconfesables; han dinamitado casi todos los controles y contrapesos que la democracia establece para controlar el poder del Estado y de los partidos; han invadido y ocupado la sociedad civil, impidiendo que actúe como el contrapeso del poder político que la democracia exige; han mentido hasta la saciedad, robado y protegido dentro de los partidos a sus ladrones y expertos en saqueos; han marginado y aplastado al ciudadano, impidiéndole participar en la vida política y asfixiándolos con impuestos injustos y desproporcionados; se han autootorgado subidas de sueldos y privilegios de manera descarada y arrogante; han permitido a sus amigos banqueros que saqueen y practiquen el abuso; han propiciado el cierre de más de medio millón de empresas, ahogadas por los impagos del sector público y por los impuestos agobiantes... y han realizado centenares de abusos y canalladas, desde otorgar beneficios públicos y colocaciones a los amigos y familiares hasta marginar y castigar a los adversarios, arruinándolos y empujándolos hasta la desesperación y la pobreza.
Si en España existiera Justicia, los partidos políticos estarían precintados por los daños y estafas causados a la sociedad. Hay casi mil causas abiertas contra políticos por corrupción, lo que significa que hay mas de diez mil casos reales, ya que la estadística demuestra que sólo aflora uno de cada diez casos. Hay decenas de miles de políticos que ni siquiera han sido investigados a pesar de que sus patrimonios han crecido de manera inexplicable.
España, por culpa de los partidos y de sus políticos es hoy una auténtica pocilga, un país apestado, el gran problema de Europa y la vergüenza de la clase política de Occidente.
El balance de nuestros partidos en el poder es estremecedor. Han fracasado tanto que han convertido la España que ellos gobernaron en un país campeón en casi todas las miserias y suciedades existentes: blanqueo de dinero, refugio de mafias internacionales, paraíso del dinero sucio, prostitución, trata de blancas, tráfico y consumo de drogas, baja calidad de la enseñanza, desempleo, fracaso escolar, avance de la pobreza, número de coches oficiales y tarjetas de crédito apra políticos, descrédito de la política, marginación de los ciudadanos y un largo y terrible etcétera que hace de este país una pocilga construida por unos políticos bien pagados que se niegan a dimitir y que se creen con derecho a gobernar, cuando muchos de ellos sólo tienen derecho a una celda colectiva.
Si esa gente capaz de acumular tanto fracaso trabajara en una empresa privada, hace mucho tiempo que el Consejo de Administración les habría echado sin indemnización, acusándolos de deslealtad y daños enormes, pero ellos se han apoderado de España, que es la empresa colectiva de los ciudadanos españoles, a los que han arrebatado el poder y han marginado, conduciendo la nación hasta la bancarrota y el fracaso.
El ciudadano, humillado, devaluado y explotado, tan acobardado que es incapaz de rebelarse contra estos sátrapas y que, con espíritu de ganado lanar, sigue votándolos cada vez que se abren las urnas, debe aprender urgentemente a exhibir su descontento. Los pitos y los abucheos a quienes nos han conducido hasta el matadero es el primer paso para conseguir una regeneración que erradique el cáncer de la política actual española, infectado, plagado de metástasis y camino de destozar lo que queda de nación.
El reciente cambio de criterio en el Congreso, que hizo que el PP aceptara debatir una iniciativa popular en favor de la dación en pago y contra los desahucios salvajes y el abucheo y pitada al rey en la final de la copa de baloncesto fueron avisos importantes a la altanera soberbia de la casta política española, al igual que las otras muchas pitadas y abucheos a políticos que se están produciendo a lo largo y ancho de España. Cada una de esas protestas empujan la regeneración y desacreditan todavía más a una casta política que, por sus abusos, corrupciones y fracasos, merece ser erradicada, sin gobernar nunca mas.
Los ciudadanos, por fin, están entendiendo el núcleo del problema y están superando las mentiras y engaños que les han adormecido y maniatado durante décadas. Ya saben que de nada vale votar a la oposición para castigar al gobierno, porque oposición y gobierno son la misma cosa miserable y antidemocrática. Ya no vale creer lo que dicen los medios sometidos al poder porque la acumulación de mentiras y engaños ha alcanzado la saturación y la gente ya no se cree las estafas del poder. Los españoles ya no creen las promesas de sus dirigentes y, con razón o sin ella, han aprendido a desconfiar de los políticos y empiezan también a despreciarlos y odiarlos.
Se lo han ganado a pulso porque el nivel de abuso ha sido demasiado intenso y sus tropelías y canalladas han llegado demasiado lejos. Creyéndose impunes han desvalijado las cajas de ahorro; han domesticado a los jueces y magistrados, acabando con la Justicia democrática independiente; han manejado el dinero público sin respeto y sin decencia; han cobrado comisiones ilegales por concursos públicos, subvenciones y concesiones; han conseguido préstamos a los bancos y cajas que, después, quedaron condonados a cambio de favores inconfesables; han dinamitado casi todos los controles y contrapesos que la democracia establece para controlar el poder del Estado y de los partidos; han invadido y ocupado la sociedad civil, impidiendo que actúe como el contrapeso del poder político que la democracia exige; han mentido hasta la saciedad, robado y protegido dentro de los partidos a sus ladrones y expertos en saqueos; han marginado y aplastado al ciudadano, impidiéndole participar en la vida política y asfixiándolos con impuestos injustos y desproporcionados; se han autootorgado subidas de sueldos y privilegios de manera descarada y arrogante; han permitido a sus amigos banqueros que saqueen y practiquen el abuso; han propiciado el cierre de más de medio millón de empresas, ahogadas por los impagos del sector público y por los impuestos agobiantes... y han realizado centenares de abusos y canalladas, desde otorgar beneficios públicos y colocaciones a los amigos y familiares hasta marginar y castigar a los adversarios, arruinándolos y empujándolos hasta la desesperación y la pobreza.
Si en España existiera Justicia, los partidos políticos estarían precintados por los daños y estafas causados a la sociedad. Hay casi mil causas abiertas contra políticos por corrupción, lo que significa que hay mas de diez mil casos reales, ya que la estadística demuestra que sólo aflora uno de cada diez casos. Hay decenas de miles de políticos que ni siquiera han sido investigados a pesar de que sus patrimonios han crecido de manera inexplicable.
España, por culpa de los partidos y de sus políticos es hoy una auténtica pocilga, un país apestado, el gran problema de Europa y la vergüenza de la clase política de Occidente.
El balance de nuestros partidos en el poder es estremecedor. Han fracasado tanto que han convertido la España que ellos gobernaron en un país campeón en casi todas las miserias y suciedades existentes: blanqueo de dinero, refugio de mafias internacionales, paraíso del dinero sucio, prostitución, trata de blancas, tráfico y consumo de drogas, baja calidad de la enseñanza, desempleo, fracaso escolar, avance de la pobreza, número de coches oficiales y tarjetas de crédito apra políticos, descrédito de la política, marginación de los ciudadanos y un largo y terrible etcétera que hace de este país una pocilga construida por unos políticos bien pagados que se niegan a dimitir y que se creen con derecho a gobernar, cuando muchos de ellos sólo tienen derecho a una celda colectiva.
Si esa gente capaz de acumular tanto fracaso trabajara en una empresa privada, hace mucho tiempo que el Consejo de Administración les habría echado sin indemnización, acusándolos de deslealtad y daños enormes, pero ellos se han apoderado de España, que es la empresa colectiva de los ciudadanos españoles, a los que han arrebatado el poder y han marginado, conduciendo la nación hasta la bancarrota y el fracaso.
El ciudadano, humillado, devaluado y explotado, tan acobardado que es incapaz de rebelarse contra estos sátrapas y que, con espíritu de ganado lanar, sigue votándolos cada vez que se abren las urnas, debe aprender urgentemente a exhibir su descontento. Los pitos y los abucheos a quienes nos han conducido hasta el matadero es el primer paso para conseguir una regeneración que erradique el cáncer de la política actual española, infectado, plagado de metástasis y camino de destozar lo que queda de nación.
Comentarios: