España asistirá dentro de pocas horas, con la habitual pasividad, a un nuevo espectáculo bochornoso de autodestrucción y desvergüenza, cuando miles de nacionalistas vascos y catalanes, desplazados a Madrid con motivo de la final de la Copa del Rey de fútbol, contaminen el estadio del Manzanares y hieran al resto de los españoles con pitadas, pancartas de desprecio y otras hostilidades exhibidas contra el himno común, la bandera de todos, los representantes de un Estado español al que han aprendido a odiar y a vejar y los espectadores del resto de la nación, que tendrán que soportar impotentas cómo el nacionalismo excluyente, insolidario, disgregador e independentista disfruta con su morboso y obsceno show.
Las huestes nacionalistas presentes en el estadio de fútbol realizarán su hiriente espectáculo espoleados por políticos nacionalistas manipuladores y sembradores de odio, que, gracias a la Ley Electoral española, una de las más injustas y desequilibradas del mundo, disfrutan de un poder desproporcionado que les permite practicar la insolidaridad, el chantaje y la amenaza al resto de los españoles, contando apenas con un puñado insignificante de votos.
Esa espectáculo, que no puede darse en otro país del mundo y que sólo es posible en esta España arrasada y dividida, es una obra más de la clase política española, una de las más ineptas, corruptas y perniciosas del planeta, experta en autodotarse de sueldos, pensiones y todo tipo de privilegios, mientras ha saqueado el sistema financiero español y ha conducido a los ciudadanos hasta la ruina, el desempleo masivo, la pobreza, la desesperación, la división y el odio entre las regiones y pueblos que conforman España..
Cuando los españoles contemplen el espectáculo de la final de la Copa, a pesar de que la televisión procurará ocultar la dimensión de la provocación con imágenes escogidas y con una megafonía a toda pastilla, comprenderán que el Real Madrid hizo bien al negarse a prestar su estadio para tamaña profanación.
En España ya sólo funciona lo que los políticos no controlan: el clima, la gastronomía, el paísaje, las mareas, el viento... Todo lo demás lo han roto. Hasta han tergiversado el pasado, envilecido el presente y convertido el futuro en una amenaza de terror. Casi nada escapa a los estragos de una de las peores clases políticas del mundo ¿Cómo escapar de esa pesadilla? Es casi imposible porque ellos se han blindado en el poder y permanecen allí aunque no se les quiera, ayudados, eso sí, por una masa abducida de millones de españoles imbéciles que cada cuatro años siguen votando a sus verdugos, a pesar de que saben que nos conducen hacia el matadero.
El mayor problema de España es su clase política, culpable de haber forjado desde el poder un país acosado por problemas y dramas. Esa clase política a la que votamos cada cuatro años y le entregamos el poder es la que ha creado un Estado insolidario, dividido en 17 reinos de taifas cada día más enfrentados entre si, la que ha acabado con la prosperidad y abierto las puertas a la pobreza y al sufrimiento, la que ha saqueado las cajas de ahorro y las finanzas públicas, la que nos ha endeudado hasta la locura, convirtiendo a cada español en un moroso despreciado por el mundo, la que ha despilfarrado hasta niveles de delito, construyendo aeropuertos sin aviones, trenes sin viajeros y carreteras que no llevan a ninguna parte, la que se ha atiborrado de privilegios, sin merecerlos, la que ha sembrado el odio y la división entre los ciudadanos y la que ha perpetrado mil fechorías sin otro objetivo que incrementar su poder.
Nuestros políticos son los culpables principales de que España sea hoy el pordiosero de Europa, de que hayamos perdido el viejo prestigio y la admiración internacional y de que los índices de suicidio y de demencia se hayan disparado. Bajo esta clase política despreciable España ha ganado fama internacional como país corrupto, como paraíso de las mafias, como espacio casi libre para el tráfico y consumo de drogas, lugar donde más de la mitad de los jóvenes carecen de trabajo y donde cada día miles de personas se incorporan a la pobreza.
Las huestes nacionalistas presentes en el estadio de fútbol realizarán su hiriente espectáculo espoleados por políticos nacionalistas manipuladores y sembradores de odio, que, gracias a la Ley Electoral española, una de las más injustas y desequilibradas del mundo, disfrutan de un poder desproporcionado que les permite practicar la insolidaridad, el chantaje y la amenaza al resto de los españoles, contando apenas con un puñado insignificante de votos.
Esa espectáculo, que no puede darse en otro país del mundo y que sólo es posible en esta España arrasada y dividida, es una obra más de la clase política española, una de las más ineptas, corruptas y perniciosas del planeta, experta en autodotarse de sueldos, pensiones y todo tipo de privilegios, mientras ha saqueado el sistema financiero español y ha conducido a los ciudadanos hasta la ruina, el desempleo masivo, la pobreza, la desesperación, la división y el odio entre las regiones y pueblos que conforman España..
Cuando los españoles contemplen el espectáculo de la final de la Copa, a pesar de que la televisión procurará ocultar la dimensión de la provocación con imágenes escogidas y con una megafonía a toda pastilla, comprenderán que el Real Madrid hizo bien al negarse a prestar su estadio para tamaña profanación.
En España ya sólo funciona lo que los políticos no controlan: el clima, la gastronomía, el paísaje, las mareas, el viento... Todo lo demás lo han roto. Hasta han tergiversado el pasado, envilecido el presente y convertido el futuro en una amenaza de terror. Casi nada escapa a los estragos de una de las peores clases políticas del mundo ¿Cómo escapar de esa pesadilla? Es casi imposible porque ellos se han blindado en el poder y permanecen allí aunque no se les quiera, ayudados, eso sí, por una masa abducida de millones de españoles imbéciles que cada cuatro años siguen votando a sus verdugos, a pesar de que saben que nos conducen hacia el matadero.
El mayor problema de España es su clase política, culpable de haber forjado desde el poder un país acosado por problemas y dramas. Esa clase política a la que votamos cada cuatro años y le entregamos el poder es la que ha creado un Estado insolidario, dividido en 17 reinos de taifas cada día más enfrentados entre si, la que ha acabado con la prosperidad y abierto las puertas a la pobreza y al sufrimiento, la que ha saqueado las cajas de ahorro y las finanzas públicas, la que nos ha endeudado hasta la locura, convirtiendo a cada español en un moroso despreciado por el mundo, la que ha despilfarrado hasta niveles de delito, construyendo aeropuertos sin aviones, trenes sin viajeros y carreteras que no llevan a ninguna parte, la que se ha atiborrado de privilegios, sin merecerlos, la que ha sembrado el odio y la división entre los ciudadanos y la que ha perpetrado mil fechorías sin otro objetivo que incrementar su poder.
Nuestros políticos son los culpables principales de que España sea hoy el pordiosero de Europa, de que hayamos perdido el viejo prestigio y la admiración internacional y de que los índices de suicidio y de demencia se hayan disparado. Bajo esta clase política despreciable España ha ganado fama internacional como país corrupto, como paraíso de las mafias, como espacio casi libre para el tráfico y consumo de drogas, lugar donde más de la mitad de los jóvenes carecen de trabajo y donde cada día miles de personas se incorporan a la pobreza.
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